Examinar en lontananza cincuenta años atrás en los turbulentos años de principios de la década de los setenta del siglo pasado no deja de ser evocador, máxime si se estuvo presente en los tiempos en que el movimiento estudiantil colombiano se puso en pie, como no lo había hecho nunca antes, en un levantamiento cuya envergadura no ha sido superada por otras gestas análogas de señalada importancia. Y es válido, siempre y cuando no sea para especular, sino para extraer enseñanzas y conclusiones que el paso de media centuria les puso un sello indeleble.
Estaba fresco el fraude electoral de abril de 1970 con el que llegó a la presidencia Misael Pastrana, continuador de los gobiernos del Frente Nacional, en los que los partidos Liberal y Conservador se repartían el poder político, la burocracia y los puestos oficiales de manera paritaria, excluyendo a todos los demás sectores, y todo bajo la égida de Washington, entronizada en el país desde los aciagos días de la desmembración de Panamá en 1903, situación que persiste hasta nuestros días, hoy con mayor intromisión aún en todos los asuntos de la vida nacional. Uno de los detonantes tuvo que ver con que sectores estudiantiles se percataron del llamado Plan Básico y el Informe de Rudolph Atcon, con los que se pensaba profundizar la injerencia norteamericana en los asuntos universitarios.
Siempre ha de tenerse en cuenta “los misterios de la política internacional”, es decir, el entorno, el contexto mundial y sus influencias en el acontecer de las naciones. Estaban frescos los acontecimientos del mayo de 1968 en Francia, cuando el mundo se estremeció con las gigantescas movilizaciones del movimiento estudiantil francés motivadas por el grave deterioro de la situación económica, un gran desempleo que preocupaba a la juventud, aunado a los acontecimientos mundiales en una época que se sentían los movimientos en contra del colonialismo en Asía, África y América Latina y que Francia había sido derrotada en Vietnam. Pero se inicia la intervención norteamericana contra el pueblo vietnamita en medio de lo que se conoció como la Guerra Fría, eufemismo para designar una prolongada época después de la Segunda Guerra Mundial en la que contendían y se coludían Estados Unidos y la Unión Soviética por el dominio planetario, con la sombrilla de la amenaza de las bombas nucleares.
El Movimiento Estudiantil de 1971 se inicia con una huelga en la Universidad del Valle, violentamente reprimida con un desenlace de varios estudiantes y personal civil muertos por las balas oficiales. De inmediato se le suman la Universidad Nacional, la Universidad de Antioquia, la UIS de Santander, la Universidad del Atlántico y otras. El estudiantado levanta las banderas de la autonomía universitaria, se opone abiertamente al Plan Básico y al Informe Atcon norteamericanos, exige la financiación total de las universidades públicas, compendia sus reivindicaciones en el Programa Mínimo y coloca como punto fundamental la reforma de los Consejos Superiores Universitarios, controlados por el Gobierno nacional y por agentes externos al campus universitario.
Los Encuentros Nacionales Universitarios, con representaciones democráticas de todas las universidades del país, públicas y privadas, aprueban sucesivos paros nacionales con gigantescas movilizaciones de masas estudiantiles que enfrentan la represión más feroz del gobierno de Pastrana, dejando en el camino una estela de mártires que exacerban el empuje y el ímpetu crecientes de la juventud universitaria y hasta de secundaria. Eran verdaderas oleadas que pusieron muy en alto el valor desplegado por las muchedumbres abigarradas que obtuvieron una resonante victoria cuando el gobierno de Pastrana aceptó el cambio de la composición de las directivas universitarias y les dio paso a los Gobiernos Provisionales en la Universidad Nacional de Colombia y en la Universidad de Antioquia, una especie de cogobierno, en los cuales la mayoría era de los estudiantes y profesores. Se realizaron elecciones democráticas y los dirigentes estudiantiles y de los profesores asumieron el control de sendas universidades, experimento que tuvo vigencia durante el año 1972, al final del cual el gobierno de Pastrana los fue liquidando. Fue el año en el que se vivió en ambas universidades un ambiente democrático con una serie de avances en la conducción académica y en el bienestar universitario.
Las discusiones que se presentaron en ese marco de referencia tuvieron muchas repercusiones que llegan hasta nuestros días. Se destacan tres. Primero, algunos sectores eran del criterio de combinar las formas de lucha, con el cual compañeros como Jorge Robledo, quien estuvo en el movimiento estudiantil, no comulgaron jamás. Prefirieron impulsar la lucha de masas pacífica y civilizada, a lo cual nos sumamos muchos. Segundo, se discutía el carácter de los cambios que requería la sociedad colombiana y hubo quienes descartaban el aporte de los empresarios nacionales, a lo cual se oponía el mismo sector de Robledo, porque Colombia lo que requería era una amplia unidad de todos los sectores sociales y económicos que estén por la defensa de la soberanía y la producción nacional agraria e industrial, única vía hacia el progreso. Finalmente se optó por la participación en la lucha electoral desde esos años, cosa que nadie discute en el día de hoy como una necesidad de las fuerzas alternativas para llegar al control gubernamental.
Después de años de reflujo, el movimiento rstudiantil colombiano tuvo dos embates en la década pasada: uno con la Mesa Amplia Estudiantil (MANE) para hundir el proyecto privatizador de la reforma universitaria de Santos en 2011 y otro por una financiación adecuada de las universidades públicas en 2018, que tuvo como una de las líderes destacadas a Jennifer Pedraza. Y la más grande movilización de millones de personas en el paro nacional del 21 de noviembre de 2019, contra el paquetazo neoliberal de Duque, indica que la acumulación de fuerzas de las luchas del pueblo colombiano va por muy buen camino. Impulsémoslas con vítores y cantos triunfales.