En las últimas encuestas a la presidencia del 2018 se ha visto la caída del candidato Germán Vargas Lleras, eso quiere decir que el electorado ve el panorama electoral de forma diferente, como dice el dicho, “ya no come entero”. A pesar que se quiera lanzar por recolección de firmas para desligarse de la corrupción de su partido Cambio Radical, el pueblo sabe de sobra que a través de mentiras no se conquista el voto del ciudadano, que está al corriente de lo que pasa a su alrededor, ese habitante que se informa de manera distinta y que no se deja manipular por los medios de la clase pupi colombiana.
El cuestionamiento que se hace la gente es: ¿qué se puede esperar de un candidato que se benefició de un gobierno por siete años, sacando provecho de los recursos del estado para construir su plataforma política, desde los ministerios en los que estuvo hasta la vicepresidencia donde culminó su periodo? Pues era indignante verlo pavonear por las regiones entregando obras como suyas, sin serlo y de esta manera abonar su terreno a la presidencia a la república.
Lo paradójico del asunto es que después de renunciar a la vicepresidencia pretende separarse de ese gobierno al que perteneció y se favoreció significativamente. Incomprensiblemente para ganar adeptos saliendo a los medios de comunicación a criticar a su exjefe sobre sus decisiones con relación al proceso de paz, tratando de emular al expresidente Álvaro Uribe, por tanto se puede concluir, que es tan desmedido el desespero por llegar al primer cargo de este país que recurre al embauco con el propósito asediar a los ingenuos. No obstante, los colombianos quieren a alguien diferente, un personaje que sea sincero y menos presumido, desean un estadista que en el argot popular no se perciba como “ni chicha ni limoná”.