No voy a unirme a los que se quejan de que los fans de un youtuber monopolizaran las entradas a la Feria del Libro (eso que ahora llaman “Filbo”). Germán Garmendia estaba allí para promocionar un libro. Que su obra, que nadie de más de venticinco años ha leído, se llame Chupa el perro es lo de menos. Primero porque podría ser el título de una obra de Efraím Medina (y lo digo sin juicios de valor) y segundo, porque vivir más de venticinco años es una estúpidez, como decía Andrés Caicedo.
(A veces tengo la impresión de que Andrés Caicedo ha envejecido con nosotros, de que nadie de menos de venticinco lo lee ya)
A la edad que tienen los fans de Garmendia, era fan de Papuchis y con eso pierdo toda autoridad moral para criticar la cultura no-libresca. Pero superando la crítica moralista y los golpes de pecho por el naufragio del libro en occidente, hay que decir que viendo lo que hace Garmendia, uno termina por preguntarse cuándo exactamente conoció a Cyprien y quién le enseñó a copiarlo de manera tan fiel.
Cyprien es un youtuber francés, el Garmendia galo, como Garmendia es el Cyprien de los Andes. Supe de él cuando en uno de sus episodios hizo un comentario racista contra los roms, que retomaba ese cliché de que los rumanos (Iov es hijo de rumanos inmigrados en Francia) “buenos” sufren de mala reputación por culpa de los rumanos “malos”, es decir los gitanos. Iov se disculpó, pero nunca retiró su video.
No voy a poner ese video aquí. Voy a poner otro. El que sea. Todos son más o menos iguales:
El título, es “La bouffe”,o , en español, la comida. Puede que no les recuerde nada a mis queridos lectores cultos que odian el trabajo de Garmendia sin haberlo visto. Para que lo odien por algo, aquí hay una muestra, se llama “La comida”, o “en francés, la bouffe.
Para Cyprien 19 millones de reproducciones. Para Germán, 12 millones. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
El video del franco-rumano es cinco años más viejo que el del chileno. ¿Casualidad de tema? En un estado anterior de la evolución todo mundo hacía chistes sobre los negros, los gays y las mujeres y las maneras más simplistas del humor ordinario pueden ser un signo de los tiempos. De allí a que los planos, la edición y hasta el tono de la voz del ídolo latinoamericano sean un “copiar-pegar” del formato exitoso del europeo hay una enorme distancia, una estrategia comercial bien orquestada, que en ese sentido es doblemente deshonesta porque se sustenta en el mito de que para que un don nadie se haga una estrella en las redes sociales, le basta el talento. Germán no es el man, el man es Cyprien, o mejor dicho quién quiera que sea que creó el concepto de Cyprien y luego se lo vendió a los que tomaron a Germán Garmendia y lo conviertieron en “Soy Germán”. No se puede culpar a los adolescentes de pagar para ir a ver un ídolo, pero al que está recogiendo la plata detrás de toda esa operación de marketing, que le lleguen rápido la vejez, la amargura y la pobreza.