Gerardo Angulo, con la poca plata que le permitió ahorrar su negocio de ornamentación, compró un lote de cuatro hectáreas para hacer una casita en La Calera en donde pensaba pasar la última etapa de su vida junto con su esposa, Carmenza Castañeda. Durante los cincuenta años que duraron casados siempre tuvieron que luchar para darles una vida digna a sus cinco hijos, Helmut, Magnolia, William, Patricia y Héctor, quienes jamás creyeron el desenlace fatal que iban a tener sus papás.
Era el 19 de abril del año 2000. La pareja de esposos, quienes tenían ambos 68 años, se fue desde el Salitre donde vivían hasta la casita de La Calera en su Daihatsu cuando, al entrar a la parcela, se les apareció un grupo que los encañonaron con sus fusiles. Sin mediar palabra se los llevaron. Era el Bloque Oriental de las FARC. Un vecino de la cabaña lo veía todo en ese atardecer pleno. Desesperado por no saber a quién llamar esperó que los guerrilleros se fueran con sus rehenes para forzar la entrada de la cabaña y buscar un número de contacto. Solo hasta las 10:30 de la noche llamaron a Magnolia, el único teléfono que encontraron.
Los hijos se agolparon frente a la cabaña. El Daihatsu no estaba. La policía prometió traer noticias pronto pero nunca llegaron. Vinieron a encontrar la camioneta cerca a la represa de Chingaza. Sólo hasta el 4 de mayo, 17 días después del rapto, los hijos vinieron a saber de los Angulo cuando un tal Richard quien afirmó que sus papás estaban en poder de las FARC y que tenían que entregar, en menos de un mes, 800 millones de pesos, una suma absolutamente impagable para una familia de gente que la guerreaba a diario.
En el año 2000 los secuestros por parte de las FARC eran pan del día a día. Las grandes ciudades, como Bogotá, permanecían sitiadas y Romaña era el amo y señor de las carreteras colombianas. Sin consideración a los esposos Angulo los pusieron a caminar 17 horas diarias a sol y al agua, durante tres meses, hasta internarse en la maraña del departamento del Meta.
Sus hijos tuvieron que demostrarle, hasta con certificados de la DIAN, que los Angulo no tenían 800 millones de pesos para pagar ese rescate. La guerrilla se había confundido y creyó que los terrenos de los Angulo eran más vastos y no ese puñado de hectáreas. Así que llegaron a acordar una suma de 200 millones para obtener con vida a los viejos. Los hijos lo vendieron todo y pagaron tal y como lo acordaron, pero pocas semanas después, en un operativo que llevó a cabo la policía en el sur de Bogotá, cayó el tal Richard. Cuando los hijos llamaron al mismo teléfono les contestó una voz de mujer que les afirmó que pronto tendrían razón de lo que harían, pero esta llamada nunca llegó.
Vinieron a saber de sus papás cuando, el 12 de agosto del año 2000, el popular periodista La Chiva Cortés, fue rescatado tras su secuestro por el Bloque Oriental Él había convivido con los Angulo y los vio con vida, incluso afirmó que creía que los habían liberado por razones humanitarias ya que estaban muy mal. Doña Carmenza, por ejemplo, sufría con unas botas de plástico que le quedaban pequeñas y que, al caminar, les reventaban las venas várices. A Don Gerardo le habían dado dos preinfartos. La situación no podía ser más desesperada. Un ciudadano alemán liberado por las FARC, llamado Rolf Sommerfeld, y que convivió con el matrimonio, afirmaba que doña Carmenza todas las tardes, a eso de las 6, rezaba el Rosario y que eso enfurecía a los guerrilleros.
También sacaba de quicio a Romaña y sus hombres que no pudieran caminar bien. Por eso, cinco años después del secuestro, cuando ya sus hijos habían hecho hasta lo imposible por establecer contacto con ellos, alias La Mona, una guerrillera desmovilizada, les contó que en plena selva del Meta ella enterró a sus papás con otras seis personas más.
Desde ese momento los cinco hijos Angulo anhelaban encontrar sus cuerpos. El 2 de noviembre del 2021, la espera terminó. A 2000 metros sobre el nivel del mar, en zona rural de la vereda San Juanito en el Meta, la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas encontraron el cuerpo de Carmenza. Sus hijos y nietos ayudaron durante 15 días a cavar hasta que encontraron la osamenta. En los próximos días esperan dar con el cuerpo de Don Gerardo.