Foto: www.1001experiencias.comPara muchos ingleses 1968 pasará a la historia por ser el año de consagración definitiva de George Best. Gracias a su talento el Manchester United ganó la Copa de Europa, convirtió 28 goles para que los diablos rojos ganaran el torneo local y fue elegido por los expertos de la época como el mejor jugador del mundo. Tenía apenas 21 años y miles de pintas de cerveza por delante.
Fue el primero de los futbolistas en convertirse en una figura mediática y en un sex symbol, sus hazañas en la cancha son solo comparables con sus hazañas en la cama y en el pub. “Me he gastado el noventa por ciento de mi dinero en mujeres y alcohol, el resto lo he despilfarrado”, es una de las tantas frases célebres que se le atribuyen. Tenía una lengua temible, los árbitros le tenían miedo y ni hablar del pánico que causaba en los defensas rivales. Era mucho más que un futbolista. Como diría Eric Cantona, otro rebelde del fútbol “Best sobrevolaba los partidos, literalmente encarnaba la libertad futbolística mejor que nadie. Era la facilidad personificada. Era intocable. Era capaz de regatear a cinco, a seis jugadores y además era el rock”, estas palabras de Eric Cantoná remarcan también que Best fue un hijo de su tiempo, tuvo la consecuencia de pertenecer a una época de profundos cambios artísticos, políticos y sociales. No se podía esperar otra cosa de un ídolo futbolístico en la era flower power. La prensa no dudó en bautizarlo como el quinto Beatle. Hizo lo que quiso y cuando se le dio la gana. Fue el quinto Beatle y no era de Liverpool, al contrario, era del odiado circuito obrero de Manchester y aun así todo el imperio se arrodilló ante él.
Foto: eduardorosser.wordpress.com
Nunca pudo jugar un mundial, Irlanda nunca ha podido armar un gran equipo. Dicen los que lo vieron jugar que si hubiera asistido estaría en el olimpo futbolístico, junto con Maradona, Cruyff y Messi. Best pagó caro eso y parte de su retiro prematuro del fútbol de alta competición a los 26 años se lo debe al desgano que sintió saber que por más goles que hiciera su selección no clasificaría a la copa del mundo. Pero esa frustración hace parte de su mito y por eso nos aferramos tanto a su recuerdo, a su rebeldía, en tiempos donde el futbolista se parece cada vez más a un atleta olímpico el legado de Best nos reafirma que el fútbol no es otra cosa que un juego, acaso el más hermoso de todos los juegos.
Llegó un momento en donde el puritanismo inglés se ensañó contra Best. Se montó un cerco contra él. Estaba literalmente en el ojo del huracán y de los tabloides. Las fotos suyas saliendo borracho de los pubs adornaban las primeras planas de los periódicos sensacionalistas. Lo multaban porque llegaba borracho al entrenamiento, casi lo encarcelan por conducir ebrio y provocar riñas en los pubs. No le importaba llevar las resacas a la cancha. Una vez le quitó el balón de las manos a un árbitro y lo sancionaron por cuatro semanas, al volver le hizo seis goles al Totenham pero ya había perdido la confianza de Matt Busby el todo poderoso técnico del Manchester United. Cuando supo que iba a ser suplente renunció al club. La hinchada roja clamó por su ídolo pero ya era tarde, Best lo había ganado todo, era millonario y joven, ¿por qué mejor no divertirse si el mundo era una fiesta?
Foto: www.ferplei.com
Despreció a los mejores clubes de Europa que ofrecían una millonada por él pero prefirió irse al incipiente pero confortable fútbol norteamericano. En 1976 fichó para Los Ángeles Aztecs. En Nueva York desembarcaban Pelé y Beckenbauer para jugar en el Cosmos, los gringos trataban de despertar en su país el furor por el fútbol pero era imposible, para ellos el fútbol es un deporte que requiere mucha concentración y no da demasiado espacio para ir a la cocina por las papas fritas embadurnadas de grasa.
Pero Best fue feliz en Los Angeles. Marcaba goles como un desesperado pero bebía con igual o más intensidad. “Tenía una casa en la costa, pero para llegar a la playa había que pasar por un bar. Nunca llegué a ver el mar”. Este, más que un quinto Beatle, parecía un Rolling Stone.
En 1983 abandonaría por completo la actividad y volvería a Londres. Explotó como pudo su imagen de gamberro atractivo, en las tardes se iba a los pubs a tapiarse de whisky y a buscar camorra. Se zurraba con hooligans de 18 años y les partía la boca a todos. En la última etapa de su vida se divertía molestando a otro hijo de su época, el aséptico, inexpresivo y frío David Beckham, el anti Bad Boy por excelencia. De él decía: “No sabe disparar con la zurda, no sabe cabecear, no sabe entrar y no marca muchos goles. Por lo demás lo hace muy bien”.
Los años y los ríos de whisky le empezaron a pasar factura. El 25 de noviembre del 2005 y después de una larga batalla contra la cirrosis murió el gran ídolo del Manchester. Tenía 59 años. Fue fiel a su demonio, fue él quien marcó su destino. Con él a su lado gambetearon defensas y con él se sentaba en las mugrosas barras de los pubs.
Nunca perdió la alegría de jugar pero tampoco perdió la alegría de beber. Ser consecuente a veces te puede matar.