Geopolítica mundial en Colombia y Venezuela: mucho que perder, muy poco que ganar

Geopolítica mundial en Colombia y Venezuela: mucho que perder, muy poco que ganar

El futuro de ninguno de los dos países depende de sus connacionales, sino, tristemente, de gente ajena a su territorio, a sus vivencias y a sus culturas

Por: REYNALDO MORENO MAZUERA
febrero 04, 2019
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Geopolítica mundial en Colombia y Venezuela: mucho que perder, muy poco que ganar
Foto: Instagram @nicolasmaduro @jguaido / Twitter @IvanDuque

Venezuela y Colombia son dos escenarios donde en los próximos días se moverán dramáticamente las piezas de la geopolítica mundial. De un lado, tenemos a China y Rusia que apoyan y respaldan al presidente Nicolás Maduro. Del otro lado, tenemos a Estados Unidos apalancándose con Colombia y Brasil para una posible intervención y control sobre Venezuela. En este ajedrez mundial somos solamente fichas en un tablero, no tenemos ninguna capacidad de decisión, allí simplemente actuamos. El futuro de Venezuela ya no pasa por las manos de Nicolás Maduro ni por las manos de Juan Guaidó, depende de una concertación o de una riña entre las grandes potencias, donde solamente ponemos el escenario y las víctimas.

Todo estaba fríamente calculado para la victoria de Iván Duque en Colombia. Nadie diferente a Iván Duque podía ganar en Colombia porque él era la persona perfecta que serviría de puente e interlocutor con la problemática de Venezuela. Ni Sergio Fajardo y muchísimo menos Gustavo Petro eran los alfiles perfectos para esa situación y la prueba la tenemos ahora, donde a meses de la elección de Duque y Bolsonaro se empezó a cerrar el círculo alrededor de Venezuela para la gran toma de decisiones, en las cuales no importa el futuro de los venezolanos, contrariando a los medios de comunicación, sino de los recursos de sus tierras, especialmente el petróleo y su posición geopolítica.

Muy a su estilo, de una manera abierta y descarada, el presidente de Estados Unidos con diplomacia cero ha buscado los mejores planes y apoyos para llevar los recursos de Venezuela a favor de su nació. Para eso ha utilizado algunas estrategias y políticas parecidas a las implementadas en Libia y los demás países invadidos del medio oriente. Aquí no fue necesario estrellar aviones contra las Torres Gemelas para iniciar una guerra sino que con el tiempo a su favor, permitiendo que los corruptos se robaran el país y apretando cada vez más y más con el embargo económico, generaron escasez e inflación desbordada. Estas fueron las condiciones adecuadas que dieron inicio a un caos y un desorden, en el cual las soluciones más impensadas han sido no solo posibles sino inclusive aceptadas sin vacilación. En un país mal administrado se generó el caldo de cultivo necesario para que se preparara una estocada final con la aparición de Juan Guaidó, el cual simplemente no es más que es un alfil más para la gran dominación y el reparto que vendrá después.

Con la toma de CITGO y el bloqueo de los activos de PDVSA se da inicio a la etapa final del régimen de Nicolás Maduro y a la nueva definición del futuro de Venezuela. La denominada autodeterminación de los pueblos es palabra muerta en Colombia y Venezuela, y los hechos lo están demostrando: su futuro no depende de sus habitantes sino que tristemente se define fuera del país con apoyo de connacionales. En este escenario geopolítico China y Rusia tienen mucho que perder en Venezuela y Estados Unidos tiene mucho que demostrar. Aquí no solamente estará en el aire rápidamente quién gane la partida sino que además sabremos cómo son realmente sus relaciones de poder y cómo están administrando y repartiendo la geopolítica a nivel mundial. En estas situaciones y otras parecidas, los grandes conglomerados, aupados por sus gobiernos, se hacen pasito y para ellos sale más rentable negociar entre ellos que meterse en un pleito sin salida mostrándose los dientes solamente. Libia, Irak, Afganistán y ahora Venezuela son prueba de ello.

En cambio, Venezuela y Colombia tienen mucho que perder y muy poco que ganar con la abierta intervención de estas potencias, debido a que de alguna manera ya le hemos cedido mucha parte de nuestra soberanía y la capacidad en la toma decisiones. Crudamente ni Colombia ni Venezuela tienen para dónde echar porque ya jugaron sus cartas: el futuro de Venezuela y el de Colombia no depende de sus connacionales, sino, tristemente, de gente ajena a su territorio, a sus vivencias y a sus culturas, a los que solamente les importan los recursos que pueda aportar el país, no sus habitantes. Es la cruda realidad que nos depara la economía y la sociedad del siglo 21 la que en unos años nos va a llevar a la desaparición paulatina, lenta e inexorable del ser humano como tal, el que nació hace cerca de 100.000 años y construyó las sociedades hasta ahora para dar paso al nacimiento lento e inexorable del denominado eufemísticamente superhumano, con el apoyo de la ingeniería genética la biotecnología y la robótica.

Las acciones que se desarrollan actualmente son una muestra de la forma y la manera cómo se moverán las decisiones y centros de poder en el futuro con la ciencia y la tecnología y los recursos heredados del planeta en otros hasta tanto la tecnología o la ciencia los necesite o los reemplace. Escenarios más cercanos cada vez donde la gran mayoría de todos los habitantes del planeta seremos fichas complementos o simplemente piezas de un engranaje fácilmente cambiable e inclusive fácilmente destruible en el que cada vez más y más perderemos el dominio de nuestro territorio de nuestra cultura de nuestro idioma incluso de nuestra idiosincrasia y nuestros pensamientos... En siglos anteriores unos países dominaban a otros y los colonizaban imponiendo su idiosincrasia, pero ahora en los albores del siglo 21 pocas personas están ejerciendo dominio total y control absoluto sobre el resto de la población mundial, la cual asistirá a la aparición de los nuevos eventos solamente como espectadora ingenua, como pieza de engranajes mayores, inclusive como desechos cuando fuere necesario sin ninguna capacidad de intervención.

La democracia tuvo un entierro de tercera hace rato porque cada vez más se reducen los círculos de poder. Lo triste y desolador es que cada vez más sabemos hacia dónde vamos y el escenario apocalíptico que nos espera no solo en el tema ambiental sino en el tema científico e ideológico. Sin embargo, las voces de cambio son cada vez menores y apagadas por la lluvia de información que nos llega por todos los medios cada día. En este bullicio, en este bombardeo permanente de información, de fake news, se hace necesario mirar solo los hechos y buscar sus determinadores para tratar de encontrar algo de verdad. En estos escenarios nada absolutamente sucede al azar. La libertad del mercado, así como la libertad de información y la libertad de los pueblos son solo títulos vacíos para generar tendencias y orientación nada más. Mientras las grandes potencias migran a nuevas tecnologías en combustibles limpios, reenfocan su educación, reemplazan cada vez más la mano de obra por inteligencia artificial y se preparan para un porvenir cada vez más oscuro en recursos y conocimiento, nos dedicamos a recibir la información y la tecnología sin pensar en los grandes cambios que han de llegar y las nefastas consecuencias que nos sobrevendrán.

Desde la década del 70 Henry kissinger ha dicho que este planeta bien manejado no necesita sino 500 millones de personas y en este momento nos acercamos a las 8 mil millones de personas. Dentro de unos años los cambios que tendrá nuestro mundo serán tan grandes y dramáticos y a una velocidad que jamás en toda la historia del planeta se hubieran esperado que sucedieran. Es necesario con urgencia que nos sentemos a mirar cuál será nuestro papel en el futuro y de qué manera podemos controlar los cambios que afectarán nuestros pueblos por las fuerzas y tendencias que a la fecha parecen inexorables imparables. En caso de no hacerlo que Dios nos tenga de su mano.

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