En Nueva York, cuando llegó con su novia Elena, la aspirante a modelo que nunca pasó de ser “la chica del mes”, Eduard Limonov creía que se iba a convertir rápidamente en un escritor famoso. Eran los mediados de los setenta, la contracultura ya había explotado. Los beatniks y los heroinómanos se tomaban hoteles como el Chelsea. La literatura necesitaba alguien lo suficientemente rabioso e impuro como este joven que había nacido en julio de 1943, en el peor momento de la batalla de Stalingrado. Había hambre, desolación y desesperanza. Pero, a punta de aguantar, los soviéticos habían contraatacado y agarraron cansados a las tropas Nazis que, extenuadas, empezaron su desbandada hasta Berlín.
Todo era difícil en la Unión Soviética a mediados de los cincuenta. El lujo máximo que podría aspirar un joven era chupar una lata de leche condensada. No todo era malo, Stalin ya había muerto y los gulags empezaban a desocuparse. Incluso algunos sobrevivientes como Aleksandr Solzhenitsyn se convertían en vedettes, adorados en todo el mundo y dándose el lujo de hacerle disidencia al aletargado Brezhnev. Limonov detestaba la literatura oficial y cuando en una helada mañana de febrero partió para Estados Unidos creyó que pronto ganaría fama y fortuna. Pero nada de eso ocurrió.
En Nueva York fue abandonado por Elena, durmió varios meses en la calle y tuvo de amante a un astroso dealer negro que inspiró una de los libros más incendiarios: A los poetas rusos le encantan los negrotes. En una fiesta en la que se coló en una mansión conoció a Jenny. Creía que era la hija de los dueños y resultó siendo la mucama. A ella se pegó como una lapa hasta que lo desterró y, producto de esto, escribió otro de sus libros magníficos: Diario de un mayordomo. Después de muchos años buscando editor lo encontró en París donde fue el poeta maldito del momento. Sus libros vendieron 100 mil ejemplares pero no se convirtieron en el fenómeno que él esperaba lo convertirían en megamillonario.
En 1989, cuando la URSS se moría y él tenía 46 años regresa a Moscú. Se entera que Anna, su primera mujer, se ha suicidado. Ese es el destino para los que se quedan en ese caduco régimen comunista. Por eso, tres años después, lo encontramos en Serbia, disparando en un video contra Sarajevo usando un fusil de repetición.
En el documental se ve a Limonov hablando con el criminal de guerra Radovan Karadzic y, después, se ve como se está apuntando con un fusil de repetición hacia la ciudad de Sarajevo. Es en este documental en que los enemigos del escritor se basan para decir que es un genocida. Aunque en la biografía que escribió sobre él Emanuelle Carrere, dice que todo se trata de un truco de montaje de un malintencionado director de cine.
Limonov en su eterno periplo se fue de los Balcanes y llegó de vuelta a la Rusia de Putin en donde primero fue un férreo opositor junto al ajedrecista, campeón del mundo, Gary Kasparov y luego fue uno de los más entusiastas defensores de El último Zar. El 17 de marzo del 2020, a sus 77 años, Limonov dejó este mundo no sin antes dejando una de las biografías más apasionantes de todos los tiempos.