El 4 de septiembre de 1990 el general Miguel Maza Márquez fue condecorado por la Asociación Internacional de Oficiales Antinarcóticos que le reconoció su valor a la hora de enfrentar al Cartel de Medellín. El propio embajador de los Estados Unidos, Thomas McNamara, lo consideraba uno de los agentes más valientes del mundo. Desde el DAS no solo manejaba la seguridad del Presidente de la República Virgilio Barco sino de la familia presidencial.
No se movía una hoja en el círculo inmediato del poder palaciego y nada parecía tocarlo, ni siquiera el brazo armado larga de Pablo Escobar. En menos de un mes dos carros bombas le estallaron en sus narices. El primero fue activado cuando el general se desplazaba por la Carrera 7 con calle 57, la ola explosiva no lo tocó pero dejó a su paso decenas de heridos y seis personas murieron. El segundo fue colocado en las inmediaciones del Edificio del Das, un bunker impenetrable que lo protegió pero termino matando a 54 personas y dejó un cráter de ocho metros de profundidad. Al general no se le movió un pelo.
Durante treinta años el militar guajiro se dedicó a combatir el crimen. Asestó varios golpes: en la a década del 60 desbarató la banda de Hernán Valero, conocido como el Doctor Secuestro, pionero de esta modalidad de crimen; desmanteló varias bandas de asaltantes bancarios y, en 1978, decomisó los primeros mil kilos de cocaína que se veían en el país, en un envío del hondureño Ramón Matta Ballesteros, el más poderoso narco de la época.
Fue la pesadilla de las guerrillas urbanas de principios de los años ochenta cuando desde el F2 golpeó el PLA, el ADO, el ELN y las FARC. Usaba todos los métodos válidos en el F2: los infiltraba, los detenía y luego los torturaba. Distribuía panfletos con fotos marcadas con la leyenda: “Feroz torturador anticomunista”.
Después del asesinato del ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla en 1985, Pablo Escobar y el llamado Cartel de Medellín quedaron en la mira del país. El Presidente Belisario Betancur vio en Maza Márquez la mano dura que se requería para combatirlos y lo promovió del F-2 a la dirección del DAS. El general comenzó la persecución de raíz: los laboratorios de Puerto Boyacá y La Dorada desde donde salía la coca de exportación. El mismo bautizó, coordinó y estuvo al frente de dos importantes operaciones: Paime y Primavera. Su nombre empezaba a convertirse en una leyenda que aparecía reiteradamente en la libreta que cargaba en el bolsillo de sus camisas Pablo Escobar Gaviria como el blanco de todas sus batallas.
El Cartel de Medellín anunció una recompensa de dos millones de dólares por su cabeza. El Estado le garantizó un esquema de seguridad de cincuenta efectivos para protegerlo y Maza Márquez se convirtió en el escudo de protección del Presidente Barco quien literalmente le confió su vida y la de su familia. Durante su gobierno, entre agosto de 1989 y abril de 1990, balas disparadas desde distintos flancos terminaron con la vida de tres candidatos presidenciales: Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo y Luis Carlos Galán. Una variable común unía los tres atentados: el DAS en cabeza del general Maza descuidó los esquemas de seguridad.
A principios de agosto de 1989, fue nombrado de manera inconsulta, como jefe de seguridad del Luis Carlos Galán el subteniente de la policía Jacobo Alfonso Torregosa Melo. Galán estaba en los ojos de la mafia por su compromiso de enfrentarla como prioridad de campaña. La viuda del líder asesinado, Gloria Pachón, recuerda que a Galán nunca le gustó Torregosa. Las condiciones de seguridad en la plaza de Soacha ese viernes 18 de agosto de 1989, eran las peores. La gente se acercaba hasta tocarlo sin que nadie se interpusiera y Torregosa se esfumó. No estaba junto a él en la tarima, cuando los sicarios contratados por el paramilitar Henry Pérez le dispararon justo en la parte del cuerpo que no estaba protegido por el chaleco antibalas. Durante veinte años señaló como único responsable a Pablo Escobar.
En la mañana del 22 de abril de 1990, Bernardo Jaramillo Ossa llegó al Aeropuerto El Dorado para tomar un avión hacia Medellín. Días antes, después de la masacre de seis líderes de la Unión Patriótica en Mutatá, Antioquia, el candidato presidencial le había pedido al DAS reforzar su seguridad. Cuatro balazos que salieron de una Mini Ingram 380 accionada por un niño de 16 añosacbaron con el candidato de la Unión Patriótica quien se perfilaba como una opción serían de la izquierda colombiana. “Me mataron estos h.p., muchacho, no siento las piernas —le dijo Jaramillo Ossa, a su compañera Mariela Barragán y a su escolta del DAS mientras lo llevaban al hospital—. Los h.p. me mataron”.
Veinte días después, en un avión con rumbo a Barranquilla, caía otro candidato presidencial: Carlos Pizarro, quien había entregado las armas de la guerrilla del M-19 para ganar en las urnas. Jaime Alberto Gómez Muñoz, el jefe de escoltas designado por el DAS, disparó sobre el sicario cuando éste estaba neutralizado, callando para siempre al único testigo. Los sospechosos de estas dos últimas muertes fueron los hermanos Fidel y Carlos Castaño, jefes del naciente grupo paramilitar que se convertiría en las Autodefensas Unidas de Colombia.
Los tres crímenes quedaron envueltos en un manto de impunidad, en el que solo se logró identificar al sicario. Pero en el 2009 la Fiscalía de Eduardo Montealegre comenzó a esculcar los expedientes y encontró los cabos sueltos que señalaban a un responsable: Miguel Maza Márquez, el héroe que combatió a Pablo Escobar.
El Fallo contra Maza Márquez, de 267 folios emitido por la Corte Suprema el 24 de noviembre de 2016, destaparon los vínculos del General con el jefe paramilitar Henry Pérez. Además remarcaba Jaime Eduardo Rueda, el hombre que disparó contra Galán, tenía conexiones con el DAS hasta el punto que cuando se había escapado de la cárcel Modelo, en febrero de 1989, había sido ayudado en su huida por detectives de la institución. El cambio de jefe de seguridad de Galán fue una decisión del DAS. Miguel Maza Márquez, el héroe, fue condenado a 30 años de cárcel, por concierto para delinquir y homicidio con fines terroristas el 26 de noviembre del 2016.
El caso de Carlos Pizarro apenas empieza ponerlo en la mira, después de la detención del escolta comprometido con su seguridad. Gracias a la persistencia de su hija María José Pizarro, la Fiscalía desempolvó el expediente y ordenó la captura de Jaime Ernesto Gómez, el escolta del DAS quien remató al sicario de Pizarro y lo cayó para siempre.
Esta semana le cayó encima un nuevo expediente al general Maza Márquez quien no logra días de calma en el Centro de Capacitación de la Policía Nacional donde paga su condena de 30 años. Nuevamente la responsabilidad de la muerte de Bernardo Jaramillo Ossa Maza, a los 27 años de haber sido enterrado, recae sobre la protección que debió suministrarle el DAS de Maza Márquez. Su historia de héroe de la patria será definitivamente borrada por la del villano que por decir lo menos permitió el asesinato de tres candidatos presidenciales frente a quienes tenía una única obligación: cuidarlos.