Reinas de belleza y celebridades son algunos de sus clientes. Ser maquillado por el japonés Kodo Nishimura es un privilegio que pocos pueden darse. Sus días transcurren de New York a Tokio, entre rímel, labial y una túnica budista. Sí, Kodo es monje budista, afamado maquillador profesional y activista de la comunidad LGTB.
¿Habrá algo más opuesto a los preceptos budistas que priorizan el ser interior, que el mundo del maquillaje que se basa en la apariencia? Nishimura cree que el budismo promueve el equilibrio en el corazón, la honestidad consigo mismo y la felicidad de hacer lo que se ama. Para ello tiene una teoría: “el maquillaje es una herramienta que hace felices a las personas, y es más fácil que alguien feliz sea amable. La amabilidad y el budismo son armonía”. Kodo busca inspirar a las personas a aceptarse como son: “creo que quien se acepte y conozca, se convierte en la luz de la vela que ilumina a alguien más”.
Siendo niño le ayudaba a su padre (un monje budista) en las labores del templo, mientras en casa probaba a escondidas el maquillaje de su mamá. Sentía que no podía expresar quien era. Terminó la escuela secundaria y se mudó a New York. Allí, pudo mostrar su verdadero yo y estudiar maquillaje. Experimentó una gran liberación. Después de siete años en los Estados Unidos, surgieron preguntas sobre el propósito y el significado de la vida. El budismo le ofrecía las respuestas. Decidió volver a sus raíces como un arma de crecimiento personal.
Regresó a Japón e inició su entrenamiento en el monasterio. Mientras se preparaba, temió que otros monjes de la comunidad fueran degradados por su culpa. Dudó si hacía la correcto. Su conflicto fue apaciguado con la orientación de su maestro: “Si ser quien eres y usar maquillaje y joyas te ayuda a transmitir el mensaje budista de igualdad, no lo veo como un problema”. Ya convencido, terminó sus estudios y comenzó su vida como monje unos años después.
El budismo es una de las principales religiones de Japón, siendo una de las más diversas del mundo dada la cantidad de sectas y escuelas en las que se divide. De forma común, comparte las enseñanzas que conducen a la tolerancia, la felicidad y la armonía, pero tiene diferentes enfoques según su ramificación. En el abanico de posibilidades, hay sectas que se aíslan, promoviendo una vida de férrea disciplina y celibato entre sus monjes, pero otras, tienen normas completamente distintas.
Particularmente en Japón, algunas sectas le permiten a sus monjes disfrutar de una sexualidad no dañina, ya que lo consideran normativo. Explican que Buda trazó una línea entre el sexo lícito y el ilícito, sin que este último se relacionara con gustos o preferencias sexuales, sino con conductas sexuales inapropiadas (acciones sexuales coercitivas, acoso sexual, abuso sexual infantil y adulterio). Estas mismas sectas han ordenado como monjes y clérigos budistas a personas de la comunidad LGTB y han mostrado su apoyo a los matrimonios igualitarios.
Varias sectas están de acuerdo en que sus monjes (hombres o mujeres) puedan casarse y tener hijos después de la ordenación. Para este caso se creó una figura donde el monje vive en el templo que administra junto a su cónyuge e hijos, quienes a su vez asisten en los rituales y suelen heredar la administración del lugar. Kodo, quien aún no está seguro de querer heredar el templo de su padre, regresa a Japón dos veces al año para ayudarlo en eventos religiosos.
Estas mismas sectas, permiten usar ropa no religiosa fuera del templo y tener un segundo trabajo. Además de Nishimura, no es infrecuente encontrar monjes que ejerzan otras profesiones: doctores, cineastas, catedráticos y hasta bármanes. Ese es el caso de Yoshinobu Fujioka y Gugan Taguchi, dos monjes budistas que han estado al frente del bar Vowz, en la ciudad de Tokio, durante quince años. La idea de abrir el bar surgió por el deseo de hacerse centrales en su comunidad, llegando a la gente de una manera diferente. Algunas de las personas que frecuentan el bar, simplemente piden orientación e inspiración de los monjes, mientras ellos preparan una copa entonando sutras.
Más allá de la religión (o la no religión) que practiquemos, el verdadero mensaje de los diferentes cultos debería centrarse en la tolerancia, el respeto y el amor. La religión tendría que ser capaz de adaptarse a los cambios sociales, a la modernidad y a las necesidades de sus adeptos. Ser feliz debería ser lo más importante en los rituales, sin que hubiese reglas o leyes que pudieran evitarlo. Al fin y al cabo, ser un buena persona es la verdadera religión.