Gardel, golondrina con fiebre en las alas

Gardel, golondrina con fiebre en las alas

El pasado 11 de diciembre se celebró el Día Nacional del Tango en Argentina. A propósito de esto, un texto dedicado a Gardel, una golondrina que voló alto

Por: Laura Cecilia Bedoya Ángel
diciembre 13, 2021
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Gardel, golondrina con fiebre en las alas
Foto: Wikimedia

“Es verdad que las golondrinas

van a establecerse en la luna?

se llevarán la primavera

sacándola de las cornisas?”: Pablo Neruda

 

Siempre me ha parecido que escribir sobre Carlos Gardel es difícil, porque alrededor de su figura mítica se han agrupado muchos estudios y todos, o casi todos, importantes; sin embargo, cómo no decir algo sobre el cantor que abrió la puerta a la poesía del tango con el eco de su infinita voz.

Dicen lo mucho que le gustaba Golondrinas, un tango escrito por Alfredo Le Pera al que Gardel le puso música. Es notoria además su repercusión, pues removió el recuerdo de aquella población del Río de la Plata que había migrado como estas aves, no del frío solamente, sino de la llegada del invierno a sus vidas y países, además de la búsqueda de nuevas oportunidades.

Y para que quede claro este tema, voy a traer una reseña de las golondrinas; reconocidas como aves de todos los continentes, son llamadas migratorias puesto que se alejan de la temporada fría para regresar a la estación siguiente, fueron un alivio para los marineros en la antigüedad porque eran señal de la cercanía de tierra firme. Ellas aparecen en Las metamorfosis de Ovidio y en un poema de Gustavo Adolfo Bécquer La Rima XIII Volverán las oscuras golondrinas.

Ahora habrá que ver una cosa rara que en esto de los vuelos no solo se recuerden las aves, sino que nos llevan hasta la mitología griega, en la que se cuenta que estando presos Dédalo y su hijo Ícaro en la isla de Creta por el rey Minos, el primero fabricó unas alas para que ambos consiguieran la libertad, eso sí advirtiéndole de no volar muy bajo porque se mojaría con la espuma del mar, y no podría volar ni buscar la altura puesto que quedaría cerca del sol. Pero fueron inútiles las precauciones del padre porque Ícaro se fascinó con el vuelo y subió hasta muy cerca del sol, el calor derritió sus alas de cera y el joven cayó al mar.

Evoco este pasaje mitológico precisamente en el punto en el que se han perdido las alas por querer volar tan alto, que me lleva hasta una nota de Simón Collier (biógrafo de Gardel). “Él que tenía como uno de sus preferidos el tango Golondrinas, cuando llegó el féretro al puerto, bajó de lo alto del buque por una cuerda, con el temblor del ala de la golondrina”. Con fiebre en las alas el cantor había conquistado la gloria en lo más alto de su vuelo, entró en la dimensión de un tiempo sin tiempo, que no es otra cosa que la eternidad.

Después de estas consideraciones, es preciso volver al tango que nos ha convocado y hacer una estación ante estos versos:

“Golondrinas de un solo verano

con ansias constantes de cielos lejanos.

Alma criolla, errante y viajera,

querer detenerla es una quimera...

Golondrinas con fiebre en las alas

peregrinas borrachas de emoción...

Siempre sueña con otros caminos

la brújula loca de tu corazón (...)”.

Paso a mirar las líneas que acabo de dejar ya que podrían considerarse como autobiográficas y lo digo por el deseo del cantor de viajar a enseñar esta formación musical que recién estaba estrenando el mundo; aunque cuando dice el verso “siempre sueña con otros caminos”, vamos hacia el campo de las imágenes, en este caso el cine, donde las cintas eternizarían además de su figura, el movimiento, los gestos del cantor y en fin su actuación en los filmes que todavía nos atrapan en la pantalla.

Fue un artista dotado además de una gran capacidad compositiva que en conjunción con un número importante de poetas y letristas puso su canto al servicio del tango, entonces la radio, las casas grabadoras se empeñaron en guardar su voz. Las sillas de los cafés lo esperaban cada noche, lo mismo que sus amigos y el teatro, en fin, que su vida estaba repleta de hechos, hasta que se cumplió la cita con la fatalidad y había que pensar en seguir adelante sin el Mago.

“Por raro capricho del destino Gardel recorrió muerto el mismo itinerario que él mismo se había fijado en la vida”. (1) La suerte final se acomodó al verso de uno de sus tangos: “Es una caravana interminable”. Partió desde una tumba vecina, la del escritor Jorge Isaacs en Medellín, hasta llegar al lugar donde ha sido salvado del olvido.

(1) Palabras de Enrique Defino citado por Collier, Simón. Carlos Gardel. Su vida, su música y su época. Editorial Hermes, S. A., 1989

 

 

 

 

 

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