Cuando en Colombia escuchamos hablar de mafiosos, quizás lo más normal es equipararlos con los “narcos”. Cuando pensamos en los “narcos”, se nos viene a la cabeza un personaje un tanto bonachón, que ha hecho una gran fortuna por medio del riesgo... un personaje intrépido, también violento y riguroso en sus decisiones, tanto así que nadie podría llevarle la contraria porque en el mejor de los casos moriría. Por excelencia, para nuestra triste realidad tenemos varios representantes de esa mafia: los Rodríguez, los Ochoa y, por supuesto, el famosísimo Pablo Escobar.
Por otra parte, tenemos los “gángster”, palabra se deriva del inglés gang que viene a significar pandilla o banda. Por lo tanto, un gánster es un criminal profesional, miembro de una organización igualmente criminal. Estéticamente, este tipo de criminal es algo distinto al que vimos en Colombia en los años noventa. El gánster, como nos lo ha vendido la industria cinematográfica de Hollywood, es un personaje refinado, que viste de traje, sombrero y corbata. Tiene un gusto exquisito por el buen licor, los puros y la música. Un personaje, estilizado y refinado, sofisticado y elegante, diferente a ese Escobar y esos “narcos” dicharacheros y jocosos del común. Inclusive ahí, los “gringos” desarrollaron su publicidad para hacer sentir al colombiano inferior, pero la realidad supera la ficción.
En la película American Gangster, el actor Denzel Washington interpreta este personaje refinado, estilizado, metódico, disciplinado y de buen gusto, que por medio del trabajo constante, serio y dedicado logra levantar un imperio del crimen. Sin embargo, es irrisorio su papel y su poder frente a los verdaderos gánsteres y también frente a los gánsteres latinoamericanos, pues Frank, como se llamaba el personaje, inició un negocio en unas cuantas calles de venta de heroína, que con el tiempo extendió a todos los Estados Unidos o a casi todo el territorio, pero eso no tiene nada que ver con otros personajes que han llegado a tomar para sí países enteros.
Los gánsteres latinoamericanos son personajes muy poderosos, mucho más que el american gangster, sin duda alguna. Crearon constructoras que no construían y que cobraban como si el Templo de Salomón edificaran, y si usted investigaba, decía algo o criticaba, lo más normal era no despertar y aparecer ante todos como “fallecido de muerte natural” después de un sorbo de agua que el cianuro besara.
Estos personajes, para colmo de nuestra desgracia, son vistos como prominentes hombres de negocios, exitosos empresarios, astutos negociadores, emprendedores sin límites, de un ingenio sin igual, cuando en realidad no son más que delincuentes gavilleros pues sus empresas no son producto del ingenio, nada nuevo aportan, no generan tecnología, ni saber, ni progreso. Son mercaderes que se apoderan del dinero público, es decir, del dinero que todos nosotros aportamos al Estado, esos personajes se lo roban, sí, así, sin más.
Por otra parte, es necesario decir que esto no es un fenómeno solo de la imbecilidad de los colombianos, que tenemos desde hace mucho tiempo estos “grandes hombres de Estado” en el poder, no. Al sur de nuestro país, en el país más grande del continente un cartel acaba de ganar el poder y a nuestro oriente, otro cartel está haciendo de las suyas desde hace ya un tiempo. Tanto así, que recuerdo un hombre crédulo de la revolución, justo y comprometido con aquellos ideales, que este 30 de noviembre cumplirá (desgraciadamente) un año de detención, sin que haya tenido siquiera derecho a un juicio. Y lo mismo ocurre en el país carioca, en el sur, en donde un nordestino de origen humilde y trabajador, amante de su pueblo, está preso sin razón. Pero para consuelo de tontos, podemos decirnos, que por lo menos, no les han dado un trago de cianuro para ganar la redención.
Tenemos unos grandes gánsteres latinoamericanos, que les han heredado a sus hijos grandes negocios, que llaman por teléfono a pedir explicaciones por los comentarios de sus matones, y otros más que fundan bancos, otros son abogados o fiscales y dicen que le hacen un bien a la patria. También tenemos por supuesto, un bufón que canta y ríe, que hace monerías y juega con un balón. Pero, ante este panorama de circo, el pueblo digno ha de levantar su voz.
En este diciembre que se acerca, entre nuestros cantos alegres, movilizaciones y luchas, nuestros abrazos fraternos y amorosos llevarán a crear los lazos necesarios para hacer de Colombia, nuestra Colombia, una bella nación.