Sí, finalmente Lula ganó la primera vuelta, por cinco puntos sobre Bolsonaro. Sin embargo, las firmas encuestadoras erraron. Algunas daban a Lula ganador en primera vuelta y la mayoría pronosticaba una abultada ventaja, superior a 10 puntos.
La campaña de Lula hizo campaña, sin éxito, al voto útil con el fin de persuadir a los votantes de Simone Tebet, que finalmente obtuvo el 4% y de Ciro Gomes (3%), la una calificable como de centro derecha, ambientalista y feminista, y el otro como socialdemócrata, centro izquierda.
Ganó Lula, encabezando una coalición de amplio espectro de diez partidos y movimientos y quizás el 30 de octubre, con la ayuda de parte de los votantes de Gomes y algunos de Tebet, podrá vencer al actual presidente.
Lo cierto es que a Bolsonaro le fue mucho mejor de lo que en sus huestes mismas se esperaba. Mayor fuerza en el Congreso de su Partido Liberal (se elegía la tercera parte del Senado y la totalidad de la Cámara baja), más gobernadores apadrinados por él (incluyendo el de Río), convirtiéndose en el líder indiscutido de una de las partes de un Brasil polarizado que ve en él el portavoz del “Vade retro Satanás” contra el comunismo.
Sorprendente lo de Bolsonaro, que alentó políticas depredadoras frente a la Amazonía, que se muestra nostálgico de la dictadura militar que en el 64 tumbó a Joao Goulart, machista sin vergüenza alguna y siempre cínico frente a la mortandad ocurrida durante la pandemia, multiplicada por sus infames políticas y una secuencia de ministros de salud sin capacidad de hacerle frente. Y, más grave, el anuncio de desconocer los resultados al estilo Trump en el 2020 y la amenaza de promover una ola insurreccional.
Más allá de los detalles de la política en el Brasil, es probable que se hayan registrado fenómenos como el del voto abultado “vergonzante” (“me da pena decir que voto por Bolsonaro”) y también el de sectores subrepresentados (por ejemplo, millones de brasileños de alta calificación que, a raíz de la pandemia, trabajan desde sus casas y cuyo peso se desconoce en las encuestas). Las hubo que le conferían a Lula una ventaja de 15 puntos, de modo que es muy probable que estos dos fenómenos sí se hayan presentado.
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El hecho de bulto, válido en Chile, en Brasil y en Colombia es que los sectores que no se identifican con Boric, Lula o Petro tienen peso importante que no puede ser desconocido
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El hecho de bulto, válido en Chile, en Brasil y en Colombia es que los sectores que no se identifican con Boric, Lula o Petro tienen peso importante que no puede ser desconocido. Centro, centro-derecha, derecha que no se identifican con aquellos. Las votaciones del plebiscito chileno, las presidenciales colombianas y las de ayer en Brasil lo indican.
Que en Colombia el ingeniero Hernández no hubiera dado la talla para convertirse en líder de la oposición no significa que no existen amplios sectores que tienen gran peso en la vida social y económica del país, que no le caminan a la corrupción, que desean la paz y que no se pueden encasillar como enemigos del cambio.
Una, tan solo una enseñanza: que funcionarios y congresistas bajen el tono arrogante, que busquen agendas que consigan comprometer sectores y actores, incluyendo el empresarial, necesarios a la hora de hacerle frente a los grandes desafíos de nuestra sociedad en una época de un entorno mundial difícil y complejo. Solo para mencionar dos elementos: según el Banco de la República, creceremos a menos del 1 % en el 2023 y nadie sabe cuál será el desenlace de la guerra de agresión contra Ucrania.