Ganó la propuesta democrática del cambio, ahora a sellar la victoria

Ganó la propuesta democrática del cambio, ahora a sellar la victoria

Fajardo y Petro irrumpieron para arrebatarle el poder a las elites tradicionales y en un muy corto tiempo lograron derrotar la dinastía Lleras

Por: Manuel Humberto Restrepo Dominguez
mayo 28, 2018
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Ganó la propuesta democrática del cambio, ahora a sellar la victoria

Por una misma autopista de dos carriles llegaron las mayorías que creen, necesitan y esperan un cambio, no solo en la política, sino en el modo de construir democracia, soberanía, paz y país. Las cifras de la apuesta por el cambio sellaron una contundente victoria en las urnas y provocaron la derrota fulminante de la primera dinastía en el poder conformada por la casa Lleras y sus asociados López y Santos, mostrando que podrán derrotar sin problema al fantasma del régimen uribista que encarna a una ultraderecha dispuesta a mentir y engañar para hacerse al poder total, que no esperan compartir con nadie como en cualquier dictadura civil del siglo XXI.

Por un carril llegaron las fuerzas de la Alianza Verde con los nombres de Sergio Fajardo y Claudia López a la cabeza de jóvenes, intelectuales, universitarios, mujeres y amplios sectores de la llamada clase media y ofrecieron un marco de heterogeneidad, ética, respeto y ánimo transformador y reivindicaciones por derechos aplazados, libertades negadas y oportunidades y dispuestos a combatir el continuismo de corrupción y clientelismo. Por el otro carril llegaron las fuerzas de la Colombia Humana, lideradas por Gustavo Petro y Ángela María Robledo, que dieron cuerpo a una sólida avanzada de unidad de múltiples experiencias de sectores populares, jóvenes, universitarios, mujeres, indígenas, campesinos y procesos organizativos del movimiento social y político que reivindican dignidad y derechos.

Las dos fuerzas tienen en común la defensa de la vida y de la dignidad, para las dos existe un sentido de humanidad, de ética, de decencia, de respeto y de reconocimiento del otro y de lucha contra la muerte provocada por el odio y la vocación guerrerista. Para ambos urge darle comienzo a este siglo XXI con la paz merecida después de terrible tragedia humana, jamás padecida en democracia, por pueblo alguno de américa y alentada con falsedades, odio y manipulación de emociones en favor de la venganza, impulsada por la visión del régimen Uribe que supo instalar en el inconsciente de los más débiles el temor y el miedo para sacar ventaja. La finalidad de las dos fuerzas del cambio, es contraria, su objetivo para ambas es promover la esperanza por un destino propio, que alcance la grandeza que tiene merecida el país más rico de américa, pero también el más saqueado y humillado por los genocidios cometidos, los vejámenes del día a día y la manera como ha sido sistemáticamente engañado por las elites, que lo venden todo afuera y dicen protegerlo adentro.

Entre las dos maneras democráticas de pensar y gobernar al país, basadas en derechos, autonomías y libertades, hay más elementos a favor que en contra, lo que sin lugar a dudas, permitirá confluir en el propósito de organizarse como una sola fuerza de cambio para enfrentar y ganar la segunda vuelta electoral y derrotar de manera significativa y también contundente a la dinastía emergente de la ultraderecha, que no cree ni en la paz, ni en los derechos y que promete libertades restringidas y un país dividido entre ellos (los buenos) y los terroristas (los demás) y cuya amenaza más letal es la de que llegarían al poder para quedarse siquiera por los siguientes 50 años. Sus listados de elegidos ya ofrecen de antemano en los turnos del acecho al poder nombres como Ordoñez, Londoño, Valencia, Lafaurie, que imposibilitarían a cualquier fuerza progresista y democrática el mínimo acercamiento al control del poder público como Cortes de Justicia, entes territoriales, corporaciones públicas, universidades. No cabrían allí ni demócratas, ni intelectuales, ni tampoco nombres de los jóvenes delfines (Galán, Gaviria, Luna) que habían empezado la fila en las dinastías liberales derrotadas.

La tarea de rehacer el tejido de la unidad entre las dos fuerzas democráticas, cuyo espíritu y necesidad de cambio es el mismo, exige disposición de lucha conjunta, pensar al país por encima del interés ideológico y del programa político de cada uno y entender que aquí no hay centro ni tampoco izquierda extrema, hay sumas de partes, necesitadas de ganarle el poder a las elites en su versión de ultraderecha. El ejercicio será de prudencia y genuina franqueza diplomática, para concertar la nueva unidad que cohesione a la Coalición con la Colombia Humana, para salir juntos a conquistar a las bases, a los grupos medios de las dinastías derrotadas, a los abstencionistas y a sectores populares como los que recibieron viviendas del estado, apoyaron al vicepresidente o respaldaron al presidente, luego del fracaso de la alianza Vargas-Santos, están libres de las ataduras del clientelismo y en su condición actual, estarían más cerca de la esperanza del cambio, que del régimen del odio, como igual ocurre con los sectores y personalidades afines a la paz que encarnó responsablemente Humberto de la Calle, gentil hombre traicionado por algunos de los suyos a mitad de camino (Gaviria). De igual manera, hay otro incontable número de gobernantes locales, empresarios medios y parlamentarios que por sus manifestaciones de compromiso con la búsqueda de garantías a derechos o de una paz estable y duradera han sufrido persecución, falsedad y amenazas de la ultraderecha.

Las sumas posibles son irrefutables, ganó la primera vuelta la propuesta de cambio, que llegó a la meta por los dos carriles con cerca de la mitad de los votos totales, para alentar la meta siguiente de triunfar en segunda vuelta. Las cifras esperadas para completar la tarea emprendida superan la mitad más uno y ahora la prudencia, generosidad y respeto de los delegatarios y las bases sociales y políticas tienen a cargo remover barreras subjetivas que a veces logran superar las realidades objetivas impidiendo acuerdos, que con sentido común son necesarios.

La Colombia Humana en una franca mezcla que logre trabajar con la coalición Colombia está encargada de liderar el proceso de cambio, por el que más de la mitad del 52% que fue a las urnas así lo quiso con  los votos de los dos carriles de una misma autopista. Las cifras las completa el apoyo a conquistar en los sectores democráticos, movimientos sociales, liberales y conservadores independientes, intelectuales, mujeres, jóvenes, campesinos, obreros, desempleados, viviendistas, medios alternativos de comunicación, inconformes, indignados, desempleados, jubilados, víctimas y cansados de la ofensa a los sentimientos y la inteligencia propiciados por la ultraderecha. La autopista de la gran Colombia de este siglo superó la mitad de los votos y hay entusiasmo, esperanza y potencia suficiente para volver a hacerlo otra vez el 17 de junio, que marcará para siempre la entrada a la vida en paz de una nueva Colombia y a partir de ahí desde la presidencia de la República reconstruir la esencia misma de la política, como multiplicidad de voces, que en la diversidad edifiquen condiciones para vivir iguales y diferentes, con el máximo de respeto por la vida, honra y bienes de sus habitantes y la defensa de la vida del planeta entero. Las dos fuerzas democráticas irrumpieron cada una desde su carril de partida para arrebatarle el poder a las elites tradicionales y en un muy corto tiempo lograron derrotar la dinastía Lleras, cuya imagen proyectada era la una maquinaria invencible, un buldócer con capacidad para arrasarlo todo. Su caída es significativa para el país como la caída del muro de Berlín para el mundo, alienta el paso siguiente que será la derrota del proyecto de ultraderecha que mezcla partes del país legal y del construido con despojo y barbarie.

 

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