Hay euforia en el Gobierno por las cifras de pobreza publicadas recientemente por el Dane. El total de pobreza en el 2013 se ubica en 30,6% cuando en el 2012 era 32,7%. Aunque una de cada tres personas todavía sufre el flagelo de no tener suficientes medios para satisfacer todas sus necesidades básicas, debe reconocerse, como lo afirma el Gobierno, que 820.000 personas han dejado de ser pobres en el año anterior. Como dato interesante debe anotarse que el mayor descenso de este indicador se registró en las zonas rurales del país, las más pobres de todas, donde 161.000 personas dejaron de estar en esta categoría. En ese mismo sentido, entre más grandes las ciudades menor ha sido la reducción de la pobreza.
Aquel sector de la población que ni siquiera puede garantizar su alimentación diaria, indigentes, también se redujo a nivel del país del 10,4% al 9,1% y de nuevo fueron las zonas rurales las de mayor descenso pero donde aun se concentra la mayor proporción de personas en pobreza extrema: 19,1%, en el 2013. Es decir, casi una de cada cinco personas que residen en el campo colombiano puede clasificarse como en situación de pobreza extrema. Demasiado para este país y para cualquier otro, pero sin duda son buenas noticias para Colombia que se ha caracterizado por sectores demasiado grandes de población debajo de la línea de pobreza. Esta es la parte feliz de la historia y por consiguiente la que ha recibido toda la atención del Gobierno empezando por el presidente Santos y la mayoría de los medios de comunicación. Estamos en campaña, que no se olvide ese pequeño detalle. Y estas cifras son un elemento positivo para la reelección.
Sin embargo, no todo es felicidad y como siempre sucede el Gobierno deja a un lado esta parte oscura del diagnóstico. El coeficiente de Gini que mide la concentración de ingresos en el país y que constituye una de las mayores vergüenzas nacionales, no se movió un ápice entre el 2012 y el 2013. Lo dice el Dane en el mismo informe que publica las cifras ya mencionadas y ampliamente divulgadas. La pregunta de fondo es por qué si hay menos pobres la concentración de ingresos sigue siendo tan alta. Viene a colación una explicación de un importante asesor de la actual presidenta de Chile Michelle Bachelet, frente a las protestas de los estudiantes que pusieron al país en jaque: “Lo que ha sucedido, dijo el asesor, es que le dimos mucho a los pobres pero le dimos más a los ricos.”
En Colombia la traducción debería ser ganaron mucho los pobres pero los ricos ganaron más. Eso es exactamente lo que puede estar pasando en este país. Al profundizar en el comportamiento de este indicador de Gini publicado por el Dane, aumentó la concentración de ingresos en las cabeceras municipales al pasar de 0,514 en el 2012 a 0,5117 en el 2013. Pero más grave, en las 13 áreas metropolitanas la concentración de ingresos aumentó mucho más. El Gini en las grandes ciudades se elevó del 0,4999 en el 2012 a 0,505 en el 2013. La mayor contribución al descenso en la concentración de ingresos se dio en las zonas rurales; su índice se redujo del 0,465 a 0,446 del 2012 al 2013. ¿Por qué el presidente Santos cuando celebraba el ‘éxito de su gobierno’ ignora los resultados que demuestran que en nuestras grandes ciudades cada vez los ricos tienen más?
Sin duda incomoda que en medio del descenso de la pobreza no se mejore la desigualdad profunda que afecta a la sociedad y que por el contrario en las grandes ciudades se concentren más los ingresos. Definitivamente, no es suficiente medir el éxito en términos de la vida de un país solo con cifras de pobreza. Claro que es fundamental que se reduzca el número de pobres pero si no mejora la distribución de ingresos en una sociedad tan desigual como la nuestra, ese descenso de la pobreza se vuelve vulnerable.
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