En el lobby de un hotel en Estocolmo, mientras esperábamos que un amigo atendiera la llamada del Presidente, Jaime Castro me dijo: “ese es el poder del poder”. Nuestro amigo daba consejos a solicitud de su interlocutor y logró convencerlo de que tomara medidas algo insólitas pero que después supimos fueron acertadas por los resultados.
Mientras avanzaba la espera y discutíamos sobre política Jaime Castro también me dijo otra cosa que he tratado de entender y aplicar pero que hasta ahora, después de las elecciones de la primera vuelta presidencial, apareció con claridad meridiana: “en política se puede ganar perdiendo”. El resultado de la votación mostró prácticamente un empate entre Fajardo, el candidato de centro y Petro, el candidato de izquierda. El candidato de la extrema derecha, Duque, le ganó a cada uno pero no logró una victoria contundente. Vargas, de derecha, se doblegó y De la Calle, de centro izquierda, fue barrido por el sistema electoral-encuestas y la maquinaria de su partido.
Voté por De la Calle en reconocimiento a su labor para lograr la paz. Como la mayoría del grupo con quienes estaba esperando los resultados de las elecciones había votado por Fajardo, observé sus miradas condescendientes pero de reproche contenido. Faltó mi voto para que su candidato pasara a segunda vuelta, se atrevieron a decir más tarde. Petro solo, pierde en segunda vuelta. Qué desastre, pensé.
En medio de la tusa me dije y quien se inventó que esas son “las reglas de la democracia”. No, al parecer los Atenienses una de las fórmulas que usaron fueron los sorteos para escoger gobernantes, que debían hacerlo en grupo y tenían la potestad de llamar a colaborar a especialistas para temas concretos. Al hacer nuevamente las sumas me di cuenta de que el país quiere un gobierno de centro y progresista, no quiere la extrema derecha, no quiere las maquinarias, no quiere la corrupción, quiere la democracia, la paz y mejorar las condiciones de vida.
Si Petro sabe que seguro pierde si se enfrenta solo contra Duque, para qué seguir adelante, sufrir una derrota estruendosa y cancelar el futuro como le pasó en Bogotá. Si el conocido entrevistador &, lo primero que hizo es dedicarle dos programas a Fajardo para tratar de que recomendara votar en blanco, alejarlo del escenario político, llevándolo a decir que su deseo es ser rector universitario, y apoyar, posiblemente desde allí, a sus compañeros de lucha en las elecciones departamentales y municipales que perderán frente a las maquinarias.
Las maquinarias se repliegan espantadas a rodear a Duque y su grupo, con quienes han mantenido fuertes diferencias. Saben que si Petro y Fajardo se unen se acabó la mermelada. La extrema derecha y los políticos tradicionales sí entendieron que fueron derrotados y que si el centro-izquierda se une pierden el poder, por eso salieron a correr para negociar los votos parlamentarios a cambio de favores y dar declaraciones sobre apoyos negociables.
Si se puede ganar perdiendo por qué no se supera el pensamiento simple, se evoluciona y acepta que se trata de una primera vuelta y que para no salir derrotados es necesario recomponer las fuerzas con el fin de responder a lo que el país quiere.
En un sistema parlamentario, con resultados electorales como los obtenidos en las pasadas elecciones, es obvio que para formar gobierno se haría un acuerdo centro-izquierda. En situación semejante, en Alemania, en las últimas elecciones, Ángela Merkel gastó cinco meses para lograr acuerdos programáticos y formar gobierno.
No tenemos ese tiempo.
Para salvar la paz, el bienestar y el desarrollo sostenible del país se necesita un gobierno de centro y progresista, se necesita que el país pierda el miedo que le han metido con Petro y sus salidas en falso, se necesita que las fuerzas que lo apoyan estén representadas en el poder, se necesita que Fajardo asuma la dirección de su movimiento y escuche la opinión de más de cuatro millones y medio de personas que quieren moderación, justicia, educación y ética, no improvisación, ni aceleres. Se necesita que quienes rodean a Petro y a Fajardo dejen viejos rencores, rigideces, prejuicios, visiones personales, politología, sesgos ideológicos y no exijan más consultas eternas y opiniones que seguramente evidenciarán razones para no hacer acuerdos, desconfiar, dudar de la interpretación del otro y perder.
Se necesita que Petro abra las puertas e invite a Fajardo y a De la Calle (son las cabezas elegidas) para llegar a un acuerdo sobre un gobierno compartido, de coalición, no de repartición de ministerios, puestos y favores, como se entienden las coaliciones en el país. Se trata de aceptar que las dos grandes fuerzas comprometidas, de acuerdo con las votaciones tienen igual poder de representación y así debe ser el gobierno. Las fuerzas minoritarias también deben estar efectivamente y dignamente representadas. Se trata de convenir un programa de gobierno, nombrar ministros y demás funcionarios por méritos, respetar la Constitución y las Leyes y ajustarlas por medio de los mecanismos institucionales. Se trata de consultar, escuchar y que los ciudadanos participen en las decisiones. Se trata de impulsar un proceso de cambio hacia el desarrollo sostenible. Se trata de hacer un juramento solemne frente al país, de ser justos, ponderados y trabajar por el bien común.
Se trata de que un Presidente, fruto de un acuerdo como el que se necesita para llegar al poder en este momento, actúe en consonancia con sus colegas, sin arrogancia ni abusando de la autoridad del poder, pues es un poder compartido, relativo, es un servicio a la sociedad.
Lograr esto en pocos días, tal vez en horas, parece imposible si se mantienen los esquemas rígidos de la política tradicional. Es necesario evolucionar y rápido. Antanas Mockus, Jorge Enrique Robledo, Iván Cepeda y otros y especialmente las mujeres comprometidas en el proceso, en particular Ángela María Robledo, Claudia López, Clara López, Angélica Lozano, Juanita Goebertus y otras pueden jugar un papel definitivo para llegar a un acuerdo. Si esto se logra no solamente se puede llegar al poder. Se le puede mostrar al país una forma nueva de hacer política.
*texto dedicado a Maria Elvira Bonilla