Un estudiante de undécimo grado que decidió no acogerse al estudio en casa, por considerar que esa modalidad de atención escolar en tiempos de pandemia no llena sus expectivas formativas, me sirve de apoyo en esta ocasión para seguir analizando la situación educativa sui generis en la que nos encontramos.
¿Cómo debería concretarse la atención escolar en medio de la pandemia, de tal manera que se garantice alcanzar logros educativos que permitan enfrentar las fijaciones de la perdida o ganancia de año y el debilitamiento de la calidad académica a futuro por no hacer lo acostumbrado?
Si a todos la suspensión de la presencialidad escolar y sus efectos nos tomó sin preparativos para responder adecuadamente a las nuevas circunstancias de atención educativa, ¿qué debería hacerse en medio de esta crisis para elaborar esquemas que respondan a las características y exigencias del momento?
Cuando aun las circunstancias generadas por la nueva pandemia no han sido asimiladas, hasta el punto que en el mundo escolar hay personas que no conciben aquella sin notas, calificaciones promediadas y periodos temporales inamovibles, entre otros aspectos sin los cuales para muchos no se puede decir que se está estudiando de verdad, las formas con las cuales se está respondiendo a la situación, brindan insumos para evaluar las bondades y falencias de lo que se hacía antes de la atención en casa.
Como también, identificar que debería quedarse de esa modalidad educativa e incorporarse a la presencialidad, si es que se retoma 100% esa forma de escolaridad o como se vislumbra, nos quedaremos en un escenario pos-COVID-19, en donde a partir de las lecciones que va dejando este transito por la vida, continuamos haciendo parte de un sistema escolar al cual la pandemia de moda lo obligó a incorporar funcionamientos que pudieron haberse implatado antes.
El articulo 4 del Decreto 1290 de 2009, por ejemplo, contiene aspectos que, pese a haberse establecidos en los Sistemas Institucionales de la Evaluación de los Estudiantes (SIEE), no han sido empleados suficientemente.
Los usos pedagogicos de las tecnologías digitales, lo mismo que el acceso a bases de datos o el fomento de los aprendizajes autonomos, han estado ahi, en medio del atornillamiento de la dinámica escolar alrededor del predominio del accionar docente en la interacción física con los estudiantes y las limitaciones de ambos para acceder a conectividades masivas que el gobierno nacional no ha podido instalar.
La estrategia de flexibilización curricular con la cual el gobierno de turno respondió en el marco de la emergencia sanitaria, no ha sido mas que una acción oportuna del Ministerio de Educación Nacional (MEN) para desempolvar lineamientos curriculares pensados desde los años 90s en el marco de las reformas que demandó la inserción de Colombia en la internacionalización de la economía.
El decreto antes citado es uno de esos dispositivos legales que recuperando una concepción de la evaluación educativa vanguardista, no ha sido acoplado a la cotidianeidad escolar porque tanto docentes y sus directivos no lo han asumido en rigor.
Las corrientes constructivistas que se volcaron al mundo escolar como los enfoques pedagógicos mas sintonizados con los requerimientos de la sociedad del conocimiento que irrumpió de la mano con la globalización neoliberal, en parte quedaron esperando las capacitaciones continuas por parte del MEN.
Las mismas que deberían estar proporcionandose en este momento a los docentes y directivos, para ir aplicando al menos la flexibilización curricular recomendada por esa instancia estatal para incidir en la fijación de trasladar al trabajo de los estudiantes y familiares en casa la dinámica tradicional de lo que antes se realizaba en el aula de clases.
Que en realidad es lo que se hace, contrario al diseño y aplicación de verdaderas guias que al promover interacciones entre hogares y docentes alrededor de la contextualización y diálogos de saberes, erradiquen en todos, el encasillamiento de hacer en una situación imprevisible e inedita, lo mismo que se efectuaba, y no siempre acorde con lo que debería estar haciendose, en la anhelada normalidad.
Por eso, hasta las autoridades educativas mediante directivas y otros formalismos normativos rigidos, opuestos a la flexibilización que por otra parte recomienda sin que la practica de la atención en casa mayoritariamente se acerque a aquella, persisten en no perder el año, cuando en el fondo de todo esto, por las condiciones propias y únicas del momento en que vivimos, todos ya lo ganamos por el simple hecho de superar con creces las adversidades a las que estamos sometidos.
Las guias, portafolios, rubricas, proyectos y otros instrumentos que al lado de la autoevaluación hoy aparecen como los mas indicados para la atención en casa, vienen siendo empleados en el contexto de la concepción del aprendizaje autónomo por entidades como el Sena y establecimiento educativos, promoviendo con ello la desconcentración tutelar de la administración de la información en el desempeño docente.
Por esas razones, algunos no pueden desconectarse del esquema tradicional vinculado a la presencialidad escolar, pese a que antes y despues de romperse el vinculo tutelar con el transmisionismo educativo, pocos no hemos conocido los beneficios de los equipos y tecnologías de la comunicación digital.
Contrario a los vaticinios, la escuela no va a desaparecer por efecto del confinamiento en casa; tampoco el paso de la interacción escolar de la hetero a la auto y coevaluación, será la gran oportunidad para que el propósito privatizador neoliberal aseste el ultimo golpe demoledor a la educación publica.
Estamos asistiendo a un escenario de inevitable aprendizaje y ello tiene que hacerse a partir de la comprensión y ajustes a formas de desempeño no tan novedosas.