Está por estrenarse la última temporada de Game of Thrones -GoT-, y para quienes hemos seguido la serie, las expectativas, por supuesto, son enormes. Con ella nos hemos vuelto expertos sobre los juegos de poder y la política: las estrategias para convertir los amigos en enemigos, los adversarios en aliados, las derrotas en simples tácticas, los personajes como prescindibles; lo importante no es tener la magia, sino contar con las alianzas y los ejércitos. Nuestros sentimientos se han atado a personajes, con algunos hay empatía, amor, u odio visceral. Al final esperamos que algunos sean condenados, salvados, o triunfen.
Precisamente, por estas consideraciones es inevitable hacer una especie de paralelo con la situación de juegos de poder en Colombia. Y en efecto, las intrigas, las muertes, las traiciones, los cercos, las objeciones etc, abundan en nuestro país, incluso más que en la prolija imaginación de George Martin.
De todas ellas, quisiéramos hacer un paralelo con el asunto de la memoria y la verdad. Si se nos permite el juego de palabras, vamos a hablar del Game of Truths en la realidad de Colombia.
En la serie GoT hemos visto que quienes quieren obtener el poder o quienes quieren defenderlo basan su legitimidad en la tradición, la herencia, el derecho de sangre, o la predestinación. Esa legitimidad, en muchos casos, se usurpa, se consigue torciendo los hechos, cambiando las interpretaciones, y por supuesto, con el pago de sangre de quienes se oponen o son un obstáculo para la usurpación.
Y en Colombia sí que se sabe construir pasados legendarios y ficcionales para legitimar las cúpulas del poder. Las construcciones de realidades alternas, la invención de los hechos, el acomodo de las interpretaciones, etc., son algunas de las estrategias. Todo esto tiene un nombre que ya ha sido puesto en otros contextos, los asesinos de la memoria
Pero para una mejor comprensión, una pedagogía visual, utilicemos el esquema de la trama de GOT para explicar nuestro GOT Colombia: asesinos de la memoria.
No hace falta imaginar que el linaje de la casa –mejor la finca– ubérrimo quiere legitimar y construir su narrativa legendaria de su poder. Con el fin de construir argumentos de larga herencia de poder que esperan tener. Para tal fin ya han desplegado un conjunto de estrategias. Veamos algunas de éstas.
Cambiar las interpretaciones de hechos lejanos. Han empezado a resignificar hechos violentos del pasado. Por ejemplo, durante un tiempo se empezó a posicionar la narrativa que la masacre de las bananeras no fue una masacre –en la terminología actual sería una masacre con sentido social– sino un enfrentamiento entre dos bandos en guerra. No hubo víctimas sino caídos en combate o dados de baja.
Transformar la memoria en gestas de victoria. La única memoria posible para ellos es la escritura de de las gestas de batalla; lo memorable son las batallas, y los nombres de los combatientes, su sufrimiento y esperanzas; hazañas grandilocuentes con el nombre héroes militares. Las víctimas sí las hay, se convierten en el daño colateral, no individualizable, en el murmullo lejano.
Escribir una nueva historia: revisionismo. Por lo cual buscan apropiarse de las instituciones productoras de la escritura de la historia. Un ejemplo, entre muchos, fue el nombramiento del director del Centro de Memoria Histórica. Pero también la difusión por diferentes medios de esa nueva historia, y los “ejércitos” que replique en las redes sociales los nuevos hechos, las nuevas interpretaciones, etc.
Transformar a los contradictores en enemigos. La historias no solo hay que escribirla sino reescribirla. Y una de las tácticas utilizadas es la transformación del sujeto histórico. Por ejemplo, de los pueblos indígenas y las comunidades negras y afros se viene construyendo una narrativa que son grandes terratenientes; del sindicato de FECODE que adoctrinan a los estudiantes. Reescribir la historia significa también transformar las luchas sociales.
Judicializar las memorias no oficiales. Estamos llegando al punto de crear criterios de higiene discursiva: discursos y palabras prohibidas o permitidas; manuales de enseñanza que se deben respetar con disciplina militar.
La objetividad como censura. Bajo la premisa de la supuesta objetividad se señalan como tendenciosas investigaciones que afecten el nombre de los miembros del linaje; o se acusa de contaminados a quienes buscan la verdad de forma adecuada, por eso los continuos ataques a la JEP y la Comisión de la Verdad.
Volviendo a la serie GOT, hay algo que como espectadores nos relaciona con la verdad. Como espectadores hemos ido recogiendo los vestigios de verdad que van destilando las historias y tramas. De esa verdad nos vamos convirtiendo en guardianes. Sabemos quien hizo que para lograr algo, sabemos quién oculto, mintió, etc. Por eso, en la última temporada esperamos que esa verdad se complete, para poder tener toda la historia y que los personajes sean condenados o premiados en relación con esa verdad.
De la misma manera, con la historia, la memoria y la verdad del conflicto en Colombia debemos defender lo que hasta ahora se ha construido desde la voz de las víctimas; convertir los vestigios de verdad en las apuestas éticas de movilización social por la memoria y la verdad; y por supuesto la defensa de las instituciones que están en esa labor más allá del linaje de poder.