En Galeras, Sucre, los muertos siguen cayendo

En Galeras, Sucre, los muertos siguen cayendo

En 2021 han sido asesinados 199 ciudadanos en Sucre, según medios regionales. En este municipio, hace poco apareció un panfleto en el que amenazan a 21 personas

Por: Danis Cueto Vanegas
octubre 08, 2021
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En Galeras, Sucre, los muertos siguen cayendo
Foto: Facebook/@galerassucre

La tierra está mojada. Con las lluvias volvieron los asesinatos selectivos, los reclutamientos forzados, las amenazas, el miedo, el terror, la zozobra y los inútiles consejos de seguridad a Galeras, la aldea de colores ubicada en el centro geográfico de la subregión de la Sabana en el departamento de Sucre. Su ubicación en este espacio territorial ha sido, desde siempre, un atractivo para los grupos armados, convertido, hoy, en un macabro corredor del narcotráfico en poder del Clan del Golfo.

El pasado 29 de septiembre en San Andrés de Palomo, un corregimiento ubicado a quince minutos de la cabecera municipal, la tronera de los disparos de los sicarios rompió con la tranquila pobreza del lugar. El hecho criminal acabó con la vida de José Gómez Ruiz, un lugareño. Días atrás, otro ciudadano implicado en un incidente de violencia intrafamiliar, recibió una muenda descomunal; su espalda fue azotada cruelmente con la cadena de una motocicleta. El hombre fue hospitalizado. Las autoridades locales sindican al Clan del Golfo de ambos hechos.

Algunos habitantes, apretando los dientes, han denunciado la presencia de hombres armados en las calles de San Andrés, así como el reclutamiento de jóvenes, hombres y mujeres para engrosar las filas de las estructuras armadas que se pavonean por las calles de la desolación. Los jóvenes y algunos líderes religiosos de esta zona rural, armados de arrojo y valor civil, se congregaron en la plazoleta principal para exigirles a los violentos que cesen las hostilidades contra los pobladores y para que abandonen el lugar. Sus requerimientos parece que no fueron atendidos, pues, justo antes del amanecer del 7 de octubre, el canto de los gallos anunció la aparición de un panfleto intimidatorio en el que aparecen los nombres y apellidos de 21 ciudadanos, señalándolos de ser los cabecillas de la banda criminal del golfo y ofreciendo un millón de pesos por sus cabezas. En el mismo impreso se anuncia que “muy pronto estaremos publicando la lista de los integrantes del Clan en Pueblo Nuevo y Surbán”, otros poblados rurales de Galeras. Sobre este hecho las autoridades aún no tienen pistas de los responsables.

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El 6 de octubre en Puerto Franco, otro corregimiento situado a menos de sesenta minutos de la cabecera, las aguas desbordadas de las playas del río San Jorge, que desde hace algunas semanas tienen a este sitio, como al resto de La Mojana sucreña, en situación de emergencia, otro hombre, José Hernández Mesa, fue ultimado por las balas asesinas de los sicarios. Las autoridades, sindican por igual al Clan del Golfo de este hecho, pero su única estrategia para contrarrestar la influencia criminal de esta organización, por ahora, parece ser la creación de consejos de seguridad inocuos que indican el estruendoso fracaso de la política de seguridad del gobierno nacional.

La Mesa Municipal de Paz desde hace meses no se volvió a reunir. En Galeras, como en el resto del departamento, los muertos siguen cayendo. En lo que va corrido de este año han sido asesinados 199 —según informan algunos medios regionales— ciudadanos en Sucre; pero el gobernador Héctor Olimpo Espinosa, atrapado en el complejo entramado de corrupción de MinTIC con Centros Poblados y ahogado en la negligencia del gobernante que no conoce el significado de la palabra “grandeza”, sigue negando sin pudor el hecho evidente del reagrupamiento paramilitar en su departamento. ¿No es, acaso, el Clan del Golfo un residuo criminal de las organizaciones paramilitares que por décadas sembraron el terror y provocaron ríos de sangre en Sucre? ¿Al reducir al Clan del Golfo a banda criminal no es esta la forma discursiva con la que el Estado ha intentado desmarcarse de los grupos paramilitares con los que históricamente ha actuado en connivencia? ¿Bacrin no es el conveniente eufemismo para desconocer el reagrupamiento paramilitar en algunas regiones del país?

Albeiro Villamizar, un valeroso veedor ciudadano de Sucre, ha denunciado la presencia de estas estructuras criminales en Galeras y sus zonas rurales ante los organismos de control, pero señala que sus denuncias duermen el sueño de los justos. Villamizar manifiesta también que ha solicitado a las autoridades departamentales cambiar a la policía, así como los militares que ejercen presencia permanente en Galeras y exigir nuevos miembros de los organismos de las fuerzas de seguridad del Estado que garanticen realmente la vida y la integridad de los ciudadanos galeranos, pero lo que ha recibido —dice— son amenazas y hostigamientos contra su propia vida.

En San Andrés de Palomo, además, hay miseria, muchos de sus habitantes acaso si solo comen dos comidas diarias. Al anochecer, en la ruralidad de la aldea de colores, el canto de las luciérnagas se confunde con el miedo y el terror que han generado los grupos armados haciendo que sus habitantes tranquen puertas y ventanas desde muy temprano, esperando que durante la noche no los sorprenda la muerte.

 

 

 

 

 

 

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