Gabriel García Márquez fue pobre la mitad de su vida y rico la otra mitad. El lindero entre esas dos vidas es, por supuesto, la publicación de Cien Años de Soledad, novela considerada por muchos como la más importante de la lengua castellana, después de El Quijote.
García Márquez vivió hasta 1967 en ciudad de México. Allí escribió su obra cumbre. Pero cuando esta novela comenzó a estremecer los cimientos de la literatura, decidió trasladarse a Barcelona. Lo hizo por dos razones. Primero, seducido por las historias que contaba, en las reuniones del grupo de La Cueva, el ‘sabio’ catalán Ramon Vinyes y segundo porque allí residía Carmen Balcells, su agente literaria.
Lo cierto es que Gabo recaló en la capital catalana en noviembre de 1967, cuando los años de estrecheces económicas comenzaron a quedar atrás. En esta ciudad alquiló un buen piso en el tradicional barrio de Sarriá, muy cerca al que ocupaba su entonces buen amigo Mario Vargas Llosa. Gabo también adquirió un lujoso convertible en el que salían a pasear por la costa brava los García Márquez y los Vargas Llosa. Esa amistad entrañable se rompió por lo que pudo ser un mal entendido.
Ocurre que los Vargas Llosa se fueron a Lima a visitar su familia y Mario decidió que se devolvieran en barco. El escritor peruano, todo un galán que primero se casó con su tía y luego con Patricia, su prima hermana, conoció en aquel viaje marítimo a una despampanante modelo de la cual quedó de inmediato prendado. Al punto de que cuando se bajaron del barco ya el matrimonio se había roto y Vargas Llosa se quedó con su modelo.
La despechada Patricia se refugió entonces en casa de los García Márquez, donde Gabo y su esposa Mercedes le dieron todo el consuelo. Según cuenta Jaime Bayly en su libro Los Genios, un día Patricia decidió marcharse de la ciudad y Gabo se ofreció a llevarla al aeropuerto. Ya entre ambos había surgido una química especial, por lo cual Gabo no se extrañó cuando Patricia le pidió que hicieran escala en un hotel. La dolida Patricia de seguro pensó que una buena forma de vengarse era teniendo una aventura con el mejor amigo de su marido. La pareja ingresó a la habitación del hotel y hubo algunos flirteos pero cuando iban a ‘pasar a manteles’, Gabo, según afirma Bayly, entendió que no podía traicionar a su amigo y la cosa no pasó a mayores.
No obstante, es muy probable que la versión que Patricia le dio después a su marido, cuando se reconciliaron, haya sido diferente y haya exagerado un poco el asunto. Lo cierto es que en 1976, en el estreno de una película, los escritores se encontraron y, sin mediar palabra, el peruano, que de joven había sido boxeador, le propinó un puñetazo al creador de Macondo, tras lo cual le dijo: “Esto es por lo que le hiciste a Patricia”. Esa amistad nunca se recompuso.
Pero más allá de ese episodio, Gabo vivió en Barcelona entre 1967 y 1975. Era toda una celebridad e invitado fijo a cuanto evento cultural se celebraba en la ciudad. Allí escribió una de sus obras más polémicas, El Otoño del Patriarca, con la cual Gabo quiso experimentar con el idioma: tenía muy pocos signos de puntuación.
Gabo se marchó de la ciudad condal en 1975. Pero regresó casi medio siglo después, en el 2022. No físicamente, porque falleció en 2014, sino con la apertura de una majestuosa biblioteca en el barrio San Martí que lleva su nombre. La biblioteca, de seis plantas y 4.000 metros cuadrados de construcción fue diseñada por los arquitectos Elena Orte y Guillermo Sevillano. El homenaje al escritor colombiano no se queda en el nombre, en muchos rincones del edificio hay detalles que recuerdan al caribe y al universo macondiano: mecedoras, sillas y hasta una hamaca.
En agosto pasado, la Gabriel García Márquez fue escogida como la mejor biblioteca pública del mundo, en desarrollo del Congreso Mundial de Bibliotecas, realizado en Rotterdam.
El galardón se lo llevó a pesar de que competía con bibliotecas mucho más grandes y renombradas. Los aspectos que tuvo en cuenta el jurado para conceder el premio fueron: la interacción con el medio y la cultura local, la calidad arquitectónica del edifico, la flexibilidad de espacios y servicios, el compromiso con el aprendizaje y la conexión social y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que marca la ONU.
El único lunar que le encontré a la imponente biblioteca es que el día que fui solo había en sus estantes nueve libros de Gabo. Y libros menores
Se trata de un espacio agradable y lleno de luz al que diariamente llegan centenares de personas que usan los servicios de forma gratuita. El único lunar que le encontré a la imponente biblioteca es que el día que fui solo había en sus estantes nueve libros de Gabo. Y libros menores. No estaban Cien años de Soledad, ni La hojarasca ni El coronel no tiene quien le escriba, Ni Crónica de una Muerte Anunciada, ni El amor en los tiempos del cólera. La explicación que me dio el bibliotecario cuando le inquirí por esta paradoja no me convenció: que los libros estaban prestados. Respuesta insuficiente porque debería existir abundancia de ejemplares de esos libros emblemáticos. Tal vez Jaime Abello, el inquieto director de la Fundación Gabo, pueda despachar una buena cantidad de libros para solucionar este déficit.
En todo caso, a todo el que visite Barcelona, le recomiendo acercarse a esta biblioteca. Llegar es muy fácil: A cien metros del edificio está ubicada la estación San Martí, de la línea 2 del metro.
Y a los que no les gusta García Márquez porque era amigo de Fidel Castro y por mamerto, una recomendación: no voten por él, pero no dejen de leerlo.