En las últimas tres décadas el Ministerio de Educación Nacional (MEN), ha modificado superficialmente la forma de presentar la política educativa, mostrando iniciativas de orden global a través de programas como Colombia bilingüe, las tics en la escuela o el mejoramiento de la calidad escolar, tratando con esta escaramuzas educativas ponerse a tono con las demandas internacionales y las agendas de los organismos multinacionales del orden económico que le exigen “modernización educativa” como es el caso de la OCDE. Al analizar críticamente en el interior del MEN, encontramos que de fondo su vetusta estructura organizacional sigue intacta, lo que ha imposibilitado proponer y construir un modelo educativo nacional propio y unas metas acordes a las verdaderas posibilidades sociales de la población.
Por ello, hablar de eficiencia y pertinencia es inaceptable, pues más del 50% de las instituciones carece de conectividad, hay un promedio de 25 niños por computador, la ración de alimentos cubre medianamente la básica primaria, los colegios oficiales tienen en promedio más de 50 años de construidos y en fin la actualización pedagógica es precaria, lo que conlleva a una nula calidad integral de lo que se propone y hace en educación. Incluso el mismo edificio del MEN, está sufriendo de hacinamiento y una carga de contratista exacerbada que surte la politiquería de muchos representantes y senadores.
La contrarreforma educacional de finales de los 90, inicio desmontando las conquistas magisteriales en especial la autonomía escolar, focalizando un periodo de centralización de las decisiones desde Bogotá hacia las regiones, expresado todo bajo el paradigma del seguimiento y acompañamiento para ejercer un mayor control escolar, entregándose el sistema pedagógico a los verdaderos alcances mercantilistas de comerciar al mejor postor el servicio educativo que constitucionalmente es responsabilidad prioritaria del Estado.
Lastimosamente, con el sofisma del control de la calidad se han generado bastantes cortinas de humo que ocultan la ineficiencia y desorden al interior del ministerio. Para la muestra se tienen el supuesto control a las universidades que pertenecen a grupos familiares, las falaces anuncios de mejora los desayunos escolares, el reajuste en la calidad de las facultades y programas de educación, los famosos falsos positivos en la matrícula contratada y el más reciente tema de la diversidad de género en la escuela.
Ahora que van dos décadas de este nuevo siglo, su preocupación principal es la calidad con alcances de “excelencia” (maestros de excelencia, día de la excelencia, banco de la excelencia entre otras) ocultando que detrás está al concepto de competencia que determina que la escuela se industrializó en sus indicadores y procesos. Desde esta visión, el núcleo es saber hacer en el horizonte de promover mejores trabajadores para la fábrica, desconociendo por completo que lo principal de un sujeto es reconocer su ser, su condición humana y que el objetivo de una sociedad educada, está en promover la democrática y la libertad de pensamiento para poder participar de forma efectiva y verdadera en los diferentes aspectos sociales, políticos, legislativos y económicos que requiere el Estado y determinan los ciudadanos.
El MEN, olvidó las agendas de los objetivos del milenio, las metas 2021, y los foros mundiales de educación de la ONU, en especial el más reciente 2015 celebrado en Incheon, Corea, donde la consigna fundamental es disminuir pobrezas y universalizar educación para todos.
El Estado no cumple agendas, hace todo lo contrario somete al pueblo con reformas como la tributaria, que aleja a los jóvenes más pobres de la escuela, agudizando el abandono escolar, el hambre y una mayor pobreza “integral”, porque el MEN no entiende que cuando tocar decidir entre alimentación y educación primero será la alimentación. Estas situaciones son lamentables porque con ello, se flagela el derecho a la educación, se agudiza la violencia y se ataca la posibilidad de construir una paz verdadera y efectiva.
El MEN, en sus tiempos de planeación y de acción es inoperante, todo lo deja a medio terminar. Consecuencia de ello, la formulación miope del plan decenal, lo poco pertinente, visionario y errático del plan sectorial nacional y el reducido presupuesto que ya nos anuncia que sin ideas renovadoras la educación morirá por infarto educativo en su misión y gestión social.
Ministra Giha, tiene usted la oportunidad histórica de proponer una prospectivas educativas que como mínimo de planeación tenga un alcance de 5 lustros, donde se priorice una lógica pedagógica gradual y diferencial iniciando desde la primera infancia hasta ofertar la educación superior gratuita para la mayoría de la población. La idea ministra es, concebir la educación como transformación e innovación o como proceso efectivo para el mejoramiento de la calidad social de la población y no una política educativa reducida a titulares sugestivos que se muestran “agresivos” para ocultar la verdadera crisis educativa en la que estamos.
Qué interesante proponer un maestro-a, como ministro-a, para tratar de hacer un quiebre a la historia educativa de este país. De lo contrario, seguiremos con más promesas que realizaciones y sin dimensionar ¿Qué educación tenemos y cuál queremos?