En la portada del martes 26 de julio de El Colombiano de Medellín, El País de Cali, y El Heraldo de Barranquilla, hubo fotografías destacadas de la futbolista Linda Caicedo, autora del gol de la victoria ante Argentina en el partido jugado el lunes 25/7. No fue así en la primera página del periódico de mayor circulación en el país, el matutino El Tiempo de Bogotá, ni en El Espectador, también capitalino.
El resultado ubicó a la selección femenina de fútbol cafetera como finalista junto a Brasil en la Copa América Femenina. Además, la oncena colombiana —que llega invicta a la final— aseguró un cupo en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda 2023 y su participación en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Las portadas de los periódicos, si bien ya no tienen la incidencia definitoria de años, siguen siendo ordenadoras de la agenda periodística de emisoras y canales de TV, desde que el periódico es el fruto del trabajo de colectivos periodísticos numerosos y profesionales, donde la información recorre diferentes etapas desde su redacción, edición, supervisión y, finalmente, publicación.
De haber sido la selección Colombia masculina, la que hubiera obtenido los resultados reseñados, no solamente los periódicos todos hubieran dedicado grandes fotografías en portada y títulos desmesurados, sino que la afición futbolística —que es muy importante en Colombia— se hubiera expresado de manera ruidosa en la noche del lunes. El gol de Caicedo ante las argentinas, que aplaudí por su hermosa factura, no tuvo la ovación merecida, al menos en mi entorno vecinal.
La inequidad de género es irritante en el futbol. No solamente por la aparente indiferencia con que se viven —cuando no se subestiman—las conquistas futbolísticas de las mujeres, sino por la desigual situación en que deben desempeñarse en comparación con los futbolistas varones. «Hay 10 jugadoras de esta selección Colombia que actúan en una liga que no existe», ha dicho el maestro de periodismo deportivo Hernán Peláez. Pertenecen al América, al Junior, al Atlético Nacional, pero no tienen futbol. El «último ejercicio de la Federación Colombiana de Futbol arrojó
«ingresos por 153 mil millones de pesos, pero no destinan entre tres o cuatro mil millones para organizar un torneo»
agregó Peláez.
«Solamente unas pocas están clasificadas para Copa América Femenina, pero el resto quedan libres, sin contrato, sin actividad continua, por la displicencia, el desgano de los dirigentes de Colombia»
, complementó Martin de Francisco, compañero de Peláez en la emisora La W.
Ambos periodistas deportivos resaltaron que Colombia
«contradiciendo las directivas de la FIFA, no organiza ningún torneo de futbol femenino» y recordaron que [el presidente de la FIFA] Gianni Infantino «no dijo nada al respecto cuando paso por Colombia».
El caso de Daniela Tamayo, lateral derecho del Atlético Nacional, evoca la situación de hace un siglo de los futbolistas hombres de en otros países, como en el caso uruguayo: deportistas de entonces que se desempeñaban como marmolistas —José Nasazzi, tres veces campeón del mundo—; repartidores de hielo —Pedro «Vasco»
Cea— picapedreros, jornaleros de frigoríficos, verduleros, que trabajan ocho más horas diarias, para luego entrenar en sus equipos.
Daniela declaró a El Colombiano que ante la decisión de la Dimayor de no realizar el torneo de futbol femenino deberá regresar a Estados Unidos «a trabajar en lo que salga: construcción, pintar, lijar, oficios varios, lo que sea», repitiendo la peripecia de años antes en Envigado donde
trabajó en un negocio de venta de salchipapas. En las noches hacía domicilios en su moto y en el día pelaba cuatro o cinco baldes del producto. «Eso si era duro».
El futbol profesional colombiano —masculino— se profesionalizó en 1948. Que las futbolistas vivan esta situación discriminatoria en alto grado, requiere de una sociedad civil que exija un cambio en la conducción de este deporte y ese cambio empieza por casa: por empoderar a los niños y niñas de que el fútbol tampoco debe ser un ámbito para la inequidad de género. Es responsabilidad de los adultos también en este plano remar por la equidad.