Cuando Independiente Santafé llegó a la final de la Copa Colombia hace apenas semanas, mi corazón futbolero se partió en dos, pues a quien iba a enfrentar era el Deportes Tolima, equipo de una región que, por esas razones enigmáticas y místicas de la vida, ha tenido una conexión especial con mi vida y siento por esta tierra, la tolimense –la del Tolima Grande- un cariño y vinculación especial y supremamente fuerte.
Dio la casualidad de que al momento del partido, me encuentro yo viviendo en esta tierra tolimense, por lo que no tuve otra opción que disculparme con mis buenos amigos del Rojo Cardenal y dictaminar que el campeón de la Copa sería el Vinotinto y oro. Así fue.
Sin embargo sabía que la torta grande para este buen equipo bogotano vendría en diciembre. Que no iban a ganar la Copa porque irían a por la octava estrella, y hoy empieza el camino final hacia ella.
Su rival, el buen Deportivo Independiente Medellín, es un equipo al que también le guardo especial cariño, particularmente por el legado cultural que hay detrás de él: el equipo más antiguo del fútbol profesional colombiano, fundado en 1913 como “Medellín Fútbol Club” con un bonito escudo que la marca deportiva Puma supo sacar a relucir el año pasado, con una camiseta de edición especial por el centenario del equipo (recomiendo la bonita columna paisa “El “Medellín”: Patrimonio cultural”, de Guillermo Zuluaga Ceballos, publicada por El Espectador http://www.elespectador.com/opinion/el-medellin-patrimonio-cultural-columna-533469 ).
Son dos de los tres equipos rojos del pueblo. El América de Cali, el DIM y el Santafé, comparten no sólo el vívido color de la camiseta, sino la peculiar característica de ser equipos populares, sufridos, con triunfos hiperbólicamente celebrados y angustias ligadas a la espera que hacen de sus hinchadas (no sólo las barras que alientan en los estadios) ganarse con méritos el mote de “las más fieles”: sin importar si hay agonía de triunfos, se siente el hervor del amor por un equipo de fútbol que es mucho más que eso: es una identidad cultural, arraigada a la tierra y a las costumbres, a la historia y a la lucha de los pueblos.
Pocos hinchas hay de Santafé o de Medellín que no sean bogotanos o paisas: Sus seguidores provienen de tradiciones familiares alargadas por los años. En sus estadios se ven siempre las familias con los abuelos, los padres, los hijos y los nietos. Las señoras que venden la fritanga son acérrimas hinchas de sus rojos. Las pancartas de sus barras siempre cuentan con arengas populares, muchas de las veces revolucionarias y referidas siempre al orgullo de pertenecer a la Montaña o a la Capital y a ser “El equipo del pueblo”, de los desarrapados (a pesar del origen elitista de los clubes, sus hinchas siempre serán superiores a sus dirigentes: la pasión es de ellos y las vaquitas son ajenas).
El duelo de hoy miércoles y del domingo próximo, adviento de Navidad, será entre dos de los equipos de mayor arraigo popular en el país. Dos equipos sufridos, con pocos pero bien cantados triunfos y que siempre están a punto, pero pocas veces llegan. Siempre alientan.
Futbolísticamente hablando, hay que decir que este Santafé (que es el equipo de Wilson Gutiérrez que agarró el argentino Costas en el camino y no ha desentonado) merece ganar nuevamente un campeonato: se le escapó la estrella ante Nacional el año pasado, al mismo tiempo que perdieron la ilusión de llegar a la final de la Libertadores, hizo un gran campeonato en el segundo semestre, así como durante todo el 2014, año en el que, con dos partidos menos que Nacional, está a tres puntos del verde en la tabla de la Reclasificación de todo el año, por lo que tiene cupo a Copa Libertadores garantizado.
Lo del Medellín es una cosa muy sencilla: Un gran entrenador de fútbol, como lo es el tolimense Hernán Torres y una estrategia de marketing innovadora que permitió ver el Atanasio espectacularmente pintado de rojo y azul en cada partido. Amén de jugadores de gran nivel como Cristian Marrugo, la Goma Hernández, el futuro Jackson (leáse Jefferson Mena) o el goleador Germán Ezequiel Cano, uno de los pocos extranjeros que rinde.
Pero lo del Santafé será el último premio a un gran proceso con grandes jugadores ya conocidos por todos los seguidores de este deporte tan hermoso. Esta noche voy por el Santafecito lindo.
Pero esta Navidad será más roja que nunca, gane quien gane.
