Después de haber disfrutado durante años de partidos de fútbol apasionadamente como un hincha tradicional de esos con camiseta, gorra y vuvuzela, desde hace ya un par de años cuando empecé a darme cuenta de los grandes escándalos que rodean a la FIFA y a varias confederaciones de fútbol incluida la de Colombia, la corrupción de sus altos funcionarios, el negocio que representa la realización de un mundial, las altas sumas de dinero que les pagan a muchos jugadores (sumas que perfectamente podrían quebrar un país tercermundista o alimentar y llevar bienestar a muchos niños que este momento mueren de hambre), el fanatismo casi religioso que profesan muchos de sus hinchas, muy cercano al que ejerció el cristianismo entre el año 1000 y 1200 de nuestra era o el fundamentalismo islámico que azota en este momento gran parte de medio oriente y algunos países de Europa donde se asesina por pensar diferente, tomé la decisión de alejarme de ese mundo.
El fútbol debe ser tomado como lo que es, un deporte y un espectáculo como el patinaje, ¡sí! ese en el que Colombia es potencia. La mayoría de eventos que se endiosan o que sucumben la histeria colectiva de la gente tienden a crear fanatismo e irracionalidad, ello conlleva a que estafadores y charlatanes estén a la orden del día y aprovechen la pesca en rio revuelto cuando la conciencia de las masas no funciona.
En este ejercicio me di cuenta que no es ético seguir alimentando este tipo de “sinvergüencerías” que a la final no aportan nada al país, llama la atención que un noticiero informe que somos el país más feliz del mundo mostrando como imagen a un hincha furibundo vestido con la camiseta de la selección Colombia y empuñando como todo un gladiador la bandera de nuestro país, cuando todos sabemos que no es así y que el país atraviesa por uno de los más grandes ciclos de corrupción, falta de educación, polarización y pobreza, aunque ratifica muy bien el refrán popular “pan y circo para el pueblo”.
Sin embargo, en estos días viendo las secciones de noticias deportivas de los equipos que ascendieron a primera división o de los que simplemente ganaron sus partidos en los noticieros nacionales, no escapa un jugador o directivo que no salga agradeciendo a dios por el triunfo conseguido, parecen influenciados por esos pastores cristianos que por lo general pescan en río revuelto atribuyendo milagros donde no los hay y donde el único milagro que considero yo hubo, fue la organización, disciplina y compromiso de un grupo de deportistas que con mucho esfuerzo lograron el objetivo, no me imagino a un dios en el cielo con la camiseta de un equipo de fútbol “haciéndole fuerza”, mientras que un grupo de otros futbolistas tienen un accidente aéreo terrible.
Con lo anterior no quiero satanizar el fútbol, ni que sus seguidores dejen de vibrar con un excelente “cotejo” pues somos un país libre! Aun afortunadamente, pero no veo nada de malo un pizca de razonamiento en medio del caos y la euforia.