Fútbol con derechos: las conquistas arrancadas a la falsa neutralidad de la FIFA

Fútbol con derechos: las conquistas arrancadas a la falsa neutralidad de la FIFA

En 'A las patadas. Historias del fútbol practicado por mujeres en Colombia desde 1949' se documenta que en 1951 la Iglesia colombiana prohibió un partido

Por: hugo machin fajardo
julio 24, 2023
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Fútbol con derechos: las conquistas arrancadas a la falsa neutralidad de la FIFA

Es la misma FIFA que le dio tribunas mundiales a Putin en 2018 —quien ya había invadido Crimea, participaba de la destrucción de Siria y preparaba la invasión a Ucrania— y en 2022 a Catar, el Mundial de Fútbol que recibió las mayores críticas en la historia del balompié por violaciones a los derechos humanos, solamente superado por Argentina 78´.

Lo diferente es el conjunto de significantes que contiene el IX Campeonato Mundial de Fútbol femenino iniciado el jueves 20 de julio en Australia y Nueva Zelanda por 32 selecciones repartidas en ocho grupos, que si no ha concitado la resonancia mediática —y por ende el fervor popular— de los campeonatos mundiales masculinos, en materia de valores humanos es superior. Sus logros extradeportivos serán justipreciados por la historia.

Desde el campeonato anterior en 2019 a la fecha, más de una decena de países han equiparado los sueldos de futbolistas mujeres con los de los varones. Las futbolistas de Noruega habían sido las adelantadas: en 2017, en el contexto del #Yotambién, comenzaron a percibir salarios iguales a los de los futbolistas masculinos. Siguieron Nueva Zelanda (2018), Australia en 2019; Brasil, Dinamarca, e Inglaterra (2020); Países Bajos (2023). Son varios los países que en tres años sellaron acuerdos a favor de la equidad de sus selecciones masculina y femenina. Diez de esos países son europeos.

Canadá, Chile, España, Irlanda, Japón, Finlandia, Francia, Gales, Nigeria, Nueva Zelanda, Perú y Sudáfrica, integran la nómina de países que han firmado el «Equal Pay» (Igualdad de salarios).

En los casos en que no se han igualado sueldos, se obtuvieron conquistas equivalentes a una equiparación en las condiciones de los viajes, porcentaje de ingresos para las jugadoras, o dietas.

Las futbolistas de EEUU destacan por haber logrado en 2022 una indemnización de 24 millones de dólares de los cuales 22 a ser repartidos entre 61 futbolistas; y los 2 restantes destinados a ayudas a ex futbolistas mujeres y a fomentar el deporte entre las niñas. El acuerdo establece que las futbolistas que participen en campeonatos y amistosos de su selección recibirán la misma retribución que los hombres.

Italia figura a la baja de Europa: las futbolistas de la Serie A apenas si pudieron cambiar de amateurs a profesionales, con derecho a percibir un sueldo mayor, pero lo de equiparar las primas a las de los futbolistas es algo que parece lejano.

Gianni Infantino no tuvo más opción que dar alguna muestra de cambio en esta materia: de los 30 millones de dólares que había de premio en metálico en la Copa del Mundo de fútbol femenino de 2019, en junio prometió 110 millones de dólares, y días antes del inicio del torneo la cifra pasó a 150 millones. En Catar, la FIFA repartió 440 millones de dólares entre las 32 selecciones masculinas participantes. La discrecionalidad impera en el planeta FIFA.

Otra conquista arrancada a la falsa neutralidad de FIFA tiene que ver con los brazaletes que pueden lucir las futbolistas en este torneo: por la paz, a favor de la inclusión, contra la violencia machista, contra el hambre y por la educación, entre otros. Infantino en Catar 2022, se opuso al brazalete antidiscriminatorio «One Love» que futbolistas de varios países querían exhibir contra la discriminación de la comunidad LGTBI.

Sin perjuicio de los logros reseñados en esta columna, según la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFPRO) que representa a 65.000 futbolistas en el mundo, un 47% de las jugadoras no cobran por su trabajo; el 87% se retira del fútbol antes de los 25 por falta de soporte económico y solo un 10% tiene un salario digno que le permite vivir de su profesión.

En el libro A las patadas. Historias del fútbol practicado por mujeres en Colombia desde 1949 [2023], de la feminista e historiadora colombiana Gabriela Ardila Biela, se documenta que en 1951 la intervención de la Iglesia católica colombiana determinó la prohibición de un partido de fútbol entre costarricenses y colombianas.

Las autoridades eclesiásticas consideraron «amoral el espectáculo», narra Ardila Biela, y atribuye a esa censura el largo silencio sobre el fútbol femenino que ganó a la prensa nacional de Colombia, no así la regional, que se mantuvo hasta los años 90´. Como suelen edulcorarse fenómenos similares, «es un tema cultural».

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