“Aún falta mucho por hacer para que los niños del mundo puedan ir libremente a la escuela” ha dicho Malala en su cruzada por el mundo. Y fue precisamente en Peshwar, en Pakistán la misma ciudad donde la Premio Nobel se salvó a pesar de haber recibido una bala en la cabeza y múltiples golpes en una paliza que le propinaron los Talibanes por no haber desistido de seguir asistiendo a clase, donde las maestras, a quienes ellas han tenido cerca, empezaron a armarse. Son solo 65.000 los policías que hay para cuidar las 50.000 universidades, colegios y escuelas que hay en la provincia y se sabe que éstos pueden ser fácil blanco de los ataques Talibanes.
Mil escuelas han sido atacadas durante los últimos seis años siendo el del pasado 16 de diciembre uno de los más sangrientos, cuando un grupo de hombres armados se tomó la Escuela Pública de la Armada – en dónde principalmente estudiaban hijos de militares – y asesinó a 145 personas, de los cuales 132 eran niños.
Dichos ataques han hecho que el gobierno pakistaní refuerce sus medidas contra el terrorismo siendo las maestras armadas tan solo una de ellas. También hay tribunales para civiles sospechosos por actos de terrorismo y el restablecimiento de la pena de muerte, que anteriormente había sido abolida. Todas estas medidas han hecho que el gobierno sea objeto de fuertes críticas, a las que se suman las de Malik Hhalid Khan, presidente de la Asociación de Profesores de Colegios privados, s, quien argumenta que debería ser el gobierno el encargado de velar por la seguridad en las aulas y no los profesores. Para Khan los estudiantes ya están lo suficientemente intimidados con la hostilidad del contexto en que estudian como para ver a su maestro dándoles clase con un libro en la mano y un arma en la otra, el hombre plantea que lo ideal sería que el gobierno contara con suficientes policías para que los maestros no se vieran en esta labor. Igualmente Khyber Pakhtunkhwa es la única provincia en Pakistán que por lo pronto toma la polémica medida, pues hasta el momento ninguna otra lo ha hecho, lo cual ha sido aplaudido por varios maestros quienes dicen que ésto no es correcto.
La iniciativa consiste básicamente en que un instructor les enseña a las maestras cómo usar diferentes tipos de revólveres y fusiles Kalashnikov, así como también les enseña a cubrirse mientras recargan municiones. Todo ello para que puedan enfrentar por sí solas a un grupo de terroristas durante 5 o 10 minutos mientras llega el cuerpo de seguridad oficial.
Entre tanto, la iniciativa se planea expandir a todos y cada uno de los centros educativos de la región, siendo un primer grupo de ocho maestras el principio de ella. En el grupo se encuentra Tabinda Qureshi, esposa de un hombre que en alguna ocasión fue herido durante un ataque suicida y que no ve posible dar clase sin un arma. Al ser interrogada sobre si asesinaría a alguien da una respuesta certera sin pensarlo dos veces “Sí. Cualquiera que quiera matar a un inocente, y más si es un niño, si Dios quiere voy a dispararle”. Un ambiente áspero y agresivo es el que se está viviendo en las escuelas, contrario al que ha soñado Malala.