Confieso que fui a ver esta cinta sin muchas expectativas, o mejor, con la idea de que me desconectaría del mundo y sus preocupaciones para ver lo que siempre se ve en este tipo de películas catalogadas como de acción: héroes invencibles, luchas, bala y destrucción. Sin lugar a dudas Mad Max Fury Road, la precuela del director George Miller, tiene mucho de eso, pero se aleja bastante de lo que yo llamaría un típico filme de acción. A medida que la película avanzaba empecé a enderezarme en mi silla porque poco a poco vi cómo el desarrollo de la trama y los personajes se alejaban de los lugares comunes a los que nos tienen acostumbrados este tipo de películas.
Furiosa, encarnada por Charlize Theron, es una disidente de una especie de tribu, con rasgos de secta y sobreviviente en un mundo apocalíptico en el que la tierra se retrata como un lugar desértico e inhóspito a causa de la desolación al que el ser humano la ha confinado. La mujer, ya adulta, huye con otras más jóvenes a las que en dicha tribu se les conoce como “reproductoras” en busca de una tierra “verde” que ella sabe que existe porque nació allí. La película nos deja conocer la estirpe de luchadora de la protagonista sin contar demasiados detalles. Su brazo mecánico la delata, su mirada cargada de ímpetu y decisión inspira y convida a quienes la acompañan, su aspecto nos muestra a una mujer cuya belleza reside en su interior y aflora en sus acciones. Es más, la película no tiene muchos diálogos porque logra acertadamente contarnos las cosas con los recursos a los que un buen cineasta acude cuando de contar historias se trata. Las alucinaciones que acosan a Max, la ambientación, los detalles como la música y el ritmo que esta le da a la historia, dan cuenta también de ello. La película es entonces una persecución en la que Furiosa hace un intento más por librarse de las garras del opresor, quien la somete coartando su libertad y la de otras, reduciéndolas a un mero rol reproductor como objetos sin ningún valor salvo el de garantizar la perpetuación de la especie.
La figura de Furiosa surge, entonces, como la de la heroína emancipada que no se resigna a ser relegada y subvalorada. Es aquella que emprende un duro camino, lleno de obstáculos, que quizás no la conduzcan a nada o tal vez la lleven a darse cuenta de que no es huyendo como se resuelve su problema sino enfrentándolo. No es prescindiendo del hombre como saldrá avante, sino luchando a la par con él, mostrándole el valor de sus reivindicaciones y comprometiéndolo en su causa. La mujer, en este film, es la niña que acosa a Max y desde sus pesadillas le enseña el camino; es la joven que confundida prefiere el lugar cómodo que le otorga la sociedad en el que estará a salvo si no se sale del molde, si no subvierte el orden establecido; representa también a la mujer milenaria, a la sabia que tiene en sus manos las semillas de vida con las que se puede hacer germinar el futuro más allá de los prejuicios y, por último, es Furiosa, la mujer que ha sobrevivido a un mundo hostil, la que entiende que su redención está en hacer frente a sus miedos y en creer en aquellos a quienes ha inspirado porque esta es una lucha que se hace con la participación de todos, con fe y la convicción en que un futuro sin desigualdad y egoísmo sí es posible.