Leí el libro Fuego y furia de Michael Wolff y me pareció un trago de veneno revuelto con vidrio molido: es decir, si no te alcanza a matar el cianuro, el vidrio te va a moler los intestinos.
No acostumbro a leer biografías o historias escritas por personajes que lanzan cosas contra sus enemigos políticos, porque de antemano uno sabe lo que van a decir. Pero a pesar de todo, conseguí el libro porque el título era atractivo y se parecía al de una novela experimental El sonido y la furia de William Faulkner, uno mi autores favoritos.
Y vaya sorpresa, que no estaba lejos: la novela norteamericana narra la historia de una familia disfuncional, cuyos tres hermanos sostienen una conversación interminable, porque uno de ellos es un retardado mental que siempre está enredando la trama.
De igual manera, Wolf cita comentarios de asesores cercanos a Trump que lo tildan de inepto y torpe. Al llegar a ese párrafo entendí que el parecido de ambos títulos no era mera coincidencia, sino que estaba lleno de perversas intenciones.
El caso es que Wolf reafirmó mi recóndita creencia de que Trump era un niño millonario, que lo tenía todo, excepto un Super Play Station sobre su escritorio para jugar a la guerra con el mundo. De verdad Trump lo hace a las mil maravillas con sus tuits, pero curiosamente la gran prensa demócrata parece divertirse también con ellos.
Y mientras el mundo se convulsiona con la pesadilla de una guerra nuclear o la expulsión en masa de 10 millones de mejicanos y centroamericanos; él coloca sus zapatos # 14 sobre su escritorio, se come su hamburguesa diaria y se divierte como un niño solitario lanzando dardos.
El libro es malo hasta los tuétanos, no usa una metodología de recolección de información, sino que se ha limitado a charlar con Bannon el despedido exasesor del presidente y a recoger chismes de los pasillos. El texto abunda en frases de cajón y lugares comunes. No hay profundidad psicológica de los personajes y sus descripciones más parecen un brochazo de cal sobre las paredes de un cementerio. Su autor ha sido un escritor sin pena ni gloria que ahora salta a la fama. El libro es útil en la medida que sirve a sus enemigos para aumentar su odio recalcitrante hacia el presidente.
La supuesta personalidad enfermiza del presidente, que describen sus asesores, bien podría prestarse para una interesante biografía, pero Wolf no es Faulkner; ni Trump el personaje de la novela. El Benji de Faulkner solo habla monotemáticamente de miedos, de ruidos y de la furia de las cosas. Las cosas horribles que habitan en las neuronas de un imbécil.