Además de haber perdido el partido contra Países Bajos, hay otro acontecimiento que ronda bastante en las redes sociales: su aparente actitud altiva frente al hincha que, ilusionado, buscaba su fotico con alguna de las superpoderosas.
Específicamente, molestó aún más la ignorada que les hicieron a unos niños que las esperaban, afuera de una concentración, con cantos. El colombiano de a pie, o eso más o menos uno lee, arguye que por falta de humildad perdieron el partido o que estuvo bien hecho que hayan perdido por lo mismo. ¿Fue el Karma lo que las ajustició?
Sin ánimos de adentrarme en la discusión de si la fama les dio la sensación de que podían vernos como unos leprosos o no (¿será que no?), más bien quisiera analizar esa cuestión de otorgarle un grado muy alto de causalidad a nociones morales sobre lo que nos sucede en la vida. ¡Claro! Es que al que obra bien, le va bien; pero, asimismo, hay gente allá afuera a la que todos los epítetos habidos y acuñados a quien mal obra les aplica, y pues anda feliz y contenta.
Todo lo que hagas, conforme a tu manera de actuar, el Karma te lo compensará. Y es que el colombiano de a pie supone que la humildad y la empatía conllevan buenas compensaciones. Una humildad honesta, porque si no el oro pronto pelará en cobre; y una empatía no solo de intención, porque de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno.
En lo primero que pensé, y a partir de lo cual se podría despejar rápidamente la discusión, fue en la falacia de la falsa causa. Entonces, el colombiano de a pie no sabe argumentar, no es por los tiros de penal, la falta de definición de gol, el alargue de media hora; es por el Karma. Empero, sí y no, él cree que es por el Karma que pasó todo eso, que la llegada a la semifinal no se realizó. El hincha, por observador del juego que es, ya sabe que hubo desaciertos, pero aun así el destino del partido estaba signado.
Pero también está equivocado porque una cosa no tiene nada que ver con la otra. Porque una fue inmediatamente anterior a la segunda, entonces la experiencia dicta que la primera es causa de la segunda. ¡Pero qué! ¿Acaso no ven la humildad de Messi?
Bueno, volví a pensar en el tema, pues no estaba del todo satisfecho. La sabiduría popular y la sabiduría antigua concuerdan en el buen actuar y la virtud, en general, como condiciones de un buen vivir, en medio de los azares de la fortuna o el criterio de Dios o los Dioses. Suelen advertir que enorgullecerse enceguece el alma, pues no le permite medir con prudencia sus acciones. Hay algo de la psicología que más o menos confirma esto. Es sencillo: el soberbio es demasiado temerario, confiado y cuando emprende un proyecto cree que ya lo tiene hecho sin medir bien las adversidades. Y de pronto la realidad le explota en la cara. Antes lo llamaban de varias maneras y ahora que el Karma.
No digo que las superpoderosas hayan sido soberbias, pero parte del descontento generalizado del hincha colombiano en su selección podría reposar en esa forma de pensar.