Dios da sus peores batallas a sus mejores guerreros. Esta historia trata de un joven llamado Juan Sebastián Calderón Villalba, que hoy tiene 22 años.
La noche del 17 de noviembre del 2017, Sebastián estaba en su casa, pero tenía un dolor de amígdalas que lo molestaba. Aturdido decidió ir en compañía de su madre, Esperanza Calderón Villalba, a la clínica Saludcoop Santa Isabel de Florencia para que le dieran algo para el dolor. Al llegar al lugar lo atendió un médico. Su diagnóstico fue que tenía amigdalitis y por ello lo mandó a que se hiciese inyectar penicilina y dipirona en la enfermería.
Después de que la enfermera lo inyectara, salieron y todo parecía ir bien. Sin embargo, después de 10 minutos y estando cerca de allí, a Sebastián le dieron ganas de orinar. Cuando lo intentó, sintió un fuerte dolor. No se pudo sostener y dio un grito diciendo “mamá, no siento las piernas”. Su madre desesperada pidió ayuda para que lo atendieran. Un médico le dijo que era reacción al medicamento.
Inmediatamente lo canalizaron y aplicaron más medicamentos esperando la reacción de sus piernas. Pasaron toda la noche esperando una mejoría, pero nada. Entonces, Esperanza pidió traslado a la clínica Medilaser, donde a Sebastián le hicieron exámenes de todo tipo, sin llegar a ningún diagnóstico contundente. Después de esto fue trasladado a la clínica Medilaser de Neiva, donde nuevamente le realizaron exámenes sin ninguna respuesta a su situación. Tras 15 días de estar hospitalizado le hicieron una plasmaféresis, la cual fue realizada en la UCI.
Volvió a piso después de 10 días para continuar con un tratamiento, pasando Navidad y Año Nuevo allí. Tras su salida en enero sin ningún resultado favorable, su madre se la guerrea para que le entreguen los medicamentos y demás cosas que necesita, pero que su EPS en varias ocasiones le ha negado.
Hoy en día su madre, con la ayuda de amigos y familiares, le compró una cuatrimoto para que pueda desplazarse mucho mejor de un lugar a otro, pues Sebastián sigue en silla de ruedas. A pesar de todo, él decidió tomar las riendas de su vida y ahora estudia en el Sena para ser tecnólogo de control ambiental.
Sebastián tiene la esperanza de recuperar la movilidad de sus piernas y volver a correr como siempre lo hizo.
