Otra de las prácticas del uribismo en su estrategia de desinformación para que la gente salga a votar “berraca” consiste en repetir incansablemente eso de que nos vamos a convertir en otra Venezuela. ¿En cuál Venezuela?, ¿La de Chávez o la de Maduro?. No hay claridad porque solo en la línea dura del “castro-chavismo” (Iván Duque ha manifestado no utilizar esa expresión) se puede creer en semejante tontería. Pensar que hay una confabulación entre Castro y Maduro orquestada por Santos y las Farc para convertir al país más derechizado de la región en otra Venezuela solo puede caber en una cabeza delirante.
¿Quién puede creer semejante exabrupto?. En realidad, miles de colombianos que de buena fe confían ciegamente en las palabras de Uribe en una clara anulación del sentido de la realidad. El senador no desaprovecha oportunidad para cuestionar lo que considera como una entrega del país a las Farc y el camino a una dictadura como la venezolana. “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Eso lo tiene muy claro Uribe y recientemente el exprocurador destituido por corrupto.
Colombia no está en camino de convertirse y nunca será otra Venezuela. La crisis que se vive en el país vecino obedece a condiciones estructurales en su diseño político-institucional y en eso Colombia nunca ha tenido nada que ver. Lo más cerca que ha estado el país de convertirse en Venezuela en cuanto a la afectación en el orden constitucional fue precisamente durante el gobierno Uribe. Sí, porque en sus dos periodos la Constitución se vio tan lesionada que en relación con el autoritarismo chavista se socavaron sus principios.
Por ejemplo, Chávez se reeligió en tres oportunidades y quería reelegirse a perpetuidad. Uribe se reeligió una vez y buscó infructuosamente una segunda reelección. Afortunadamente la Corte Constitucional prevaleció y su referendo reeleccionista se hundió por vicios de trámite. De haberse dado una segunda reelección se hubieran deformado completamente los principios básicos de la Constitución de 1991. En ese sentido, en el fallo condenatorio de la Corte Suprema de Justicia a Diego Palacio y Sabas Pretelt por el cohecho que permitió la reelección en 2006 se concluye:
“Ni más ni menos se trató del Estado sobornando al propio Estado para el logro de un cambio constitucional que indudablemente afectó el desarrollo institucional del país y de todos los ciudadanos colombianos a quienes se les exige respetar la Constitución y las leyes, cuya formación en circunstancias como las comprobadas en este asunto, no pueden generar menos que desafianza, falta de credibilidad y desobediencia en sus destinatarios”
Posiblemente está comparación resulte tendenciosa pero sí tiene más sentido que pensar que el partido político que surja de las Farc se va a tomar el poder y va a conducir al país a una dictadura de hambre y miseria. Los uribistas entienden muy bien que por encima del poder político prevalece el poder económico y este no permitirá que su status quo se vea alterado por un proyecto político. Las Farc en política legal van a contar con una participación modesta además de tener el enorme reto de construir bases electorales en las grandes urbes. Los uribistas sobredimensionan esos alcances electorales. ¿Qué habrá detrás de ese temor? Con seguridad no involucra a Venezuela. Ese es tan solo un pretexto.