Hace poco leí una cuenta que hacían. Afirmaban que tener un hijo puede costarle, tan solo en sus primeros cinco años, 300 millones de pesos. Todo eso se gasta en pañales, nestum, biberones y gastos médicos. En estas cuentas no están los desvelos, la desilusión constante, la vergüenza que da que el becerro, en lugar público, no pare de llorar. Se acabaron las fiestas, las visitas de los amigos a la casa, la vagabundina y, por supuesto, cualquier intento de viaje.
Porque el niño, así esté de brazos, paga pasaje. Entonces lo que les queda a los jóvenes padres son los consuelos tontos. Publicar en redes que fueron bendecidos por la gracia del señor, que la gente que no tiene hijos vive vidas incompletas, que no existe nada más bello que darle al mundo un retoño calcado en las formas mediocres de tu talla y tu intelecto.
Ojo, si usted es multimillonario y puede, una vez surge el tubérculo, dárselos a un equipo de nanas perfectamente preparadas para amamantarlo, consentirlo y darle abrigo y sólo tiene que verlo los sábados como si fuera uno de los lores de Downtown Abbey entonces no se dé por aludido.
Pero si usted es un colombianito promedio déjeme decirle que ha cometido el error de su vida. ¿De verdad cree que un niño viene con un pan debajo del brazo?
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De pronto vendrá con el pan pero créame que jamás de los jamases vendrá con un pasaje
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De pronto vendrá con el pan pero créame que jamás de los jamases vendrá con un pasaje. Sus pretensiones de recorrer el mundo se han acabado acaso para siempre.
Lo más inteligente que puede hacer una pareja es gastarse en viajes lo que estaba destinado, dizque por mandato divino, en gastarse en pañales. Un viaje a Europa de 15 días vale, si saben comprar en Internet barato, para una pareja, 35 millones de pesos. Pasajes a Madrid con 10 meses de anticipación cuestan 5 millones. Airbnb valen por noche, un promedio de 400.000 pesos. Se pueden llevar entre dos personas 15 millones en efectivo ahorrando mensualmente entre los dos poco más de 1 millón de pesos. O sea, se puede y es más barato que la gastadera de plata en un bebé.
Incluso, con lo que gasten en pañales, pueden ir a Tokio y regresar sin hacer préstamos, suponiendo que ambos ganen sueldos medianamente buenos incluso para la miseria colombiana.
Así que no nos vengan a enredar con su felicidad de mentiras, si quieren consagrarse como pareja no necesitan un pacto tan violento, tan sangriento como un parto. Tengan viajes y no bebés. Planeen sus años a partir de los viajes que harán en diciembre. Miren que el mundo es ancho y ajeno y está ahí, dispuesto a ser conquistado, lleno de lugares de cuentos de hadas como Praga, de catedrales góticas, de imperios como China, de paraísos como el Caribe. Hagan lo que quieran pero háganlo ya. Pongan un dedo en un mapamundi al azar y vayan, ojalá a la Antártida y comprueben que hasta un frío glacial como ese es más placentero que cambiar pañales a las 4 de la mañana.