Colombia comparte 6.342 kilómetros de frontera terrestre con 5 países, 2.800 kilómetros con Venezuela y Ecuador a través de 12 departamentos, tres de ellos: Norte de Santander, Nariño y Putumayo con más de 100.000 hectáreas de hoja de coca y con capacidad de producción del 60 % de la cocaína que se comercializa en el exterior. Adicionalmente el 43 % del territorio dedicado a la minería ilegal coincide con zonas que tienen presencia de cultivos ilícitos, entre ellos los departamentos fronterizos de Nariño y Putumayo. La frontera con Venezuela tiene cerca de 312 pasos fronterizos ilegales, frente a 62 de la frontera con Ecuador. A esto se suma que de los 5.000 millones de dólares que ingresan anualmente de contrabando al país, el 20 %, es decir cerca de mil millones ocurre mediante la modalidad de contrabando abierto, facilitando así la internación ilegal en nuestro territorio de toneladas de arroz, frutas, lácteos, huevos, carne, ganado, acero, medicamentos, confecciones, cigarrillos y licor.
Este panorama de informalidad, desorden social y criminalidad se ha acumulado por años, es crónico y está en emergencia; demanda con carácter urgente la implementación de estructuras preventivas y de control policial, militar, migratorio, sanitario y aduanero; cada día involuciona hacia el deterioro de la mano de las poblaciones que las ocupan, muy pobres, sumidas en el día a día del desamparo estatal y superviviendo del mercado flotante de oportunidad. Y la solución está escrita, es asunto de Política Criminal, Política de Seguridad Pública, Política Migratoria, Política Aduanera y Política Social y Económica, que adolecen de recursos y estrategias con visión de largo plazo, de un órgano rector que las integre y que con el paso de los gobiernos logre resultados más efectivos que efectistas.
Y si en la frontera con Venezuela la tormenta no cesa, en la frontera con Ecuador se avecinan tiempos borrascosos. Así quedó al descubierto, luego de la información desclasificada por las autoridades que devela los intereses del ELN a través del frente comuneros del sur, aliado estratégico y financiador de la campaña política del candidato presidencial Andrés Arauz, quien ganó en la primera vuelta electoral, pero que tiene mucha resistencia del electorado anticorreísta, por el historial de corrupción y abusos en 10 años de gobierno. De ocurrir este escenario, regresaríamos al peor momento de las relaciones geoestratégicas y políticas con Ecuador y Venezuela, cuyas cabezas de gobierno asienten que Colombia es gobernada por el ¨paramilitarismo¨, y que el ELN, las disidencias de las Farc y la nueva Marquetalia, seguirán siendo sus protegidos y socios predilectos.
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ELN, disidencias Farc, nueva Marquetalia, bacrim y ahora el Tren de Aragua de Brasil, se preparan para moverse como pez en el agua en los 2.800 k de frontera con Venezuela y Ecuador
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Los antecedentes de estas relaciones son realmente temerarias. El 26 de abril de 2007, alias Raúl Reyes, extinto canciller de las Farc, abatido en la operación Fénix, reportaba al secretariado los buenos oficios de Alicia, Juan (Gustavo Larrea), Platos y Macas, colaboradores de confianza del entonces presidente Rafael Correa, para incorporar a las Farc en el ¨Plan Ecuador¨, destinado a trabajar con más de un millón de habitantes de la frontera con Colombia con una inversión superior a los 135 millones de dólares. Y tres meses antes, el 18 de enero de 2008, Raúl Reyes daba cuenta de una reunión en su campamento en Ecuador con el ministro de Seguridad de Rafael Correa, identificado por las Farc como Juan, (Gustavo Larrea), allí concluyeron, oficializar relaciones mutuas, coordinar actividades ¨sociales¨ en la frontera, cambiar mandos de la Fuerza Pública asignados en las unidades fronterizas, presionar para suspender las fumigaciones y sacar las tropas americanas de la base de Manta. Todo esto se materializó.
El ELN, las disidencias de las Farc, la nueva Marquetalia, las bacrim y ahora las temidas bandas, el Tren de Aragua en alianza con el PCC – Primer Comando de la Capital, del Brasil, se preparan entonces para moverse como pez en el agua en los 2.800 kilómetros de frontera con Venezuela y Ecuador, que les garantiza amplia inmunidad al otro lado de la franja fronteriza y múltiples fuentes de financiamiento, así como construir alianzas por ¨órdenes superiores¨ con fuerzas del orden destacadas en estos territorios, movilizar armas, dinero, cabecillas, estructuras, y abastecimiento; todo orientado a fortalecer sus estructuras criminales en suelo colombiano, reactivar fortificaciones campamentarias y de adoctrinamiento aquí y allá, y desplazarse a Quito, Caracas, Buenos Aires, La Habana, Moscú y Teherán, quizá como agentes diplomáticos de los gobiernos vecinos, al mejor estilo de Álex Saab el testaferro y lavador de dinero del régimen de Nicolás Maduro.
Las fronteras con Venezuela y Ecuador, son la máxima expresión de una fallida política de estado. No han logrado la mirada de seguridad multidimensional que hoy ocupa otras fronteras estratégicas del mundo. Colombia es actor geoestratégico en la región y parece no ser consciente de esta condición. No solo basta con los enemigos internos de la democracia, y es inconcebible que frente a la amenaza del régimen de Maduro, poco se haya hecho para blindar la frontera. Ahora, con el escéptico panorama que se advierte en Ecuador y el probable regreso del correísmo al poder, sería muy lamentable que la versión Arauz del ¨Plan Ecuador¨ reedite un pasado muy reciente que no queremos recordar, pues la mitología cuenta que el ave Fénix se regenera de las cenizas de su predecesor.
