Al leer la propuesta de Estatuto de Oposición radicado por el Gobierno no paro de preguntarme: ¿Por qué esperar 25 años para reglamentar un mandato constitucional de tanta importancia para el sistema de partidos colombiano?, ¿Por qué se hundieron 12 proyectos de Estatuto?, ¿Por qué durante el gobierno Uribe se presentaron tan pocas propuesta de Estatuto?. Son preguntas que al mirar en retrospectiva solo pueden llevar a la siguiente conclusión: Al Congreso nunca le interesó reglamentar el artículo 112 de la Constitución y mucho menos a los gobiernos de turno. Una excepción notable fue Santos que en su primer gobierno propuso un proyecto que infortunadamente no pasó a mayores. La misma suerte corrió la necesaria reforma al anquilosado Código Electoral. Ya le corresponderá a mis colegas politólogos hacer las investigaciones pertinentes sobre el ejercicio de la oposición desde 1991 y analizar la hipotética relevancia que hubiera tenido el haber contado con un estatuto reglamentario; el mismo que pretendía garantizar mayores espacios de participación a una oposición que durante ese periodo fue estigmatizada, perseguida, amenazada y en el peor de los casos, asesinada.
No hay muchas novedades en la propuesta de articulado pues muchos de los elementos ya se encuentran en proyectos anteriores. La novedad más notables es que este sí se convertirá en una realidad. Sin embargo, también resulta muy particular declarar un Día de la Oposición (¿Feriado?). Un día para conmemorar el trabajo de todos aquellos líderes que murieron perseguidos por la violencia política y estatal que no toleraba una voz disidente. Un homenaje a todos aquellos colombianos que dieron su vida creyendo en la democracia como la forma más humana y posible de gobierno. Aquellos hombres que no tienen un monumento en las puertas del Capitolio pero que son ejemplo y esperanza para los jóvenes que confiamos en una salida pacífica a la violencia sistemática que no le ha permitido encontrar sosiego a tantas generaciones. ¿Lo logrará el Estatuto?. No. Con seguridad será un aspecto formal en un país que requiere con urgencia fomentar una cultura ciudadana de respeto por el opositor. Tantos años en un conflicto han llevado a satanizar los líderes opositores como “guerrilleros” o “terroristas”. En el ideario colectivo del colombiano promedio la oposición es vista como una propuesta subversiva e intolerable. No exagero. Es esa cultura de violencia la que tiene que ser desmontada. Con fortuna, el Estatuto que tanto hemos esperado quienes confiamos en los valores democráticos, es el primer paso de muchos.
Por otro lado, también me pregunto: ¿Qué es la oposición en Colombia?. No necesariamente un partido minoritario es oposición. Asimismo, a veces la oposición parece estar segmentada en aspectos muy concretos de la realidad social y no a un todo que busque plantear modelos alternos de desarrollo económico o político. Colombia requiere pensar, discutir y plantear qué es la oposición en su sistema de representación. Por lo demás, algunos medios han manifestado su preocupación en lo que ven una “concesión excesiva” de presencia de partidos en sus franjas horarias en lo que considero es un acto de hipocresía manifiesta, sí, porque los medios han atizado y propagado muchos odios. Ellos también deben asumir su responsabilidad en la terrible deshumanización a la que llegó el conflicto pues en un escenario de reconciliación y convivencia su papel será fundamental. Con la expedición del Estatuto se cierra un periodo de 25 años de incertidumbres y se abre un nuevo capítulo de garantías ¿Será suficiente?. Eso solo lo podremos saber con el tiempo pero en una respuesta afirmativa se encuentra el compromiso de cada colombiano de desmontar esa cultura de la violencia y empezar a construir un proyecto colectivo de pluralidad y tolerancia. No podemos olvidar que frente a la violencia y la guerra, todos somos oposición.
