Así es el título de un poema del poeta guatemalteco Otto René Castillo, quien combatió contra los regímenes excluyentes, racistas y salvajes de Guatemala en las décadas de los cincuenta y los sesenta.
Los sentimientos de indignación y derrota que experimentamos con la abusiva condena del inquisidor Alejandro Ordóñez al alcalde Petro, han dado paso a una sensación de privilegio por la fascinante época que nos correspondió vivir: una época llena de contradicciones y tensiones, pero también de apertura de caminos de vida, democracia, esperanzas, alegrías.
Después de la reacción de Petro, serena, pacífica y reflexiva y de la respuesta masiva de tanta gente de todas las edades y condiciones que hacen valer su voz y su presencia en la democracia, estoy sinceramente optimista.
Honestamente creo que este es el principio del fin del oscurantismo que ha imperado en el estado colombiano desde hace décadas, pero profundizado especialmente en los últimos diez años.
Ese cartel siniestro que se ha dedicado a desmontar la Constitución de 1991, a evocar los tiempos del centralismo y la monarquía, a aborrecer y corromper la separación de los poderes públicos, a intentar montar la teocracia, está expuesto como nunca en la historia de este país, como nuca ilegitimado y denunciado.
No nos podemos dejar engañar con algunas actuaciones teñidas como cruzada anticorrupción: si el procurador ha sancionado a tantos alcaldes y gobernadores de diversos partidos, no es porque sea un adalid en la lucha contra la corrupción, sino porque sueña con el regreso a la época en que estos funcionarios eran directamente nombrados desde la presidencia, pues reiteradamente afirma que el pueblo no sabe elegir y está dispuesto a demostrarlo por medio de sanciones y escarmientos.
Sin embargo creo que su reinado ya huele a pasado (siempre ha olido a Medioevo). En esta coyuntura nada puede salir mal:
- El mejor escenario, pero muy difícil: el Congreso nombra procurador ad hoc para el recurso de reposición y el nuevo funcionario hecha atrás la decisión, levanta la sanción a Petro y seguimos como antes del 9 de diciembre, pero con la ventaja de que los colmillos del procurador ya no solo están expuestos en las fotografías de las páginas sociales, sino que la mayoría de las y los ciudadanos reaccionamos y no permitimos que nunca más alguien de su calado llegue a acumular tanto poder. Se logra por fin una reforma progresiva en esta materia.
- El procurador confirma la sanción, Petro queda por fuera del poder público y se dedica a lo que mejor hace: investigar, denunciar, armar propuestas desde la sociedad civil y encabeza primaveras por todo el país.
- Petro queda por fuera y Ordóñez también. Es tal la ola de indignación que levantó su abuso de poder que la Fiscalía le adelanta un rápido proceso penal que fácilmente logra demostrar los delitos cometidos contra la Constitución que juró defender, contra las víctimas, contra las mujeres, contra las diversidades sexuales, contra la diversidad de credos, contra los intentos de paz y reconciliación, incluso contra los toros. El Consejo de Estado, las Cortes Internacionales, todos los escenarios de la justicia rompen su ceguera sobre los crímenes y la corrupción del funcionario y cae estrepitosamente. Ya no busca refugio en el Vaticano, porque el nuevo papa es demasiado liberal y comunista para él.
Todos los escenarios son para mí, motivo de celebración. No solo las miles de personas que se agolpan en las marchas y las plazas, incluso de su natal Santander, sino los cientos de carteles, caricaturas, canciones y trovas que celebran desde ya la caída de una de las figuras más nefastas para la política en Colombia.
Que el debate continúe, que los contrapesos al poder absolutista se activen, que las nuevas generaciones estén dispuestas a marchar en las calles y las redes sociales, que las mujeres, las diversidades sexuales, las asociaciones de liberación animal, los sectores populares se junten a defender la democracia, me parece que son el mejor aguinaldo para este país. Para mí lo son.
Hablando de aguinaldo, les transcribo el poema de Otto René Castillo que traduce los sentimientos de lo que vivimos muchas y muchos colombianos hoy:
Y cuando se haga
el entusiasta recuento
de nuestro tiempo,
por los que todavía
no han nacido,
pero que se anuncian
con su rostro
más bondadoso,
saldremos gananciosos
los que más hemos
sufrido de él.
Y es que adelantarse
uno a su tiempo,
es sufrir mucho de él.
Pero es bello amar al mundo
con los ojos
de los que no han nacido
todavía.
Y espléndido,
saberse ya un victorioso,
cuando todo en torno a uno
es aún tan frío y tan oscuro.
Otto René Castillo