El domingo, en la ciudad fronteriza de Tijuana, en México, 500 centroamericanos marcharon para presionar al Gobierno de Estados Unidos para que los dejara entrar a su territorio. La marcha se salió de control y decenas de migrantes, en un acto de desesperación, intentaron saltar la barda que divide ambos países. Eso no le gustó nada a las autoridades fronterizas estadounidenses así que para detenerlos les lanzaron gas lacrimógeno. Además, la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense suspendió el tránsito en ambas direcciones entre la ciudad mexicana y San Diego, hasta el domingo en la noche.
Hace unos 10 días, miles de migrantes comenzaron a llegar a Tijuana y desde entonces, están esperando a que Estados Unidos les de asilo en un centro deportivo comunitario que se convirtió en albergue. Lo preocupante es que las autoridades mexicanas ya no tienen fondos para mejorar las condiciones de los albergues de Tijuana, que están al tope de su capacidad. El próximo domingo, parte del gabinete del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, iba a tener una reunión para encontrar una posible solución, pero con todo el caos que se desarrolló, se pospuso.
El presidente estadounidense está presionando a México para que acepte a los migrantes en su país y dijo que si no puede recibirlos, que los deporte. De hecho, ayer dijo que los migrantes no entrarán a su país y que está dispuesto a cerrar su frontera sur “de forma permanente si es necesario”.