Pues sí. En la Universidad de Antioquia existe, hace tres años, una extraña fraternidad conformada por profesores y secundada por cerca de 500 personas. Se llama Uno entre mil, igual al poema de Rudyard Kipling (Mowli, el niño de la selva) y tiene como fin explorar otras alternativas de distracción diferentes a las ya conocidas hasta el cansancio, por medio de la “lúdica patagógica”: juego más pedagogía más patafísica.
Estos ecologistas un tanto excéntricos buscan, mediante varios proyectos complementarios entre sí, crear conciencia de que el discurso de la biotecnología que practica modificación genética de los organismos, es antinatural, pero manteniendo, en lo posible, los pies en la tierra citadina que habitan. Selvas y medicinas ancestrales, en la ciudad.
Los proyectos básicos son: “Espíritu verde”, dedicado a la educación ambiental; “Liga del ocio”, al aprovechamiento del tiempo libre; “Entre mundos”, una invitación a reflexionar sobre la tecnología; “Sanjuanés”, la relación con la alimentación; y “Un lugar a donde ir”, para identificar cuánto hay que aprender y enseñar.
El fundador, Juan Carlos Escobar, hoy día docente de la Universidad, materializó la idea de Uno entre mil, en una época en que fue paciente siquiátrico y quiso recuperar su verdadero yo, jugando. Jugando con un propósito. “Entendiendo que la vida es un juego cambia la actitud, las maneras de jugar te hacen ver el mundo desde una perspectiva lúdica y así todo se hace divertido”, dijo al periódico Alma Mater.
Y se ha salido con la suya, porque los apoyos van más allá de lo personal. El Doctorado en Agroecología de la misma universidad respalda, en términos generales, la labor desarrollada por la fraternidad ya que coincide con sus propios objetivos: conservación de la biodiversidad, manejos sostenibles de recursos naturales y soberanía alimentaria. Incluso la directora del Laboratorio en Biotecnología U de A, la doctora Lucía Atehortúa, aunque tiene la teoría de que en veinte años con la situación crítica que tendrá el planeta, el desarrollo de cultivos en laboratorio -libres de patógenos y de agroquímicos-, será indispensable para la humanidad, comparte la conveniencia de que, desde la academia, se llame la atención sobre el daño que se está haciendo a la biodiversidad, el cual, si no se frena YA, en poco tiempo será irreversible.
Uno entre mil ofrece sus servicios a terceros y no necesariamente por dinero; el intercambio de conocimientos es siempre bienvenido. No obstante, de acuerdo con la filosofía de los Huitoto, en algunas oportunidades “atrapan el grillo”, lo que significa que aspiran a conseguir lo mínimo material para vivir y para, después, ayudar a otros a que atrapen sus propios grillos.