Leer la encíclica Fratelli Tutti (Hermanos Todos) que el papa Francisco firmó el 3 de octubre en la cripta donde está enterrado el santo de Asís y escuchar La hora de la verdad que el señor Fernando Londoño dedicó el día 2 al balance de los cuatro años transcurridos desde el plebiscito sobre los acuerdos de paz firmados en La Habana por el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc, motiva un ejercicio comparativo que puede tener tantos enfoques, contextos y resultados como personas o entidades lo realicen.
En el presente se hace referencia a los autores de los mencionados documentos en un contexto muy concreto: el debate sobre memoria histórica reabierto en Colombia con el proceso de paz iniciado en 2012; y en Occidente, en mayo de 2020, por el ataque a monumentos y el derribo de estatuas en ciudades europeas y americanas (del norte al sur).
1. Jorge Mario Bergoglio nace en Buenos Aires, Argentina, en 1936, en una familia de emigrantes italianos. Estudia con los salesianos y luego de una formación como técnico químico decide, a los 21 años, ingresar al Seminario diocesano y luego al noviciado jesuita. Ordenado sacerdote en 1969 y después de controvertidas actuaciones durante la dictadura argentina (1976-1983), es nombrado arzobispo de Buenos Aires en 1998 por Juan Pablo II y en 2013 es elegido papa, adoptando el nombre de Francisco.
Fernando Londoño nace en Manizales, Colombia, en 1944. Es hijo de un político y diplomático conservador. Estudia con los jesuitas, es economista y abogado, y ministro de Interior y Justicia, en 2002-2004, en el primer periodo del gobierno del presidente Uribe. En 2012 el Consejo de Estado confirma su condena por prevaricación y la inhabilitación para ejercer cargos públicos establecida por los tribunales. Es director del programa de radio La hora de la cerdad en Radio Red de RCN y columnista en varios diarios del país.
2. Teniendo en cuenta la obvia y enorme la distancia que hay entre el papa Francisco y el señor Londoño —hablan desde diferentes formaciones, experiencias y oficios, lo hacen sobre realidades muy distintas y dirigiéndose a auditorios absolutamente dispares (global el primero, local el segundo)—, cabe contrastarla porque son iberoamericanos con formación jesuita. Londoño ha manifestado que forma parte de los millones que somos y queremos seguir siendo católicos, apostólicos y romanos, a pesar de tantos pesares y declaraciones imprudentes, equivocadas y malévolas de algunos prelados (que defienden la paz).
Y en La hora de su verdad califica el resultado del plebiscito del 2 de octubre de 2016 (un 50,23% de Noes frente a un 49,78% de Síes), de espléndida victoria contra el comunismo, los asesinos de Bojayá y el narcotráfico; y contra un acuerdo maldito votado por quienes creyeron en la propaganda infame del gobierno (del presidente Santos), e impuesto por los agentes de la corrupción, la violencia y el narcotráfico que han marcado los cuatro últimos años; dos del “exuribista” presidente Duque que sigue dando plata a los bandidos…
En su encíclica, el papa, entre exhortaciones a la fraternidad, la justicia, la paz y la verdad, dice que lo universal no debe ser el imperio homogéneo, uniforme y estandarizado de una única forma cultural dominante, que finalmente perderá los colores del poliedro... (144). El mundo crece y se llena de nueva belleza gracias a sucesivas síntesis que se producen entre culturas abiertas, fuera de toda imposición cultural (148).
3. Quienes sabemos que la violencia, la corrupción y el narcotráfico que hoy se siguen agravando en Colombia, tienen raíces económicas, sociales y políticas que trascienden el ámbito local y se hunden en la historia desde los gobiernos del Frente Nacional hasta los albores de la patria; y quienes hemos entendido que el derribo de estatuas debe trascender el nivel patrimonial, artístico o policial (para algún alcalde) y enfrentarse con valentía y fraternidad al histórico de la comprensión del complejo y contradictorio mestizaje que se ha venido tejiendo desde 1492 en los territorios del Abya Yala —y también en los iberos—, saludamos las palabras de Francisco y, olvidando las de Fernando, nos quedamos con las de Leyner Palacios, sobreviviente de la masacre de Bojayá y quien forma parte de la Comisión de la Verdad: El país algún día abrirá los oídos a la reconciliación.
