Francia Márquez Mina es noticia en Colombia a raíz del atentado que se hizo contra su vida en días recientes por grupos paramilitares y de extrema derecha que intentan “refundar” a Colombia, sembrando miedo y terror en poblaciones que levantan su voz para defender su territorio, su vida, sus ríos, sus montañas, sus animales y su derecho ancestral de ocupar un espacio geográfico. En el año 2018 se hizo merecedora del Premio Medioambiental Goldman —también conocido como el nobel ambiental y ecológico— por su titánica labor de organizar a su comunidad y preservar el río Ovejas, en el departamento del Cauca, enfrentándose a empresas mineras que pretendían desviar el río para sus intenciones utilitaristas y mercantiles.
Junto a un grupo de mujeres marchan hasta la capital de la república en su intento de detener el inminente daño ecológico y ambiental que afectaría poblaciones enteras, fauna, flora, especies y vida en general. Se hacen escuchar a fuerza de sacrificios y argumentos jurídicos. Desde entonces Francia Márquez es considerada por paramilitares como una enemiga de los intereses mineros ilegales que azotan el país y que han ocupado a sangre y fuego territorios originando desplazamientos y muerte. La minería ilegal se ha aliado con feroces grupos armados paramilitares para alcanzar sus objetivos y no queda duda alguna que son ellos los asesinos de los líderes ambientalistas y sociales en Colombia.
Salvar ríos, montañas, bosques y selvas, preservar especies, animales y flora es una actividad peligrosa en Colombia, por cuanto es ahí en esos territorios ricos en biodiversidad donde la minería ilegal ha puesto sus ojos. No únicamente se desplaza al hombre, se elimina a cientos de especies que se han constituido en un ecosistema generando agua, aire y posibilidades de vida. Líderes como Francia Márquez llevan conciencia educando y permitiendo la expresión colectiva de poblaciones enteras, una labor que no puede pasar desapercibida por parte de grupos armados al servicio de intereses de grandes empresas ilegales de minería que donde hacen presencia destruyen todo signo de vida. El Estado colombiano no ejerce su presencia en estos territorios facilitando el actuar de estos facinerosos que siembran de cruces y mercurio las montañas y los ríos; permitiendo entrever una oscura relación con quienes matan, asesinan y desplazan.
Lamentablemente muchos líderes ambientalistas y sociales no tuvieron la misma suerte de Francia Márquez engrosando las frías estadísticas de asesinados o desaparecidos en Colombia. Casi que a diario es asesinado uno de estos héroes en Colombia; su muerte ya no es noticia y la opinión pública parece no entender lo que ocurre con ellos y muchas veces se los relaciona con la guerrilla o con bandoleros, son muertes silenciosas que no merecen un repudio o un clamor general. Se piensa que “algo habrán hecho” o que son parte de una “masacre social” como lo expresó un expresidente de Colombia.
Lo cierto es que cada vez que es asesinado un defensor ambientalista muere un río, se seca una laguna, desaparece un ecosistema y son desplazados hombres y especies. A los colombianos nos falta educación política para entender en su real dimensión la tragedia ecológica y ambiental que significa el operar de la minería ilegal. Esta es quizá la causa de que los dejemos solos y en condiciones de vulnerabilidad. Pero más allá de estas razones tampoco entendemos cómo el Estado colombiano permite este actuar de grupos armados que se apoderan de territorios y voluntades. O sí lo entendemos; pero no queremos expresarlo por físico miedo y terror.
Voces como la de Francia Márquez son el símbolo del valor y la decencia en Colombia.