Cuando Francia quedó eliminada en primera ronda del Mundial Sudáfrica 2010, políticos radicales de derecha dijeron que el problema de la selección era tener tantos jugadores negros. Doce años antes, en 1998, cuando los hinchas celebraban la Copa del Mundo ganada en París un gran porcentaje de los franceses quería la expulsión de los inmigrantes; solamente los argelinos, cameruneses y gente de la Guayana que tuviera el trofeo en sus manos podía quedarse.
En el 2018 Francia celebra 20 años de su título mundial, pero hay cosas que no han cambiado. A muchos de los futbolistas franceses no les nace cantar el himno. Europeos que se sienten extranjeros en su propio país. Se sienten más de allá que de acá. De los 23 futbolistas que conforman la plantilla para Rusia 2018, unos 17 tienen ascendencia africana. Son nietos del África negra. Tan solo 5 son franceses “puros”.
La Marsellesa habla de hacer brotar sangre de los "impuros", por eso algunos prefieren mantener una mirada seria antes que gritar la letra, pero hoy todos pueden celebrar. En esos suburbios marginales alguien ya se empieza a imaginar en ser el próximo Kylian Mbappe, en eliminar dentro de 20 años al hijo de Lionel Messi. ¿Por qué no?
En Colombia Yerry Mina está de moda. Es un negro que cae bien. Mete goles y baila sabroso. Sirve para colocarlo de ejemplo cuando conviene. Los políticos colombianos de derecha dicen que de un pueblo como Guachené es posible salir adelante. Ignoran que el Cauca, Nariño, Valle, Chocó, querían un cambio.
La desigualdad y la violencia de esos departamentos no interesa, lo importante es que alguien de esas tierras llegue a meter un gol en el mundial. Para la Colombia negra, como en Francia, el fútbol se convierte en la manera más efectiva para no ser rechazada.