A finales del siglo XIX Francesco Petro, abuelo del actual presidente de Colombia, llegó al norte de Córdoba. Pertenecía a la larga camada de inmigrantes italianos que huían de las hambrunas y las guerras y se refugiaron en las tierras perpetuamente cálidas del Caribe. Aunque llegaba con el sabor de la derrota de la lucha republicana por la unidad italiana en cabeza de Giuseppe Garibaldi, traía en su sangre el espíritu libertario. Un espíritu que se reflejó en la organización de pequeños grupos de campesinos para luchar por tierras y derechos laborales.
La historia del general italiano que lo inspiró es la de un aventurero que nunca se detuvo. Cuando el general llegó a Londres el 16 de abril de 1864 el corresponsal del New York Times afirmó lo siguiente: "No hay ningún caso en el que la aparición de un personaje público en Gran Bretaña, nativo o extranjero, haya producido un entusiasmo más profundo o más universal".
Imaginen a Justin Bieber saliendo de compras a Picadilly Circus un viernes al mediodía. La algarabía, las fans gritando alborozadas. Así hace 160 años sucedió cuando Giuseppe Garibaldi se paseaba por Londres los ingreses deliraban con su imagen y gritaban una y otra vez “¡Garibaldi por siempre!”.
Fue una de las primeras figuras pop de todos los tiempos. Su nombre sirvió para bautizar una de las galletas más consumidas de Inglaterra e incluso el equipo Nottigham Forest, uno de los primeros clubes de fútbol en fundarse en el mundo, eligió el rojo, el color que tenían los uniformes de las tropas garibaldianas, como el oficial para las camisetas del equipo.
En una época en donde no existían entrevistas Alejandro Dumas conversó con Garibaldi. Alejandro Dumas era el escritor más famoso de Francia, incluso más célebre que Victor Hugo. Sus novelas Los tres mosqueteros o El conde de Montecristo eran sucesos mundiales.
A los tabaqueleros que en Cuba enrollaban los enormes cigarros les leyeron, mientras trabajaban, las aventuras de Edmond Dantes y por escogieron ponerles a sus habanos el nombre de Montecristo que representan el tabaco más noble y legendario de Cuba.
Antes de que se iniciara el género de la entrevista y allí lo retrató como lo que era Garibaldi, el héroe romántico por excelencia. Cumplía con todos los preceptos, había nacido desde abajo, en una familia de marineros y allí como grumete y marinero en barcos comerciales aprendió de los vientos de reformas y revoluciones que despelucaban el mundo.
La vida se le partió después de desembarcar en Constantinopla, actual Turquía, capital del imperio Otomano, en donde había eminentes exiliados políticos y artistas europeos entre los que se contaba el filósofo Henri Saint-Simon a quien adentró en ideas tan avanzadas, tan hippies como el amor libre o el pacifismo.
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Con esas ideas regresa a Italia y se adhiere al grupo la Joven Italia que buscaba luchar contra la tiranía pero fue detenido y condenado a muerte pero logró escapar bien lejos, la mar como una gran autopista, hasta llegar a Rio de Janeiro, después de volverse comerciante de pastas se adhiere a la masonería y por medio de la logia conoce al derrocado presidente de Brasil Bento Goncalves de Silva con quien encabeza la llamada revolución Farroupiha con la que pretende volver a llevar al poder al político.
Cuatro años duró en guerra hasta que fue detenido, torturado y salvado en el último minuto por la que sería su gran amor: Anna Maria Ribeiro da Silva, conocida en la historia como Anita.
Este aventurero pasó de librar una guerra en Brasil donde estuvo a punto de morir, y participa en la Guerra Grande junto al general Fructuoso Rivera en el combate que sostuvo contra el entonces presidente del Uruguay Manuel Oribe y su sospechosa alianza contra los federales argentinos liderados por el caudillo Manuel de Rosas.
Siempre acompañado de sus hombres, conocidos como la legión italiana e implementaron tácticas de guerrilla que se harían inmortales con las gestas de Fidel Castro y el Che Guevara en Cuba. Se ganó entonces el apodo de “héroe de dos mundos”.
Por segunda vez regresó a su tierra, por segunda y tercera vez combatió contra el imperio austrohúngaro, perdió batallas, ganó otras, siempre con una ideología y en un espíritu libertario que lo transformaba en una idea encarnada en un hombre un mito, incluso declinó la idea de Lincoln de pelear contra los confederados y se retiró a la isla de Caprera donde murió en 1882.
Por esa fecha Francesco, un seguidor de la legión italiana de Garibaldi llegaba a la zona norte del departamento de Córdoba. Casi un siglo después, uno de sus nietos a quien la sangre rebelde del abuelo parecía correrle por la sangre, Gustavo Petro empuñó las armas para entrar a la guerrilla del M-19, que buscaba rebelarse ante el orden establecido, como el abuelo. Sus raíces con Italia parecieran estar más vivas que nunca y, de cualquier manera, a la manera de los partisanos luchadores por la tierra y por una Italia libre. El resto es leyenda, y también historia.
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