Llegamos a la casa-oficina donde debemos registrarnos, entregar la consignación de pago, recibir una pequeña charla y ver un video sobre el Parque. Nos muestran el mapa de Chingaza, tiene la forma de una mariposa… parece que la naturaleza se las ingenia para sorprendernos. También nos dan recomendaciones: seguir los senderos, llevar botas pantaneras, chaqueta impermeable, una muda de ropa adicional (por si nos mojamos), alimentación e hidratación. Es aconsejable ir con guía, no sólo porque aprendemos más y evitamos perdernos, sino porque apoyamos las asociaciones que cuidan el lugar.
Empieza la caminata. Recorreremos dos rutas, Lagunas de Buitrago y Monte Redondo, alcanzaremos los 3.700 metros, aproximadamente. A poco de comenzar el ascenso nos encontramos con los primeros frailejones, rosetas sobre un tallo, que nos dan la bienvenida: pacientes, sabios, tranquilos, tenaces, persistentes… los frailejones nos dan agua, nos cuidan.
En Chingaza se encuentra el frailejón Espeletia uribei, uno de los más altos del mundo, llega a medir hasta 12 metros a razón de 7 centímetros por año, es endémico, es decir, no se da de forma natural en ninguna otra parte. También está el frailejón grandiflora que crece un centímetro por año, y el killipii, que alcanza 5 o 6 metros.
¡Un centímetro por año! Si eso no es persistencia, qué lo es. Por eso es muy difícil recuperar un páramo o hacer restauración ecológica, se requiere de muchísimos años para que los frailejones alcancen la madurez.
A la vista, parece que los frailejones forman tapetes o colchones en las montañas. El frailejón cuida de sí mismo y cuida el páramo.