Tuve la inmensa fortuna de visitar hace algunos días la maravilla de la Laguna de Cumbal, en el departamento de Nariño. Además de su fabulosa gente y sus paisajes únicos, nos encontramos con la evidencia de una falta de políticas de turismo en esta región de Colombia. Dista a tan solo dos horas de la ciudad de Pasto, pero su recorrido se vuelve difícil y complicado debido a una carretera que denota abandono y falta de visión política y empresarial de sus gobernantes.
A manera de información, “La laguna de Cumbal, también conocida como laguna de la Bolsa, está ubicada en la falda del volcán Cumbal, a 3. 638 m de altitud. Se encuentra a una distancia de 10 km al oriente de la población de Cumbal, con la que se comunica por una vía carreteable. Esta laguna se caracteriza por el color gris de sus aguas, la temperatura muy fría y la ausencia de oleaje, circundada por vistosas colinas y pequeñas llanuras tapizadas de pastos naturales y de la vegetación propia de los páramos. Entre la fauna característica en la región se encuentran águilas, cusumbos, venados y guaguas; mientras la flora está representada por frailejones, encenillos y cojines. En sus aguas abunda la trucha arco iris. La cuenca de la laguna de Cumbal es pequeña en cuanto a su extensión y se encuentra en una zona muy sensible de recarga de acuíferos. La componen dos subcuencas: la de la quebrada Cusculgo y la de la quebrada Capotes. Por medio de infiltración da origen a una intrincada red de manantiales y ojos de agua. El río Cuacé nace a 3.425 msnm, como resultado de la infiltración de la Laguna de Cumbal”.
La Gobernación de Nariño debe iniciar un inmediato acompañamiento a las comunidades indígenas que habitan esta región y que manejan y administran de acuerdo a sus circunstancias el turismo que llega de una forma espontánea y natural. No existen políticas que promuevan una importante afluencia de turistas y llegar puede ser hasta riesgoso y complicado debido a falta de señalización, vías inconclusas y ausencia de infraestructura que permita una tranquilidad y bienestar a sus visitantes. Pero toda esa desidia administrativa se compensa con la generosidad de sus moradores que le hacen sentir la alegría de estar entre ellos. Es única la trucha que preparan y ofrecen para el paladar más exigente.
Lastimosamente, y ante la ausencia de los diferentes gobiernos de turno, no existen locaciones apropiadas. Su zona de camping es deficiente, sus restaurantes escasos y se siente la ausencia de entidades como el SENA que pueden promover y fomentar buenas condiciones gastronómicas, culinarias y humanas. Esta nota busca que gobernantes, entidades y sector público y privado aúnen esfuerzos y lleven a su gente la preparación y la formación necesarias para promover el turismo generando ingresos al mismo tiempo que se proteja a especies tan importantes y vitales como el frailejón.
Encontramos en los baños públicos, para vergüenza ante propios y extraños, hojas de frailejón en lugar de papel higiénico. Sobra decir que esta costumbre debe ser prohibida y erradicada pues pone en riesgo a una de las especies más importantes que permite la producción de agua y que requiere de cientos de años para crecer y reproducirse. Podría creerse que esta es una simple anécdota de viajero, pero no, es la clara y sensible muestra de la ausencia de políticas en materia de turismo y preservación del medio ambiente en Colombia.
Nos preguntamos dónde están entidades como CORPONARIÑO, Gobernación de Nariño, Alcaldía de Cumbal y secretarias de medio ambiente. Esperamos un pronto pronunciamiento por parte de ellos. No podemos permitir que el frailejón continúe expuesto a un peligro que afectaría profundamente el ecosistema y la producción y distribución de las aguas.