Un año antes de terminar su segundo período presidencial, Álvaro Uribe ya pensaba en mantener su legado creando su propia universidad. Para hacerlo invirtió 500 millones de pesos y convenció a Darío Montoya, quien fue durante sus ocho años de gobierno director del Sena y su amigo personal, a que renunciara a su cargo en octubre del 2010 y pusiera otros 500 millones de pesos.
Durante un año entero fueron puliendo la idea que compartieron con Rafael Montoya Vélez –hijo del exdirector del Sena—, con Jesús Guerrero Hernández, uno de los hermanos dueños de Servientrega y con el consultor en competitividad Pierre Padilla.
La universidad se llamaría Elite y giraría en torno a los preceptos del expresidente. Guerrero Hernández donó otros 1.200 millones de pesos. Nada fue fácil. Un año se demoró María Fernanda Ocampo, la entonces Ministra de Educación, en acreditarla. Consiguieron una casa vieja en Teusaquillo, en donde recibirían a los estudiantes del sur de Bogotá y un edificio gris en Cedritos a donde estarían los del Norte. Uribe convenció a la junta directiva de Pacific Rubiales para que creyera en Elite.
La petrolera asumió los costos de una oficina en el edificio World Trade Center y cedió al director de la universidad corporativa de la empresa, el venezolano Armando Izquierdo, para que diseñara el pensum de la carrera de Ingeniera de Petróleos que, según cálculos iniciales, desplazaría en menos de cinco años a la de la Universidad Industrial de Santander, que era considerada la mejor del país. Pacific prestaría su campo petrolero de Puerto Gaitán para que los muchachos hicieran sus prácticas.
Pero no solo estaría Pacific. Los pensums académicos contarían con los aportes de Guillermo Botero Nieto, presidente de Fenalco y Carlos Mario Giraldo, presidente del Éxito, para moldear la carrera de ingeniería comercial, mientras el propio Jesús Guerrero, de Servientrega, diseñaría el de ingeniería industrial.
La universidad abrió las puertas el 16 de agosto del 2014 con 54 estudiantes presenciales. Los cálculos eran más que optimistas. Proyectaban 200 mil alumnos para el 2019 entre presenciales y virtuales en los 12 programas que ofrecía, todos enfocados a las ingenierías, la informática y las tecnologías. La matrícula era competitiva: carreras profesionales $4.2 millones y las tecnologías $2.7. Uribe era el alma tutelar y cada vez que podía iba a la universidad a dictar charlas de liderazgo, acompañado en ocasiones por alguno de sus hijos Tomás o Jerónimo o de congresistas de su bancada como Álvaro Hernán Prada o Paloma Valencia.
Según estudiantes, se estimulaba el compromiso con el Centro Democrático ofreciendo el 50% del valor de la matrícula si se pertenecía al partido, igual que a quienes hubieran pasado por el Sena, aunque Darío Montoya desestima estos testimonios.
Tres años después de haber abierto sus puertas la universidad nunca despegó. Aún están en trámite 16 programas pendientes de recibir el Registro Calificado por parte del Ministerio de Educación Nacional, 14 de ellos son títulos virtuales. En la actualidad solo cuenta con cerca de 265 estudiantes y la meta de 200 mil alumnos se redujo a 600 para el 2019. El presidente Álvaro Uribe ya no frecuenta tanto la universidad; en lo corrido de este año solo ha podido visitarla en dos ocasiones.
La crisis de Pacific Rubiales, que tenía un rol de apoyo significativo, coincidió con el arranque de la universidad y esta se hizo sentir. Rubiales se comprometía a crear un fondo de becas que nunca se concretó y el apoyo de Ecopetrol también se esfumó por el bajonazo del precio del petróleo. Pero lo más significativo es la ausencia del alma de los dos padres inspiradores del proyecto: Álvaro Uribe Vélez y Darío Montoya. Este último ha iniciado un nuevo proyecto educativo en su tierra, y actualmente asesora al gobernador de Antioquia Luis Pérez en una universidad virtual. Las riendas de la universidad las tomó Carlos Felipe Escobar y a pesar del empeño, el gran sueño pedagógico del expresidente parece estarse marchitando.