Varios errores explican el desplome del SI en el Plebiscito de la paz convocado arbitraria y unilateralmente por la élite política de la Casa de Nariño, desconociendo el Acuerdo Especial de agosto del 2012, entre las Farc y el Estado.
¿Cuál es el afán de hacer un Plebiscito en seis semanas, bajo la conducción de una desacreditada clase política de gamonales corruptos y desconociendo a la sociedad civil y a los movimientos sociales y populares?
¿No será el momento de proyectar la Asamblea Constituyente de la paz, soberana y popular?
La legitimación de la paz mediante el Plebiscito que se ideó el señor Santos, a su manera, no parece convencer a la mayoría de los colombianos, según lo indican las más recientes encuestas sobre las votaciones por el SI o el No en la fecha que se establezca en su momento para definir este delicado tema que produce grandes tensiones y controversias.
La frialdad e indiferencia de millones de personas, es la nota más sobresaliente en la cultura política de los colombianos frente a los avances del proceso de paz y la eventual realización de una refrendación.
La Revista Semana ha hecho pública una encuesta de Ipsos para RCN Radio y Televisión, La F.m. y SEMANA en la que se evidencia que la mayoría de los colombianos están afectados por el derrotismo y el escepticismo. Solo tres de cada diez personas tienen esperanzas en que los diálogos de paz lleguen a buen término, y siete de cada diez sienten que las cosas van por mal camino. Por primera vez, los ciudadanos que afirman que votarían NO al plebiscito con el que se busca refrendar los acuerdos de paz son más que los que votarían por el SÍ. Mientras en junio, el 39 por ciento señalaba que votaría NO, ahora, cuando la convocatoria al plebiscito es una realidad, la cifra de los opositores asciende al 50 por ciento. En cuanto al número de personas que respaldan el SI, en las últimas seis semanas esta cifra pasó del 56 al 39 por ciento, es decir, 17 puntos. El número de indecisos se duplicó, al pasar del 5 al 11 por ciento .
¿Cómo explicar esta tendencia coyuntural de la ciudadanía?
Mi reflexión intenta dar respuesta a tal cuestión en los siguientes términos:
Primero. El lanzamiento del Plebiscito por la paz por parte de la Casa de Nariño, es un acto unilateral y precipitado que afecta negativamente una decisión de la magnitud implicada en el proceso para terminar la guerra. Aún están pendientes un gran cumulo de asuntos en la Agenda de conversaciones de La Mesa de La Habana, que requieren más tiempo y ponderación como las reformas del Estado, la convocatoria de la Asamblea Constituyente, las garantías sociales, políticas y jurídicas para las Farc, la eliminación del latifundio ganadero, la amnistía y el indulto, la revisión de los TLC, la reformas militares y la superación de los esquemas neoliberales que afectan el bienestar de la sociedad. Estos temas no se pueden evacuar a las patadas y consensuarlos demanda meses que bien pueden extenderse hasta el segundo semestre del 2017, momento en que ahí sí debería convocarse una consulta popular y una Constituyente para sentar las bases sólidas de la paz.
Segundo. El desconocimiento de la sociedad civil y de los movimientos sociales y populares independientes de las cúpulas feudales, en la refrendación de la paz, es otro craso error en la alocada campaña plebiscitaria que se promueve desde las altas esferas oficiales.
Tercero. Colocar la campaña del plebiscito en cabeza del artífice de la implantación del neoliberalismo en Colombia en los años 90 del siglo XX, y el responsable del más reciente ciclo de la guerra en Colombia por el bombardeo de los campamentos de la Uribe en 1990, es otra monumental metida de patas de los organizadores del plebiscito santista.
Cuarto. Dejar el Plebiscito en manos de las maquinarias clientelares de las organizaciones politiqueras del oficialismo (liberales, U, CR, conservadores y seudoizquierdistas con olor paramilitar), artífices del más descomunal saqueo de los presupuestos estatales, mediante el sistema de las regalías y los cupos indicativos, es una afrenta desproporcionada a las nuevas generaciones de colombianos que repudian las cúpulas de gamonales. El Plebiscito lo maneja Santos y la comparsa de Gaviria como si se tratara de una de esas campañas en las que prevalece la compra venta de sufragios, la lechona, el cemento, el ladrigo y el soborno, desconociendo la potente opinión pública y el voto independiente.
Quinto. Pretender capitalizar la paz para las campañas presidenciales del 2018, mediante el realce de los nombres preferidos del señor Gaviria.
Sexto. Querer imponer la paz mediante la propaganda y una distorsionada pedagogía que confunde en vez de convencer.
Séptimo. Desconocer que la paz es fundamentalmente una construcción emocional que convoca con la esperanza, la convivencia, el perdón y no con el miedo, la amenaza y la corrupción.
Octavo. Ligar la paz a la imagen de Santos y sus desacertadas políticas prioritarias como la reforma tributaria, la ley zidres, la megamineria y la exportación de 5 mil soldados para que sigan en la masacre de Afganistán.
Lo cierto es que aun la nación no está preparada para ese equivocado plebiscito que se quiere imponer de manera irracional.
Se necesita que este tema de la refrendación de los acuerdos se consensue adecuadamente en el marco de la Mesa de conversaciones de paz en La Habana, sin imponer formulas caprichosas.
Nota. A estas alturas, el que va a resultar más favorecido con el umbral del 13% en el plebiscito es el No de la ultraderecha uribista, bien escasa en votos y acogida ciudadana con sus propuestas de guerra. Este umbral le cae como anillo al dedo.