He tenido la oportunidad de ver cientos de fotos sobre las protestas de ayer, 21 de enero. Imágenes que han sido publicadas en redes y en los sitios web de los periódicos que aún sobreviven en un difícil entorno marcado por la generalizada costumbre de no pagar por estar informados. Debo decir que me alegra ver a los nuevos fotoperiodistas —entre ellos a varias mujeres— haciendo bien su trabajo y exponiéndose a recibir una pedrada, un garrotazo o en el peor de los casos un escopetazo, como le sucedió al joven Dilan Cruz, el pasado 23N.
Cubrir este tipo de protestas, al igual que el conflicto armado, va más allá de registrar banderas quemadas, estudiantes tirando piedras, tanquetas lanzando agua a presión o policías disparando gases lacrimógenos. Esta última, aunque no lo parezca, es una foto difícil, en la que se necesita tener buenos reflejos para lograr que se vea la candela saliendo del cañón, de lo contrario será una foto insípida, débil y malograda.
Estar inmersos en una cobertura periodística de ese tipo es moverse en situaciones que ponen en riesgo nuestras vidas. No podemos ir a una marcha sin conocer con anticipación a sus actores, el contexto político, económico o social en el que se desarrollará dicha manifestación social. Es por ello que muchos medios de comunicación han dotado de cascos, máscaras antigases y chalecos antibalas a sus reporteros.
Lo anterior parecerá obvio, sin embargo, he visto a novatos cometer el error de cubrir sus rostros con una bufanda árabe, mejor conocida como jata, con el fin de protegerse de los gases. Recuerdo a dos de ellos: Carlos Bernate y a Junior, ambos de la revista Semana. Obviamente que fueron confundidos con encapuchados y a la postre no salieron bien librados. Los cascaron, y pese a ello la sacaron barata, como dicen por ahí.
La foto de portada de hoy, 22 de enero, publicada en el impreso de El Tiempo, lograda por el curtido fotorreportero Mauricio Moreno, es un golpe de autoridad que demuestra que en materia de cubrir protestas sociales no siempre la mejor foto está en la "zona de candela". En ella, se observa a una persona vestida de traje y corbata caminando en medio de una multitud que hace lo imposible para llegar a destino. Un gran acierto, una foto diferente y fresca, que demuestra que como periodistas siempre hay que estar atentos a obturar en el instante preciso y a ubicarse en el sitio ideal. Nada hay que dejar al azar. ¡Felicitaciones!