He oído comentarios encontrados sobre Boyhood, esta película nominada a los óscares en la que el director sigue el crecimiento de un niño. Yo no sé mucho de cine, ni nada, pero a mí me gustó. Me gustó cómo la película muestra que, a pesar de que la vida del personaje no es la más estable ni la más normal, incluso eso es normal. La película logra reflejar, creo, de una manera muy humana que la vida es, cotidiana.
Pero a otra gente no le gustó. A mi hermano, por ejemplo, le parece que a la película le falta acción. No en un mal sentido, no en un sentido “solo veo películas de acción”, pero su punto es que a la película le falta un momento climático con el cual hacer catarsis, le falta un verdadero principio, desarrollo y final. Creo que él diría —pero no le pregunté, así que no lo garantizo— que una película no debe ser la cotidianidad, debe pasar algo que motive la acción, algo que mueva la acción de los personajes y muestre sus caracteres y que haga que el público se identifique y haya una especie de catarsis, un poco como en el teatro clásico.
Como dije, no sé nada de cine pero y ahí donde me gustó, me parece interesante que las manifestaciones artísticas contemporáneo quiera rescatar la cotidianidad.Creo que tiene algo que ver con que cada vez menospreciamos menos lo cotidiano, nosotros. Vivimos en Instagram y en Facebook, y vemos la vida emocionante de “nuestros amigos” teniendo una experiencia perfecta en un jeep en algún paseo, cocinando un plato Michelin tres estrellas, viéndose espectacular con la novia en tal lugar. La obsesión por volver digno de televisión y Pinterest nuestra vida diaria tiene, como dice una amiga, de muy bonito que volvemos especial nuestro día a día. Pero también, tal vez, nos hace olvidar de que algo especial no depende de que se le tome o no una foto. O, en su peor arista, nos hace creer que la vida de todos (o muchos) es absolutamente extraordinaria, por comparación a la nuestra.
Entonces, de pronto, la moneda se voltea. De pronto así como los antiguos griegos usaban tragedias para relatar acciones extraordinarias que, con ello, rescataran de la cotidianidad a sus ciudadanos y reflejaran virtudes y caracteres que son, en últimas muy humanas, de pronto a nosotros nos toca al revés. De pronto, porque tendemos a extraordinizar nuestras vidas, entonces el cine se vuelve a las vidas normales, para mostrarnos que en realidad todo es muy cotidiano e, incluso a pesar de eso, también es bello.
Está bien, supongo. Pero a lo mejor también es una pérdida para el arte si se maximizara (como experimento particular, me sigue gustando). ¿Cuándo más, entonces, veríamos una película como el Gran Pez? (Obvio, en la realidad también hay cosas extraordinarias dignas de película, pero yo me refiero es a la vida cotidiana). Por otro lado, si el arte deja de mostrar sueños, y más bien tantas realidades, ¿cómo aprenderíamos a soñar?
Es un poco como esta pareja que vi en vacaciones. Mientras pasaba por ahí, esta pareja intentaba tomarse una foto dándose un beso con alguna vista bonita al fondo. Estaban, entonces, pegados por los labios pero no realmente dándose un beso, mientras un fotógrafo designado insistía en más a la derecha o más a la izquierda, primero con flash luego con flash. La foto debió quedar muy bien, seguro. Pero a mi gusto, la pose del momento era todo menos romántica. Una foto especial, para un momento poco especial. Tal vez me refiero a que la foto no es nunca solo una imagen de lo que se retrata, sino un objeto en sí mismo (más si le ponen filtros).
Pero en últimas lo que quiero decir es que este niño aprende que la vida es así toda la vida (quien paradójicamente es fotógrafo) algo cotidiana porque al fin de cuentas es la vida de una. Tiene cosas grandes o chicas pero uno igual se despierta al otro día y ya. No sé. Tal vez, simplemente, que a veces es fácil olvidar que la vida (la de todos y la de uno) no es llena de acción y que no por eso está mal o bien, que al margen de la foto y el filtro, depende es más de cositas chiquitas si uno la vuelve especial. En fin, véanse la película y me cuentan.
