Lo más interesante de lo que va a ocurrir con el proceso de paz y las cercanas elecciones de 2018, es que todos los actores sociales y políticos “uribistas”, “santistas” y de izquierda –queriendo acertar– ayudarán involuntariamente a que llegue al gobierno un “movimiento ciudadano de nuevo tipo”.
Entre más forcejeen, más ayudarán. Entre más trinen, más posicionarán al “movimiento ciudadano”. Entre más pataleen, más se hundirán.
Las FARC, ilusionadas con hacer política electoral de inmediato, asumirán –como lo vienen haciendo– una actitud triunfalista que hará que mucha gente los rechace. Las mayorías no quieren su humillación pero tampoco aceptan la soberbia y la sobradez. No los quieren como juez y como parte. Además, esas mayorías rechazarán a quienes creen que le ayudaron a la guerrilla a “crecerse” más allá de lo conveniente (Santos y la izquierda). Por tanto, esta gente, que es “anti-FARC” pero “no-uribista”, necesariamente tendrá que buscar una alternativa diferente.
Y si las FARC no se muestran triunfalistas, sus integrantes desmovilizados y los sectores políticos cercanos pueden perder la fe y el entusiasmo en las expectativas fundadas. Es la tragedia de quien quiere presentar como triunfo lo que en realidad es una “claudicación con cierta dignidad”. Son las paradojas de la vida.
Uribe, ilusionado con el NO a “la paz con impunidad”, va a mostrar una actitud guerrerista demasiado obsesiva y negativa (ya lo está haciendo), que va a asustar a muchos de sus propios seguidores, que de todas formas van a ver que la guerrilla se ha desarmado, que no hay tantos atentados y muertes, y que Uribe o sus candidatos, de ganar el gobierno en 2018, pueden echar las cosas a perder. Es decir, no todos los “uribistas” serán unos fanáticos “exterminadores de las FARC”, y aunque no votarán por los guerrilleros desarmados ni por una alianza “izquierda-santismo”, si querrán construir una alternativa nueva y no polarizante.
Y si Uribe no se muestra agresivo puede perder gente de sus filas. Con cara pierde y con sello no gana. Las bravuconadas y agresividad construyen una imagen que no es fácil de dejar atrás. Es la tragedia de Uribe: las FARC lo convirtieron en “símbolo del guerrero” pero al abandonar la guerra, automáticamente lo jubilan sin honor y sin gloria.
Santos, ilusionado con el “SI de la paz para todos”, va a tratar de ocultar los graves problemas (sociales, económicos, de corrupción) que le están reventando a su gobierno y va a intentar consolidar su “coalición por el post-conflicto” para seguir en el gobierno. Para hacerlo tiene que integrar fuerzas de izquierda cercanos a las FARC (ya lo hace), lo que seguirá radicalizando contra él a los uribistas pero también hará que muchos sectores de clases medias prefieran otra opción –no “uribista” ni “santista– para liderar un gobierno que tiene que administrar el post-conflicto y consolidar la paz.
Santos no pude hacer más que engrandecer y alabar “su paz”, ya que al no poderla compartir con Uribe, tendrá su propio sello. Pero al querer idealizar la paz, lo único que hará es reforzar su imagen de mentiroso, embustero y jugador. Es también su tragedia porque la “paz imperfecta” no es paz. El ELN y las Bacrim quedarán vivas y la abstención –que será la ganadora en el Plebiscito– reforzará la idea de que esa tarea quedó a medio hacer.
La “burguesía emergente decente” a la cabeza del “movimiento ciudadano” lo único que tiene que hacer es remarcar sus diferencias con el “uribismo” y el “santismo”, y hacerlo de una forma inteligente, no agresiva, sin enfrentar de una forma hiriente o machacona a Santos y a Uribe, sino –por el contrario–, valorándoles y reconociéndoles sus esfuerzos y logros pero haciéndole ver a la población que tienen que empoderar a nuevas generaciones más dispuestas a avanzar sin rencores ni revanchismos hacia la anhelada paz.
Un SI porque se acaben las FARC como actor armado es más que suficiente. Una “paz sin corruptos” es un significante que hay que empezar a vender con cierto tacto en la campaña del Plebiscito y, poco a poco, irle agregando otros significantes como la “defensa del medio ambiente”, “por empleo digno y formal”, que pueden ir acercando a mucha gente a la propuesta ciudadana.
Hay algo inexorable a favor de una alternativa ciudadana, pero... ¡hay que construirla!
@ferdorado