La semana pasada viajé a Medellín. No me gusta mucho ir allá porque ese climita primaveral me molesta, y el pegajoso acentico se me empieza a contagiar. Sin embargo, no podía perder la oportunidad de participar de lo que prometía ser el más grande evento sobre ciudades en la historia de este Macondo nuestro: el Foro Urbano Mundial organizado por ONU-Hábitat.
Llevé a Matilda conmigo para convencerla de que el bus no tiene futuro, para que deje de preocuparse tanto por las botellas plásticas, para que vea la verdad de lo que proponen los expertos del mundo, sobre el futuro de nuestras ciudades. A mí Matilda me enloquece, me encantan sus pecas, y acepto que se ve muy sexy montada en su bicicleta con esas faldas coloridas; pero urgentemente necesito que entienda la realidad sobre el progreso urbano, para evitar peleas. En Latinoamérica tenemos que pensar en grande: grandes autopistas, grandes centros comerciales sin ventanas, grandes puentes sin peatones, grandes edificios encaramados en los cerros. ¿O no?
Todo empezó bien. Las botellas pláticas estaban por doquier, adornando cuanto escritorio, mesa, y silla había en los eventos. El programa se repartía en libros gruesos de papel, y venía acompañado de todo tipo de basura que regalaban en los stands. Me encanta ver que todos esos folletos, lapiceros y libretas inservibles —curiosamente— siempre incluyen mensajes sobre la “sostenibilidad”. Desde la misma llegada supe que iba a poder empezar a ablandar esa mente de activista innata de esta sueca pelirroja.
Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar cuando nos fuimos a escuchar al exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg. Un tipo al que admiro mucho por su fortuna multimillonaria, un verdadero tiburón del capitalismo gringo como quiero ser yo en algún momento. ¡Ah!, pero ahora resulta que le dio por hablar de transformar las ciudades para el peatón, para la bicicleta, para la gente. Le declaró la guerra a la comida chatarra y al carro durante su alcaldía (que recién terminó). Fuera de eso, lideró la construcción de parques barriales donde antes había intersecciones vehiculares y parqueaderos. ¡Que desilusión ver que uno de mis ídolos está haciendo esas bobadas y ganando tantos créditos por hablar sobre eso!
Infortunadamente, los otros expertos globales dijeron locuras peores. Brent Toderian y Richard Florida me golpearon el alma, diciendo que el progreso urbano contemporáneo ya no pasa por la expansión vial, por las autopistas ni por el número de carros por familia. Me hicieron sentir como un inepto al lado de mi Matilda, quien con ojos brillantes salía corriendo a coquetear con los panelistas, cada vez que se terminaba alguna sesión. Para ella, estar ahí, era mejor que ir a Disneylandia a los 7 años de edad.
Aburrido y desesperado, cambié mi estrategia. Convencí a Matilda para concentrarnos ahora en los grandes nombres nacionales. Nos fuimos a ver al Ministro Luis Felipe Henao, presidente del Foro, y al alcalde Gaviria; una estrategia que nunca falla. Como en Colombia nos gusta ir en contravía de las tendencias globales, es fácil concluir que allí, ellos propondrían algo distinto. Pero no, la suerte no estuvo conmigo. El ministro ha optimizado sus ideas hasta tal punto, que ya propone que el futuro urbano de Colombia pasa por desarrollos densos con usos mixtos de suelo, y ejes de redesarrollo a lo largo del transporte colectivo moderno. El alcalde Gaviria, no solo le apuesta a dejar como gran legado de su alcaldía una revitalización total del abandonado río Medellín, sino que durante el Foro le dio por apoyar a unos locos ciclistas para construir un ciclocarril cruzando el río, que ahora llega hasta el centro de exposiciones; ¡que mal ejemplo para sus colegas alcaldes!
Y mejor ni les cuento de los otros alcaldes. En uno de los eventos más concurridos del Foro (programado en el horno-invernadero del City Changer room), entregaron los premios a la sostenibilidad urbana. Los alcaldes y secretarios de planeación de los cuatro municipios ganadores, repitieron una y otra vez ese discursito que me ahoga: “la sostenibilidad no es un juego, no es un capricho; y le corresponde tanto a los políticos como a los ciudadanos”. No me extraña escucharlo de Gerardo Ardila, secretario de Planeación de Bogotá; después de todo el siempre ha insistido en esas locuras. Pero si me extraña mucho escucharlo de los alcaldes de los otros municipios ganadores: Ibagué, Santander de Quilichao, y Amalfi. ¿Alguien me explica cómo llegó esa información hasta esos pueblos recónditos?
Ahora Matilda quiere que la lleve a conocer Amalfi, que empecemos a hacer yoga, y encontró nuevos amigos vegetarianos. Tremenda farsa resultó ser ese eventico.
(@cadenagaitan)