La semana pasada se conocieron los datos del desempeño económico de China. Revelan que las estrictas medidas de control epidémico que mantienen cerrado el país al turismo tanto de llegada como de salida, no impidieron una importante reactivación económica en un entorno de alta globalización. La orientación del gobierno hacia el fortalecimiento de la demanda, la reestructuración económica orientada hacia la tecnología y los servicios de alta calidad y el ánimo de los chinos de consumir cada vez más productos nacionales no ha implicado menores importaciones ni menos capital extranjero. Estos datos ya recogen los efectos de la variante Omicron del covid19, que fue designada por la OMS a finales de noviembre de 2021, así como de la crisis de la inmobiliaria Evergrande.
Igualmente importante es que los datos reflejan que el dinamismo económico de China y su integración con el mundo no fueron afectados por las estrategias de contención y aislamiento lanzadas por el gobierno de Joseph Biden en Estados Unidos, que han sido seguidas parcialmente por Australia e Inglaterra. Estados Unidos está además frente a la necesidad de renovar el Acuerdo Fase I que se suscribió durante el gobierno de Donald Trump y que finaliza a mediados de febrero de este año.
El año 2021 cerró en China con una inflación de 0.9%, 2 puntos porcentuales debajo de la expectativa de hace un año que pronosticaba una inflación del 3%. La capacidad de China de atender su demanda interna con producción local e importaciones la desmarca del resto de las economías grandes que están viviendo inflaciones en niveles récord en décadas. Guo Liyan, investigador de la Academia China de Investigaciones Macroeconómicas dijo a CGTN que este comportamiento "demuestra plenamente que la economía china es resiliente y que las políticas para garantizar la provisión de bienes y la estabilidad de precios fueron efectivas”.
Del lado de la oferta de bienes, el dinamismo económico chino estuvo ligado estrechamente al comercio internacional, que creció 21.4% y alcanzó más de 6 millones de millones de dólares. De estos, 3.3 millones de millones fueron de exportaciones y 2.7 fueron importaciones, con lo que el balance positivo para China llegó a los 600 mil millones de dólares. Las tendencias principales del comercio de China se mantienen: El comercio asiático es el más importante, siendo balanceado con la ASEAN, superavitario en favor de Japón, Corea y las regiones de Hong Kong y Taiwán. Australia y Nueva Zelanda acumulan superávits, en el caso de los australianos uno superior a los 100 mil millones de dólares.
Estados Unidos es el principal socio comercial de China, pero con desbalance y déficit, que prueban que las medidas tomadas en la guerra comercial ciertamente dañaron la capacidad exportadora hacia China pero no aminoraron las exportaciones chinas a Estados Unidos y mucho menos cumplieron el objetivo de corregir el déficit.
En América Latina el conjunto es de equilibrio y superó los 400 mil millones de dólares, con un superávit en favor de China de apenas 2 mil millones de dólares, menos del 0.5% del total. Por países, mirando solo los que comerciaron más de 10,000 millones de dólares, Colombia arrastra un déficit de más de 8 mil millones de dólares, pero Perú y Chile tienen superávits de 12.000 millones, Argentina de 3.000 millones y Brasil la increíble cifra de 80.000 millones de dólares. El análisis de la composición sectorial de estos superávits ilustra bien qué los está determinando y el papel de las exportaciones agrícolas a China.
En relación con la inversión extranjera directa, China alcanzó la cifra de 173 mil millones de dólares. Por sectores, la inversión extranjera para tecnología y servicios tuvieron los comportamientos más dinámicos.
A principios de 2022 medios como Bloomberg y Financial Times expresaban inquietudes por la reducción del ritmo de crecimiento de China al final de 2021, lo que ligaban a la continuidad de la crisis inmobiliaria y las consecuencias de la variante Omicron. Sin embargo, el crecimiento económico del 8% es superior a la proyección del 6% de principios de años que hicieron analistas internacionales.
China ha sido reticente a proponer metas económicas mientras dure la pandemia. En 2020 las autoridades chinas no pusieron meta de crecimiento, porque el desarrollo de la pandemia era impredecible. En 2021 plantearon un crecimiento del 6% y cuando en el mundo se cuestionó si eso reflejaba una desconfianza del país sobre su capacidad de recuperación el primer ministro Li Keqiang dijo que no era una meta de bajo crecimiento sino la que reflejaba la estabilidad deseada. Para 2022 los economistas chinos están consensuando una meta de alrededor del 5.5%.
En cualquier escenario es claro que el papel de China en la recuperación económica mundial seguirá siendo decisivo. Para América Latina el dinamismo de la relación con China está determinado por tener relaciones con China en el nivel superior, de relaciones estratégicas comprehensivas. Colombia está en el primer escalón, el de las relaciones normales.
China sigue haciendo llamados a la cautela, a evitar hacer predicciones sobre el curso y fin de la pandemia. En 2021 el país adoptó una serie de medidas de regulación y orientación del mercado para evitar que las empresas enfoquen sus sistemas de producción a atender una demanda cuyo comportamiento está determinado por la volatilidad y la incertidumbre, que puede ser una demanda de 2021 que no se repita en 2022, ni se sostenga en 2023.
Por la preminencia que tiene la estabilidad como concepto y como práctica en el pensamiento chino, hay que considerar los factores que pueden estar presentes más allá de la pandemia, como el crecimiento del la clase media mercado interno que a 2025 debería tener 150 millones más para llegar a los 600 millones de personas; o la transición energética y el crecimiento de las energías limpias en la oferta energética de China y todos los bienes asociados a ellas, como los vehículos de nuevas energías cuyas ventas en 2021 crecieron 169%; o la transición urbana y la construcción de infraestructura de transporte con superautopistas y vías para trenes de alta velocidad. También hay que considerar la profundización del papel del mercado, la cada vez más fuerte globalización de la economía china y la reconfiguración del consumo hacia bienes de tecnología y producción sostenible.
El proyecto chino de construcción económica involucra un salto cualitativo, de ser la fábrica del mundo al mercado del mundo, en lo que vienen trabajando hace años. En palabras de Aidan Yao, economista senior de mercados emergentes asiáticos de AXA Investment Managers dijo en julio del año pasado al South China Morning Post, que la forma eficaz en que China enfrentó la guerra comercial y la pandemia “demostró la resiliencia del ecosistema de la cadena de suministro china que ya no se basa en costos competitivos sino en el aceleramiento de la optimización del de producción y en el ascenso en la cadena de valor”.
Los acontecimientos claves del 2022 en relación con China estarán más probablemente ligados a estas tendencias fundamentales que a la solución de problemas coyunturales determinados por circunstancias que no están dentro del manejo de China, como las necesidades políticas internas de los políticos de Estados Unidos en un año electoral y el uso persistente de la carta china.
Con la pandemia bajo control y la economía reactivada, la apuesta china de que la protección de la salud no debe implicar el sacrificio de la economía ni viceversa, es un hecho que frente a las cifras admite poca controversia.
*Abogado penalista experto en temas sobre China
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