Por allá en el año 2014, Luis Carlos, un estudiante de Administración de Empresas de la Universidad Popular del Cesar, culminaba su octavo semestre. No sabía si iba a poder seguir al noveno, ya que a su padre le habían diagnosticado una enfermedad, por lo cual se le iba a hacer difícil seguir costeando sus estudios. Tenía que tomarse un buen tiempo para realizarse un tratamiento que le ayudase a superar sus quebrantos de salud.
Todo esto obligaba a Luis Carlos a escoger entre estudiar o trabajar. El profesor Cervantes, conocedor de sus aptitudes y competencias, lo recomendó para que pudiera emplearse, con el compromiso de no dejar sus estudios; pero su nuevo trabajo le exigiría ausentarse de la ciudad en ciertos periodos, por lo tanto, el horario nocturno tampoco era una opción para seguirlos. Por ello lo puso en contacto con el ingeniero Armando Javier López, docente del Programa de Ingeniería de Sistemas y a quien consideraba experto en virtualidad, para que éste lo orientara; pudiendo así conocer de otras modalidades de formación que le permitieran cumplir con su trabajo de tiempo completo y a la vez avanzar en su formación profesional.
El profesor Armando le habló sobre la educación virtual, una modalidad de estudio a través de las tecnologías de información y comunicación; mostrándosela no como la competencia o el reemplazo de la educación presencial; sino como una alternativa de formación para personas que por sus ocupaciones no podrían asistir a un establecimiento educativo de manera tradicional, como era su caso. Le hacía entender que no iba a ser una tarea fácil, debido a que toda su vida había estudiado de manera presencial, bajo la orientación de un docente al que podía sentir.
Entre los nuevos hábitos y habilidades que debía adquirir estaban: la disciplina, la lectura, la escritura, la organización, la disposición, la responsabilidad, el cumplimiento y la puntualidad, entre otras. Sin estos compromisos, la tarea estaría perdida si el objetivo era formarse como un profesional competente. Adicional a ello, y no menos importante, el conocimiento y el dominio de dispositivos y aplicaciones tecnológicas, las cuales lograría dominar si hacía juicioso la tarea; su uso habitual lo llevaría a adaptarse inconscientemente.
En su afán por hacer sentir orgulloso a su padre comenzó a desarrollar la tarea, tal como se lo había indicado su mentor. Reconoció que sus principales debilidades estaban en la parte tecnológica; por lo tanto, comenzó con unos cursos virtuales a través del Sena, en donde adquirió mayores competencias en Word, Excel y PowerPoint, herramientas que le recomendaba como básicas para cualquier actividad académica; sirviéndoles además en su nuevo trabajo. Así comenzó a desenvolverse en internet, apoyándose en el navegador Google Chrome y aprovechando al máximo el buscador de Google; al mismo tiempo dominaba la plataforma BlackBoard. Su mentor le había reafirmado que esta plataforma, junto con Moodle, eran de las más usadas a nivel mundial; por lo tanto, al dominarlas, tendría mayor garantía de cumplir sus objetivos. Muchos fallaban en esa contienda con la virtualidad, más por no dominar los recursos tecnológicos, que por no adquirir las competencias en los temas académicos que se orientaban.
Pasado tres meses en el que juicioso cumplía sus tareas, comenzó los trámites para matricularse en la UNAD, universidad que le permitiría seguir con su sueño y le homologaría más del 70% de las asignaturas cursadas al manejar el mismo sistema de créditos.
El primer semestre virtual no fue tan fácil como lo imaginó. A diferencia de los cursos virtuales que había visto anteriormente, estos eran más rigurosos y le exigían el trabajo en equipo, cosa que solo había hecho con dos de sus compañeros durante sus antiguos estudios en la Universidad Popular del Cesar. En esta oportunidad tenía que resolver muchas actividades en grupo, requisito en cada una de sus asignaturas virtuales; aptitudes que comenzaban a solicitar las empresas, según las nuevas dinámicas de trabajo, para profesionales competentes. Tuvo que aprender a tolerar, a respetar y a entender que tendría que compartir con diferentes culturas y costumbres, ajenas a su región.
Después de analizada su nueva experiencia, volvió a apelar a los conocimientos de su mentor Armando, quien en está ocasión le hablaba de los MOOC como una alternativa enfocada más a la autoformación; recomendada para quienes tienen el deseo de afianzar nuevos conocimientos, actualizarse o simplemente ampliarlos. Con ellos ya no solo se iba a quedar con lo que le dieran en sus materias, sino que iba a tener la experiencia y conocimientos de cursos y universidades extranjeras. Esto le podría ampliar su visión, requisito en un contexto globalizado.
Entre los MOOC que les recomendó estaban: MiriadaX, edX y Coursera. Aprovechando los nuevos recursos que encontraba en su camino, se inscribió en cuatro cursos relacionados con los que matricularía el semestre siguiente. Así lo siguió haciendo de acuerdo a los temas que deseaba afianzar.
Los planes salieron a pedir de boca y en sus siguientes semestres, Luis Carlos se mostró más activo en su formación académica: proponiendo iniciativas, mostrando más conocimiento en los temas orientados, convirtiéndose en líder en varios de sus grupos, saliendo del esquema de hacer las cosas solo por cumplir y encaminando varias de sus tareas como posibles futuros proyectos de investigación y/o de emprendimiento.
Su trabajo de grado fue reconocido con honores, siendo presentado como candidato a una beca completa para un programa de posgrado y obteniendo el honor de dirigirse en un discurso ante los graduandos, espacio en el que aprovechó para exponer: “He tenido la oportunidad de demostrar que la educación virtual no es mejor que la educación presencial, ni viceversa; pero la experiencia en una complementa las capacidades en la otra. No puedo afirmar o negar que la tecnología desplazará al hombre; pero si es cierto que cambiando en nosotros el chip, podremos hacer un buen uso de las tecnologías, que, junto a la investigación, nos permitirán mantenernos vigentes como profesionales competente”. Luis Carlos siguió su discurso, mientras sus padres, su profesor Cervantes y su mentor López, aplaudían orgullosos en la quinta fila del lado derecho del auditorio.